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Vuelta a clases: que la historia cuestione la antigua “normalidad”

Por: Carola Sepúlveda | Publicado: 25.03.2022
Vuelta a clases: que la historia cuestione la antigua “normalidad” Pedro Aguirre Cerda |
Por estos días pienso en Gabriela Mistral, cuando en su texto “Pensamientos pedagógicos” (1923) decía que era necesario “amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la relación de cada conocimiento con la vida”. Retomo estas palabras para pensar en la vuelta a clases presenciales y en la posibilidad de construir espacios en que la educación se relacione con la vida, y donde el concepto de educación se entienda con esa amplitud que proponía Pedro Aguirre Cerda, incluyendo sujetos y contextos, además de elementos sociales y culturales.

Asistimos a la vuelta a clases presenciales en los diferentes niveles educativos. Comunidades que se encuentran y reencuentran, después de mucho tiempo, producto de la pandemia y de la revuelta social de octubre de 2019. Dejamos las pantallas para aproximarnos, con medidas de precaución, representadas por las mascarillas. Llenos de alegría, ansiedad, tristeza y/o miedos. Son muchas las emociones que nos embargan por estos días.

Desde octubre de 2019, y también durante la pandemia, ha circulado bastante en nuestro país la palabra “normalidad”. Retomo esa palabra para pensar la vuelta a clases presenciales y preguntar ¿cuáles son las lecciones que la pandemia y la construcción de este nuevo Chile nos dejaron en materia de educación? y ¿qué tareas debiésemos realizar para ello?

Después de este tiempo de distanciamiento físico y de tantas reflexiones, tenemos una oportunidad histórica para preguntarnos por el currículum, la convivencia y la felicidad en nuestros espacios educativos. La experiencia de la pandemia nos mostró con intensidad la necesidad de trasformaciones. Observamos, por un lado, que muchas desigualdades educativas se profundizaron durante este período, producto de las diferencias en capitales culturales y acceso a tecnologías, entre otras cosas, y por otro, que muchos(as) de nuestros (as) estudiantes pudieron desarrollar otros aprendizajes y vivir otras experiencias, en esa convivencia con sus familias y comunidades, en otros espacios y tiempos para desarrollarse como personas.

Así, espero que en esta vuelta a clases presenciales nos preguntemos por las disciplinas académicas y por las disciplinas que reglamentan nuestros espacios educativos, que no sólo nos preocupemos por recuperar horas y contenidos y si por recuperar encuentros, reflexiones y sentidos.

En estos momentos, se vuelve significativo mirar nuestro pasado, no para buscar reproducir prácticas excluyentes o perpetuar formas de educación que construyan desigualdades, sino que para revisar en la historia de la educación, figuras, obras y propuestas que nos permitan problematizar la educación actual, para entendernos como sujetos históricos. Así, pensando en la historia de la educación de nuestro país, retomo a dos profesores que pensaron a Chile, su educación y su pueblo: Pedro Aguirre Cerda y Gabriela Mistral.

Pedro Aguirre Cerda continúa siendo el único Presidente en la historia de Chile con formación profesional de profesor, lo que influenció su trayectoria como político e intelectual al igual que su escritura, sus obras y la conformación de sus redes. Sin duda, su biografía y su obra constituyen espacios interesantes para conocer un poco más sobre los procesos de modernización chilenos y reconocer la importancia que tuvo la educación al interior de estos. Reconocido por el lema “Gobernar es educar”, propuso en 1939 un Plan Mínimo de Educación Popular, que incluía lo siguiente:  liquidación del analfabetismo y difusión de la cultura popular, contribución de la educación al desarrollo económico del país, creación de la verdadera escuela rural, asistencia a la infancia desvalida, dignificación del magisterio, efectivo control del Estado sobre las escuelas particulares y estricta vigilancia sobre la enseñanza que imparten las escuelas extranjeras, además de edificación escolar y dotación de material de enseñanza. Destaco las propuestas del Presidente-profesor, para relevar la importancia de pensar la educación en toda su “amplitud”, concepto utilizado por Aguirre Cerda para pensar la educación considerando las diferentes etapas de vida y los diversos contextos, tanto históricos como aquellos singulares y propios de las experiencias de las personas. Así, se visibilizaron sujetos y condiciones sociales que se entendían relacionados, y se entendía a la educación como un proceso que trascendía los espacios formales y que incluía variados componentes, no solo cognitivos.

Pedro Aguirre Cerda desarrolló una estrecha relación con Gabriela Mistral. Se conocieron en Pocuro, cuando ella trabajaba como profesora de Geografía y de Castellano en el Liceo de Niñas de Los Andes y donde él ya actuaba como diputado del Partido Radical. Mantenían intereses comunes relacionados con la profesión y con las temáticas sociales; compartían y discutían sobre su interés por la educación rural y los problemas sociales que afectaban a Chile y al mundo. Las cartas fueron un espacio de expresión privilegiado entre ambos. En ellas, es posible acompañar la circulación de ideas, las conexiones que establecieron y la construcción de un discurso sobre las problemáticas sociales. En esta relación de amistad y de construcción intelectual, ambos profesores problematizaron la educación como un ejercicio comunitario, y se preguntaron también por la educación pública, esa que nos pertenece a todos/as.

Por estos días, pienso también en Gabriela Mistral, cuando en su texto “Pensamientos pedagógicos” (1923) decía que era necesario “amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la relación de cada conocimiento con la vida”. Retomo estas palabras para pensar en la vuelta a clases presenciales y en la posibilidad de construir espacios en que la educación se relacione con la vida, y donde el concepto de educación se entienda con esa amplitud que proponía Pedro Aguirre Cerda, incluyendo sujetos y contextos, además de elementos sociales y culturales.

Espero que la vuelta a clases presenciales nos traiga una jornada escolar y académica que no nos agote en tiempo y en forma, y que nos permita vivir, en plenitud, nuestras vidas. Por menos horas sentados, de espaldas unos con otros y escuchando en silencio. Por más recreación, movimientos y encuentros. Por menos control y más autonomía. Por menos memorización y estandarización y más creación. Por menos “electividad de la historia” y por más desarrollo del pensamiento histórico y de la memoria. Que se vivan los duelos, que se honren las pérdidas. Que no borremos esta experiencia y que nos reconozcamos como sujetos históricos.

Porque existan espacios de encuentro, conversación, sensibilización y formación en materia de género, interculturalidad, prevención de violencias, entre otras. Porque, por fin, prestemos atención a todas las necesidades y contextos. Por una educación que incluya a familias, comunidades y territorios.

Porque nos preguntemos sobre el sentido de la educación en un nuevo Chile, que espera con ansías y esperanza transformaciones a muchas de las situaciones que hemos vivido en las últimas décadas.

Porque la educación pública vuelva a ser un asunto de todos/as y porque las comunidades, los territorios, los espacios de formación de profesores y las políticas públicas se encuentren en esa discusión de lo que tenemos en “común”.

Porque recuperemos nuestra historia de la educación, para reconocer la amplitud con la que Pedro Aguirre Cerda pensaba la educación y para sensibilizarnos con Gabriela Mistral en esa relación de la educación con la vida.

Esperemos que después de tanto mirarnos por las pantallas aprendamos a mirarnos de frente, con sinceridad y con dulzura para problematizar nuestra antigua “normalidad” y pensar esta vuelta a clases presenciales como una oportunidad histórica para construir, en Chile, espacios educativos más humanos.

Carola Sepúlveda
Doctora en Educación. Profesora Visitante Extranjera en la Universidade Federal da Integração Latino-Americana.