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Opinión

El MIR de Miguel: la historia la escriben los muertos

Por: Gabriel Canihuante | Publicado: 24.03.2022
El MIR de Miguel: la historia la escriben los muertos Miguel Enríquez |
Estos dos primeros tomos de la biografía del líder mirista poseen abundante, interesante e inédita información, incluyendo por ejemplo decenas de fotografías de esos años. Están muy bien escritos, lo que hace que estas 950 páginas se lean sin cansancio ni menos aburrimiento. Al contrario, no obstante su extensión, los libros llaman a la lectura que ofrece momentos de sorpresa, de alegría, de adhesión y/o rechazo, de cuestionamientos y, por cierto, también de mucha tristeza por las enormes pérdidas de vidas humanas que dejó este periodo de la historia reciente.

El MIR de Miguel. Crónicas de Memoria es el título de una maciza obra que hasta ahora tiene dos entregas, es decir dos volúmenes, ambos publicados a fines del año pasado por Negroeditores. El primero relata los hechos ocurridos en Chile entre 1960 y 1972 y el segundo se centra en el fatídico 1973, siempre desde la perspectiva del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), cuyo principal líder fue el médico Miguel Enríquez.

Su autor es Ignacio Vidaurrázaga, periodista, ex mirista, conocedor de esta historia por dentro, pero además poseedor de una veta de investigador que lo lleva a escarbar en muy diversas fuentes y a realizar más de un centenar de entrevistas para reconstruir este álgido periodo de nuestro reciente pasado.

El primer tomo, de poco más de 600 páginas, cuenta la génesis del MIR en Concepción, específicamente en la universidad de dicha ciudad (UdeC) y en un contexto nacional de profundas desigualdades, de extendida pobreza y miseria, y con un trasfondo internacional muy marcado por la Revolución Cubana que despertaba a América Latina a inicios de los años 60.

Mientras los mineros del carbón se movilizaban a inicios de esa década en la zona sur, Miguel Enríquez, Luciano Cruz y Bautista van Shouwen eran alumnos del Liceo Enrique Molina Garmendia (nombre del profesor serenense de nacimiento que fundó la UdeC). Esos mismos futuros líderes estudiantiles serán muy luego estudiantes en una universidad bullente, como la describe el autor: “En Concepción estaba confluyendo entre los años 50 y 60 un conjunto de energías creativas y telúricas. Contestatarias y subversivas de lo establecido. Concepción se daba cita en la universidad con creadores de Latinoamérica y el mundo. Todas condiciones muy favorables para un nacimiento”.

Vidaurrázaga escribe sobre el MIR, pero centrado en el eje del que fuera su gran líder, Miguel, y por eso nos habla de su familia, encabezada por el doctor Edgardo Enríquez, quien fuera rector de la UdeC, gran maestro de la masonería en la ciudad y luego ministro de Educación en el gobierno de Salvador Allende.

Fueron entrevistadas más de cien personas que se relacionaron directa o indirectamente con Miguel, en Concepción, en Santiago, en Cuba o en distintos escenarios donde la lucha por cambiar al Chile de los 60 y los 70 llevó al líder mirista, conocido entre sus compañeros de época con el apodo de Viriato.

La evolución del MIR, antes y después de la conducción de Miguel; el periodo de asaltos a bancos y clandestinidad blanda; las contradictorias relaciones con la Unidad Popular (UP) y con Salvador Allende; y la estrecha vinculación con el comandante Fidel Castro y la Revolución cubana, son algunos de los aspectos que describe el autor en este primer tomo.

Pero no todo es actividad política en el libro y esto lo hace más atractivo, sin caer en el cahuín o la farándula. Porque Ignacio nos muestra a un Miguel de carne y hueso, un ser muy terrenal, con sus vacíos y fortalezas, con sus vaivenes, contradicciones e incertezas. Como el autor lo señala en la presentación: “Miguel reunía atractivos y carisma, además de humor e irreverencia. Irónico y parlanchín. Estudioso y tenaz. Enamorado sin freno. Y capaz de discurrir horas, encendiendo nuevos cigarrillos. (…) Aquí ha bajado del pedestal del héroe de calle Santa Fe y posiblemente sonreiría con ironía ante esa muerte temprana, cuando todavía tenía tantas tareas y deberes. Tanta vida”.

El tomo dos refiere los hechos acaecidos en Chile durante 1973, desde el inicio de ese agitado periodo hasta el día del golpe de Estado. Ese día murió el presidente Allende, pero Miguel sobrevivió; en esa jornada no hubo contacto directo entre ambos, como sí lo hubo varias veces en los años de la UP. Relata Vidaurrázaga que a las 8 de la mañana del 11 Miguel se comunicó con Beatriz Allende (la hija de Salvador) vía telefónica. Lo que el MIR ofrecía a Allende era acordar su rescate desde La Moneda, ya sitiada, a través de un corredor de escuadras armadas. “La Tati se lo transmitiría a su padre. La respuesta fue pronta y tranquila: él se quedaría ahí. Además …había agregado, dile que ahora es su turno. Junto a Miguel estaba Andrés Pascal, quien fue testigo de ese momento”.

Estos dos primeros tomos de la biografía del líder mirista poseen abundante, interesante e inédita información, incluyendo por ejemplo decenas de fotografías de esos años. Están muy bien escritos, lo que hace que estas 950 páginas se lean sin cansancio ni menos aburrimiento. Al contrario, no obstante su extensión, los libros llaman a la lectura que ofrece momentos de sorpresa, de alegría, de adhesión y/o rechazo, de cuestionamientos y, por cierto, también de mucha tristeza por las enormes pérdidas de vidas humanas que dejó este periodo de la historia reciente.

Nos quedamos a la espera de los Libros 3 (1973-1974) y 4 (Aprendizajes), los que sin duda traerán nueva información sobre Miguel Enríquez, sobre el MIR que vivió más allá de ese líder y sobre las circunstancias vividas por la resistencia a la dictadura en esos años.

Vidaurrázaga con estos libros revela un perfil de historiador; no de esos que tienen título de tal y quizás nunca hayan escrito una buena obra, sino de los investigadores que, con diversa formación, por diversos canales, métodos y condiciones terminan elaborando un aporte concreto a la historiografía de Chile. Así lo veo yo y me imagino que muchos de sus lectores coincidirán.

Gabriel Canihuante
Periodista. Vive en La Serena.