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Cuando la tragedia no es edípica: el peligro de subjetivar el malestar

Por: Daniela Fuentes y Luis Felipe Revuelto | Publicado: 04.03.2022
Cuando la tragedia no es edípica: el peligro de subjetivar el malestar Edipo Rey |
Discursos como el de la columna de este psicoanalista pueden ser peligrosos cuando la salud mental empieza, al fin, a entrar en discusión. ¿Podría pensarse, siquiera, un caso de agobio y maltrato laboral como un problema sólo psíquico, de una experiencia vivida por una persona en relación con sus fantasías y de cómo vive aquello que sufre? Sin duda que no, y ahí está el problema: que no es reducible y es peligroso que pueda serlo. Las víctimas de trauma ocular sufrieron violencia estatal que poco tiene que ver con la tragedia de Sófocles y con la fantasía de un padre sádico que quita los ojos. No tiene que ver con el abandono de la primera teoría de la seducción de Freud. Y no tiene que ver porque es un problema social que ha exigido que se discutan políticas de reparación a víctimas e, incluso, sobre pensiones de gracia.

Quienes fueron niños y adolescentes durante los 90 probablemente recordarán un dibujo animado llamado “El laboratorio de Dexter”, una serie infantil que tenía de protagonista precisamente a Dexter, un niño genio de 10 años. Existe un capítulo en particular que hoy quisiéramos recordar: un día Dexter debe estudiar para su examen de Francés y sin mucho ánimo de hacerlo construye una máquina que le reproducirá una lección grabada mientras duerme. Al llegar la noche, la cinta queda trabada y sólo le repite una frase: Omelette du fromage. Al día siguiente, y una vez que se da cuenta de que sólo puede decir 3 palabras, Dexter se presenta nervioso a su escuela. Ese día interactuó con todos como lo haría habitualmente y lo increíble es que a pesar de que nadie lo entendía logró adquirir un protagonismo que ni él mismo se esperaba, pues al parecer el lenguaje extranjero hacía caer a sus pies a cualquiera. Alcanza la fama, gana dinero, incluso se propone que sus palabras curan. Sin embargo, prontamente aparece el problema: Dexter se encuentra con la dificultad de no poder decir las palabras que funcionan como contraseña para acceder a su laboratorio y entonces, para su pesar, el laboratorio se destruye.

¿Por qué la necesidad de recordar este capítulo en particular? Pues porque en los últimos días del año 2021 apareció una columna de un reconocido psicoanalista que preside una reconocida institución psicoanalítica chilena y en ella se podía leer, por un lado, un análisis de las elecciones presidenciales en Chile a la luz del complejo de Edipo: habiendo una madre (Michelle Bachelet), un padre (Ricardo Lagos) y un hijo (Gabriel Boric) que, según el psicoanalista, habría podido atravesar dicho complejo haciendo uso de lo que sus padres aportaron. Y por otro, un análisis donde era posible ver a los ojos de Edipo el desarrollo de la política nacional desde la revuelta del 18 de octubre, donde una forma de pensarlo hacía alusión a una juventud que se rebelaba ante aquellos mandatos del Padre que le parecían injustos, testificando daños y pérdidas oculares que podría tener cierta similitud con la historia de Sófocles (en la tragedia es el propio Edipo quien se arranca los ojos tras cumplirse la tragedia que le había profesado el oráculo).

Esta cuestión nos causó preocupación. De pronto, un representante del saber psi –saber hoy en día privilegiado dada la cultura terapéutica en la que nos encontramos inmersos–  propone que un acto de violación a los derechos humanos puede tener lugar como algo interpretable, como si fuese un problema psicológico o una cuestión de estructura psíquica, y, por otra, porque si sólo fuera un problema psi el triunfo de Boric se resolvería con atravesar cierto lugar, ¿no es así? Es preocupante y por cierto peligrosa una interpretación que se sostiene de un discurso a-histórico cuando justamente lo que se ponía en juego en las elecciones de diciembre tiene y se sostiene en una historia que está y estará más allá del diván.

