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Leonel Sánchez, “Ballet Azul” y cuarto centenario de la Universidad

Por: Miguel Orellana Benado | Publicado: 04.04.2022
Leonel Sánchez, “Ballet Azul” y cuarto centenario de la Universidad Leonel Sánchez |
Gracias a su talento, y la avenida que ofrecía para su cultivo la educación pública, Leonel Sánchez tuvo una carrera brillante desde muy joven. Ya en la tardía adolescencia fue estrella como puntero izquierdo del “Ballet Azul”, apodo que apuntaba al virtuosismo futbolístico del equipo que entrenaba y jugaba defendiendo el nombre de la Universidad, institución educacional que, en ámbitos diversos, tenía el papel formativo.

Leonel Sánchez egresó de la “rebautizada” “Escuela Argentina”, antes llamada “Federico Errázuriz Zañartu”, ubicada en el magnífico edificio construido entre 1917 y 1918, durante la Presidencia de Salvador Sanfuentes, como tantos otros, para la educación pública. Durante su tiempo en ese gran centro (avenida Vicuña Mackenna al llegar a avenida Matta), Sánchez ingresó a los 11 años a la división inferior del entonces Club de Fútbol de la Universidad de Chile. Faltaban muchos años para que la Revolución Militar Civil que encabezó “El Tatita” transformara también el deporte, como casi todo lo demás, en un negocio.

¡Qué tiempos aquellos! La U acogía a varones y mujeres, de las más diversas condiciones, desde los cuatro años a cursar el grado preescolar en la Escuela Primaria Anexa al Liceo Experimental “Manuel de Salas”; a iniciar su formación atlética y en las artes en la temprana adolescencia y, luego, en las artes, las ciencias naturales y formales y las humanidades. Este es el Chile cuyos últimos actores están terminando de desaparecer con Leonel Sánchez. Hasta entonces el Estado mantuvo, y por casi tres siglos, el cuasi monopolio de la educación. Admitió, por cierto, colegios de colonias extranjeras, que fueron “mixtos” por razones económicas y no de política educacional, desde la etapa republicana temprana.

Gracias a su talento, y la avenida que ofrecía para su cultivo la educación pública, Leonel Sánchez tuvo una carrera brillante desde muy joven. Ya en la tardía adolescencia fue estrella como puntero izquierdo del “Ballet Azul”, apodo entonces inocente y que apuntaba al virtuosismo futbolístico del equipo que entrenaba y jugaba defendiendo el nombre de la Universidad, institución educacional que, en ámbitos diversos, tenía el papel formativo. Luego fue líder de la selección nacional de fútbol (es decir, lo que algunos llaman “La Roja”). En el Mundial de Fútbol celebrado en el Valle Central en 1962, lideró al equipo que alcanzó el tercer lugar para Chile. El mayor logro del fútbol chileno. Tales eran los resultados de la educación pública. Leonel Sánchez tuvo reconocimiento mundial, fue objeto de las mayores distinciones y receptor de los más importantes premios en su campo. Fue un chileno cabal, con el que se identificaron varias generaciones.

El Ballet Azul, del que Leonel Sánchez fuera la principal estrella junto a, entre otros, Manuel Astorga, Rubén Campos, Carlos Contreras y Luis Eyzaguirre, era el equipo de primera división del Club de Futbol de la Universidad de Chile, en su década gloriosa de los 60. Era una parte central de la vida cultural chilena de aquel entonces, del que la Universidad (la U) era el indiscutido centro, con sus liceos, su Teatro Experimental, sus editoriales, orquestas, museos, abogados, arquitectos, artistas, humanistas, ingenieros y médicos.

Los “clásicos universitarios” de futbol entre el Ballet Azul y el Club Deportivo de la Universidad Católica constituían una escenificación ritual del antiguo conflicto entre el crucifijo y el mandil, el catolicismo apostólico romano y la franc-masonería. Junto con el resto de la educación pública chilena, la Universidad fue víctima del principal crimen que cometió el régimen militar civil que gobernó en la inmaculada concepción de la democracia protegida entre 1973 y 1990. Que nada hizo por compensar el régimen sucesorio, la democracia protegida perfeccionada entre 1989 y 2005 (es decir, entre Pinochet Ugarte y Lagos Escobar), y hasta el actual momento constitucional que se abre el 15 de noviembre de 2019.

Hoy la Universidad es una señora mayor, alta, vestida con elegancia y de modales finos, pero que sufre de Alzheimer. Vaga por la sociedad exigiendo ser tratada con especial consideración, por cierto, en términos financieros por el Estado. Pero, cuando se le pregunta cuáles son sus contribuciones, ya no las recuerda. Ha olvidado su pasado. Insiste, eso sí, en que fueron todos aportes fundamentales. Olvidó, para comenzar y por completo, que comenzó su tarea educacional hace casi cuatro siglos. Que, en su etapa conventual, en decir, entre 1622 y 1758, cubrió sólo la filosofía moral y la teología, formando sacerdotes y profesores. Y que, reorganizada hace más de un cuarto de milenio como Real Universidad de San Felipe, comenzó a ofrecer en la capital lecciones en las profesiones libres, es decir, las que se ejercen fuera del ámbito sacro, como abogacía, ingeniería y matemáticas.

Fue en esa corporación, reorganizada por segunda vez como Universidad de San Felipe de la República de Chile, en la que rindió examen para optar al grado de bachiller en Sagrados Cánones y Leyes don Andrés Bello en 1836. Presidió el tribunal el abogado y doctor en derecho canónigo Juan Francisco Meneses Echanes, quien había sido antes el último Rector de la Real Universidad, y quien luego fue el primer rector de la Universidad de Chile.

A saber, entre su fundación por decreto del presidente Joaquín Prieto Vial en 1839 y 1843, cuando se instaló bajo su sobrino, el presidente Manuel Bulnes Prieto, con Bello de segundo Rector. Olvida que pionera en la educación universitaria de mujeres y el origen de la educación pública mixta, hace 90 años. Olvida las iniciativas de participación política de los estudiantes secundarios, los gobiernos estudiantiles, el antepasado último de los movimientos estudiantiles del siglo XXI, y tantos otros aportes, como resolver el problema de la desnutrición infantil.

Dentro de poco la Universidad de Chile, bajo esa denominación, cumplirá 183 años, pero es improbable que lo conmemore. Dentro de unos meses, se cumplirán cuatro siglos del su origen institucional último, la universidad en sede conventual que instalaron los dominicos en 1622. Pero también es improbable que lo celebre. Dentro de poco la corporación celebrará elecciones para elegir al Rector del cuarto centenario.

Miguel Orellana Benado
Doctor en Filosofía del Humor (Oxford), profesor asociado de Filosofía de la Moral en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Autor de los libros "Allende, alma en pena", "La academia sonámbula" y "Educar es gobernar", entre otros.