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Opinión

Kiev no ha caído 

Por: Gustavo Gac-Artigas | Publicado: 02.03.2022
Kiev no ha caído  Portada del Time |
Hoy resuena en mis oídos “Kiev no ha caído”. Los descendientes de los héroes de ayer cambiaron de bando, se transformaron en villanos al obedecer a otro dictador enfermo de poder: Vladimir Putin, otro autócrata que sueña con bautizar un imperio; no solamente con reconstruir el imperio soviético, la patria grande, como le decían los ingenuos, o los candidatos a autócratas del mundo, reconstruir y ampliar la Rusia imperial.

Aquellos que durante la Segunda Guerra Mundial libraron una batalla decisiva para derrotar al ejército de Hitler, aquellos que defendieron barrio tras barrio cuadra tras cuadra, edificio tras edificio, departamento tras departamento, cuarto tras cuarto, entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943, los héroes de la batalla de Stalingrado, dieron al mundo una lección de dignidad.

En Francia las fuerzas de la resistencia escuchaban noche tras noche las emisiones de radio Londres que durante la batalla de Stalingrado terminaba sus transmisiones con “Stalingrado no ha caído”. Stalingrado se convirtió en el símbolo de la libertad y la dignidad, el bastión de la lucha del mundo contra la peste parda.

La defensa de su tierra, la defensa de su ciudad, la defensa de su honor detuvo la marcha del ejército alemán, le cortó a la Alemania nazi el camino hacia la cuenca petrolera del Cáucaso, la defensa de Stalingrado, pese a la superioridad numérica del ejército alemán, infringió una derrota no solamente militar sino moral y mandó un claro mensaje al dictador: no se somete a un pueblo por las armas.

Hoy resuena en mis oídos “Kiev no ha caído”. Los descendientes de los héroes de ayer cambiaron de bando, se transformaron en villanos al obedecer a otro dictador enfermo de poder: Vladimir Putin, otro autócrata que sueña con bautizar un imperio; no solamente con reconstruir el imperio soviético, la patria grande, como le decían los ingenuos, o los candidatos a autócratas del mundo, reconstruir y ampliar la Rusia imperial.

Los que ayer, hasta la caída del muro de la vergüenza, el fin de la cortina de hierro, fueron las víctimas de otras mentes enfermas (Stalin, el padrecito de los pueblos) pudieron caminar sin tener a sus espaldas un agente del KGB, hablar sin tener oídos indiscretos de la Stasi escuchando una declaración de amor, o ¡terrible pecado! hablar de democracia y sueños de una vida mejor.

Los ucranianos, a diferencia del autócrata, habían aprendido las lecciones de la historia y se levantaron para resistir en Kiev, con cócteles molotov contra los tanques, con ametralladoras contra los misiles, con las manos si fuera necesario para golpear al invasor.

Los soldados rusos esperaban ser recibidos con flores y abrazos, el pueblo ucraniano los había llamado, al igual que el pueblo checoslovaco los había llamado en 1968 para que los liberaran de la “Primavera de Praga”, aquel intento de separarlos del imperio y entregarlos a manos de la democracia.

Putin al igual que Hitler pensó que bastaba la fuerza de las armas para dominar a un pueblo, Putin al igual que Hitler y tantos otros pensaron que bastaba la brutal fuerza de la superioridad militar para cambiar el destino de un pueblo, las creencias de un pueblo. Todos ellos olvidaron que el mejor escudo de la libertad es la fuerza moral. Podrán pasar 60 años, 6 meses, una semana, pero al final el pueblo encontrará su camino, un nuevo héroe anónimo tomará las banderas de la dignidad, un actor. Al igual que Lech Walesa ayer en Polonia, Volodimyr Zelensky cambiará el escenario por la gran escena mundial y los pueblos, de espectadores pasarán a ser actores y todos nos levantaremos para hacer caer la cortina de “fin” sobre los autócratas.

La fuerza bruta podrá ocupar un pueblo, las bombas destruir otra ciudad; si el mundo no actúa con fuerza y determinación el autócrata podrá ocupar fríos edificios que habrán perdido el calor humano, podrá intentar revivir la época en que se podía repartir el mundo y fijar fronteras, pero esta noche un niño nacerá en algún lugar de Ucrania, y ese niño se levantará mañana para cambiar el curso de la historia y ese niño nos reprochará el que no hayamos levantado nuestra voz para defenderlo.

Kiev no ha caído.

Gustavo Gac-Artigas
Escritor, poeta, director de teatro chileno, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Reside en los EE.UU.