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Opinión

Tristes horas para la cultura

Por: Paulo Slachevsky | Publicado: 12.02.2022
Tristes horas para la cultura Mané Nett / Foto: Radio ADN |
Sincronías las hay de todo tipo, posibilitando esas coincidencias relevar cierto estado de las cosas. En estos días de febrero, una triste sincronía se dio para nuestra cultura.

El 10 de febrero al amanecer fallecía, de una cruel enfermedad, la actriz Mané Nett. Fue presidenta y vicepresidenta del Sindicato de Actores y Actrices de Chile, Sidarte, consejera de Chileactores, vicepresidenta y presidenta de la Coalición Chilena para la Diversidad Cultural, como también de la Federación Internacional de Coaliciones para la Diversidad Cultural. Desde que participó en septiembre 2001 en el primer encuentro de asociaciones profesionales de la cultura por la diversidad cultural en Montreal, Canadá, asumió con fuerza la lucha por la defensa de nuestras expresiones culturales, siendo parte de las y los fundadores de la Coalición Chilena para la Diversidad Cultural, luchando por una reserva cultural en el tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, apoyando la creación y posterior ratificación de la Convención para la Protección y la Promoción de la Diversidad de Expresiones Culturales de UNESCO, entre otras muchas acciones. Al tiempo Mané asumió la presidencia de la Coalición y más tarde, de la Federación Internacional de Coaliciones. Una lucha en la cual Mané nunca se detuvo, haciendo carne ese valor tan básico y significativo: la tenacidad.

Somos un país que no le ha dado a la diversidad cultural y a la Convención de Unesco la importancia que tiene. La diversidad cultural es a la cultura lo que la biodiversidad es a la naturaleza; si no defendemos nuestras expresiones culturales frente a la hegemonía devoradora de la industria del entretenimiento, es la cultura toda que se verá arrasada. Esto Mané lo tuvo claro, por ello no cejó.

Y mientras Mané Nett partía, en la Comisión Sistemas de Conocimientos, Culturas, Ciencia Tecnología, Artes y Patrimonio de la Convención Constitucional, con siete votos a favor, un rechazo y siete abstenciones, se excluía la iniciativa de norma constitucional constituyente 705-7 que proponía garantizar la Protección y promoción de la diversidad de nuestras expresiones culturales. La Norma, presentada por la constituyente Elsa Labraña y suscrita por otros siete constituyentes, que tenía el apoyo de la Coalición Chilena para la Diversidad Cultural, del Observatorio del Libro y la Lectura, y de la Asociación de Editores de Chile, buscaba incorporar al texto constitucional como un derecho fundamental la protección y promoción de nuestra diversidad de expresiones culturales, como el derecho soberano a conservar, adoptar y aplicar las políticas y medidas que se estimen necesarias para dar cumplimiento a tal objetivo. Así como favorecer un entorno que incite a las personas y a los grupos a desarrollar y fortalecer nuestras expresiones culturales, como a participar en la vida cultural.

Jeremy Rifkin lo señala con mucha claridad en La era del acceso, “solo transformando la cultura local en una fuerza política consciente y coherente, seremos capaces de restablecer su crucial función en nuestras sociedades”, y agrega: “si no se refrenan, las fuerzas comerciales devorarán la esfera cultural, transformándola en fragmentos mercantilizados de entretenimiento comercial… Perder el acceso a la rica diversidad cultural de miles de años de experiencias de vida sería tan devastador para nuestra supervivencia y desarrollo futuro, como la pérdida de lo que queda de nuestra diversidad biológica. Restaurar el equilibrio ecológico entre cultura y comercio es uno de los retos centrales de esta nueva era”.

La interculturalidad, la participación cultural, la creación y producción cultural desde los territorios, como la condición de los creadores y artistas, junto a la Protección y promoción de la diversidad de nuestras expresiones culturales, constituyen todos pilares básicos de una presencia significativa y efectiva de la cultura en nuestra constitución y sociedad. Esos cinco aspectos son componentes esenciales de la arquitectura de la misma, los que se entretejen y conjugan. La ausencia de cualquiera de ellos de manera sustancial, debilita estructuralmente el rol de la cultura en la Constitución, y por ende la posibilidad más cierta de hacerla realidad. Si queremos hablar con propiedad de una Constitución Cultural, de una Constitución que asume el rol fundamental y central que tiene la cultura en las transformaciones del país, ninguno de estos aspectos puede quedar consignado como un adorno, un simple agregado que bien se lee.

Por otra parte, la Protección y promoción de la diversidad de nuestras expresiones culturales le da sentido y cuerpo real al principio de la interculturalidad. La globalización y el neoliberalismo han puesto en riesgo las expresiones culturales locales por doquier, provocando una grave homogeneización cultural, con una brutal concentración en manos de las multinacionales de la cultura. Si no protegemos y fortalecemos nuestras expresiones culturales, la interculturalidad deja de nutrirse.

Por ello, cuesta entender que parte significativa de la “bancada cultural” haya preferido abstenerse, anulando la posibilidad de darle a la diversidad de nuestras expresiones culturales una presencia sustantiva en la Constitución con un artículo propio.

El voto a favor de las y los constituyentes: Francisco Caamaño, Alexis Caiguan, Carlos Calvo, Bernardo De la Maza, Margarita Vargas, Loreto Vidal y Carolina Videla no fue suficiente, faltó un voto. La abstención de Ignacio Achurra Díaz, Miguel Ángel Botto, Cristina Dorador, Ricardo Neumann, Malucha Pinto, María Angélica Tepper y Paulina Valenzuela tuvieron, en los hechos, el mismo peso que el rechazo de Margarita Letelier. Verdaderamente, incomprensible.

Triste hora para la cultura, donde los homenajes a las luchas de mujeres como Mané Nett por una causa tan necesaria y justa, quedan -como en otros casos- solo en buenas palabras de cortesía, sin que se traduzcan en acciones a favor de las causas que se elogian.

Los desafíos de la cultura son transversales a muchos de los desafíos que enfrentamos como país, y es fundamental integrarlos en un lugar central de nuestra vida política y social. Para un mejor vivir, un vivir con los otros y no contra los otros, con la naturaleza y no sobre la naturaleza, se requiere de manera urgente un profundo cambio cultural. Necesitamos tomar mayor conciencia de un “nosotrxs”, y para ello debemos situar en un lugar central la cultura, así como la diversidad de nuestras expresiones culturales, en toda su amplitud de sentidos como en sus expresiones concretas. Hemos perdimos una gran ocasión, ganó una vez más la indiferencia. Esperemos que sea posible encontrar aun algún camino para reflejar en la nueva Constitución, una efectiva protección y promoción de la diversidad de nuestras expresiones culturales, dando otro piso a las luchas por una ciudadanía cultural como las que persiguió Mané.

Paulo Slachevsky
Editor y fotógrafo.