Al pensar en este capítulo de Dexter en particular nos resulta inevitable pensarlo como un ejemplo de lo que muchas veces ocurre cuando profesionales de la salud mental sólo repiten conceptos y mitos que le propone la teoría en un intento de capturar desde su lugar eso real que se le presenta.  Sin duda que el mito de Edipo en el psicoanálisis y su clínica es importante y pertinente, pero fuera de ella ¿qué? La crítica de Deleuze y Guattari en el Anti Edipo cobraría, en ese caso, mucho sentido ¿dónde y cómo son pensables las condiciones del mundo?

Tal vez que fuese electo el candidato Kast no tenía como resultado cuestiones que sólo podían trabajarse en la consulta, pues recordemos que era un candidato abiertamente pinochetista, que quería intentar de todas las formas posibles que se inhabilitara la ley de interrupción del embarazo, pensó en eliminar el Ministerio de la Mujer e incluso que la mujer casada tuviera más bonanzas por sobre el resto de mujeres y familias (recordemos también que se oponía al matrimonio igualitario). ¿Tendrá que ver esto con la amenaza de castración? Y la verdad es que nosotros creemos que no.  Aunque sí que representaba un peligro simbólico y real para poder pensar en una sociedad que se ha ido construyendo para entregar garantías básicas para construirse, desarrollarse y sentirse persona en Chile.

Seguimos siendo una generación que vive con las trizas y hendiduras de la devastación que dejó la dictadura, devastación que no se resuelve con propuestas como “dejar atrás el pasado” porque quienes practicamos el psicoanálisis sabemos que el pasado es siempre presente. El hecho de que los militares salieran y se mantuvieran en la calle con armamento de guerra (reprimiendo y protegiendo en una geografía selectiva), o que incluso los crímenes cometidos por agentes del Estado fueran desmentidos y en ocasiones negados cuando la responsabilidad era evidente (recordemos un video que circuló donde un carabinero embestía a un manifestante entre dos carros y las declaraciones que se daban del delito referían a que el manifestante se habría lanzado temerariamente al carro, torciendo cualquier forma de representación), son una forma de simbolizar y ejecutar el horror del cual tanto nos esforzamos por evitar desde el retorno a la democracia, obedeciendo y callándonos lo que duele pues todo presente siempre es mejor que aquel pasado. Pero ese pasado se nos hizo actual, y decimos que se nos hizo porque quienes estaban y están aún en el poder así lo quisieron, o al menos así lo manejaron.

Discursos como el de la columna de este psicoanalista pueden ser peligrosos cuando la salud mental empieza, al fin, a entrar en discusión. ¿Podría pensarse, siquiera, un caso de agobio y maltrato laboral como un problema sólo psíquico, de una experiencia vivida por una persona en relación con sus fantasías y de cómo vive aquello que sufre? Sin duda que no, y ahí está el problema: que no es reducible y es peligroso que pueda serlo. Las víctimas de trauma ocular sufrieron violencia estatal que poco tiene que ver con la tragedia de Sófocles y con la fantasía de un padre sádico que quita los ojos. No tiene que ver con el abandono de la primera teoría de la seducción de Freud (el paso de enfermar por un acto traumático real a enfermar por un acto fantaseado que no puede representarse en el psiquismo). Y no tiene que ver porque es un problema social que ha exigido que se discutan políticas de reparación a víctimas e, incluso, sobre pensiones de gracia.

En salud mental, y en el campo psi, hemos de reconocer que las personas también estamos siendo en lo social y, por esa misma razón, el lugar de saber desde el cual se habla no puede sernos indiferentes porque puede tener efectos de verdad sobre los sujetos. ¿Si no, para qué se nos pide mencionar desde dónde decimos lo que decimos?

Quizás, en algún punto, seguir repitiendo las mismas lecturas inamoviblemente sea una cuestión de aferrarse al lugar que aquellas lecturas le abrieron a los sujetos que las portaban, pero ¿hasta cuándo funciona? Tal como le pasó a Dexter, si sólo se puede repetir una cierta cantidad de palabras, a su vez se va dejando fuera muchas otras que le pueden ayudar a acceder a otras cuestiones que incluso se desean con más fuerza, y lo peor de todo es que incluso la misma repetición lleva su objeto más preciado a la destrucción.

No fue ni Edipo ni los 30 pesos: fueron 30 años.

Daniela Fuentes y Luis Felipe Revuelto
Daniela Fuentes es psicóloga clínica; co-fundadora de Mujer y Palabra. Luis Felipe Revuelto es psicólogo clínico.