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Opinión

La muerte de la palma de cinco siglos

Por: Juan Jiménez Úbeda | Publicado: 06.06.2022
La muerte de la palma de cinco siglos Palma huacha viva y muerta | Fotos de Juan Jiménez
Con la muerte de la «palma huacha» se perdió para siempre este linaje. Y desapareció el último eslabón de una maravillosa cadena que se remonta a generaciones, y que a lo largo de milenios habían superado glaciaciones, sequías, pestes, cataclismos, depredación, y que había conseguido adaptarse a su entorno de manera exitosa.

En pocos momentos de la vida uno tiene la certeza de estar realizando algo profundamente significativo. En este sentido, obtener la primera fotografía de una palma chilena de 500 años de edad, que además tenía el récord de ser el ejemplar de origen silvestre ubicado más al norte en nuestro país, fue ese momento especial. Estar a sus pies, y contemplar su porfiada resistencia, me hizo sentir humilde y maravillado. Conocer cómo terminó su existencia provoca una tristeza de la cual aún es difícil desprenderse.

Los inicios

Todo comenzó, en 2018, con una simple pregunta: ¿hasta qué lugares, sin intervención humana, se extiende la palma chilena (Jubaea chilensis)? La investigación que inició para responder a esta inquietud, estuvo orientada por el deseo genuino de conocer con exactitud los límites y la variedad de ambientes en los cuales la palma había prosperado. Se estima que, para inicios del siglo XIX, varios millones de palmas se podían encontrar por los cerros y quebradas de la Cordillera de la Costa de Chile Central. Sin embargo, en la actualidad, no queda más que el 2,5% de lo que alguna vez existió. Dimensionar el retroceso geográfico de las poblaciones de palma chilena en los últimos siglos es un dato esencial para definir la categoría de protección más adecuada para esta especie, que recientemente ha sido declarada “en peligro de extinción”.

Todos los artículos académicos, coincidían en señalar que los límites se extendían desde la Provincia de Choapa por el norte, hasta el río Maule por el sur, y teniendo como núcleos principales Ocoa, Cocalán y los cerros de Viña y Valparaíso.

A pesar de lo anterior, y casi como una obsesión personal con la precisión, continué averiguando cuáles eran exactamente, la palma de origen silvestre más nortina y la más sureña. Y mientras buscaba a estas “palmas frontera”, fui conociendo muchas otras que, para que su ubicación no se perdiera y fuera conocida por toda la comunidad, comencé a registrar en un catastro online, abierto para la consulta pública. Como era un proyecto personal, y por tanto con recursos limitados, concentré mis esfuerzos en registrar aquellas palmas ubicadas fuera de áreas protegidas, priorizando realizar excursiones en el área norte, para conocer en detalle los resistentes palmares ubicados en la Región de Coquimbo.

Un tesoro escondido

Y mientras avanzaba en la búsqueda, a fines de 2018, me encontré con una tremenda sorpresa: un catastro realizado por el investigador Patricio Novoa, del Jardín Botánico Nacional, mediante el análisis de imágenes satelitales, indicaba la existencia de una solitaria palma, ubicada justamente en Quebrada Las Palmas (la toponimia siempre entrega pistas). Tanto por su edad estimada, asociada a la gran sombra que proyectaba su tronco en las imágenes satelitales, como por su ubicación alejada de grandes centros poblados, y atendiendo a los antecedentes toponímicos, se presentaba, más allá de cualquier duda razonable, como el ejemplar de origen silvestre, que marcaba el límite norte del área de distribución natural de la palma chilena. A pesar de la particularidad e importancia del ejemplar, y por diversas circunstancias que posteriormente me comentó Novoa, no se había podido obtener un registro fotográfico.

Desde este momento, no hice sino comenzar a planificar la manera de llegar a ella y conocer personalmente a tan porfiada sobreviviente.

Excursión a la «palma huacha»

En otras páginas de internet que, al igual que el Jardín Botánico, describían la existencia del ejemplar, indicaban que la gente del sector se refería a ella como la «palma huacha». Antes de concretar la excursión de reconocimiento, quisimos volver a revisar las imágenes satelitales: las fotos permitían ver de forma nítida que la enorme sombra del tronco cruzaba todo el ancho de la quebrada. Al parecer encontraríamos un ejemplar de gran altura.

El viernes 1 de febrero de 2019, gracias a la ayuda y entusiasmo de los amigos del museo en el que trabajo, nos dimos tiempo y maña para realizar el viaje hasta Quebrada Las Palmas y obtener el tan necesario registro fotográfico. Nos acercamos lo más posible en vehículo, estacionando en una caleta cercana a la desembocadura de la quebrada. Desde ahí caminamos por casi dos horas, y ya cuando pensábamos que no la encontraríamos, llegamos hasta ella: un majestuoso ejemplar de por lo menos 20 metros de altura y con una antigüedad estimada de unos 500 años. Lo suficientemente antigua, como para afirmar que había germinado en tiempos prehispánicos y que, a pesar de la pérdida de la cobertura boscosa adyacente, continuó resistiendo y adaptándose exitosamente a estos y otros cambios que se dieron en su entorno.

La “palma huacha” se presentaba como la última sobreviviente de los antiguos palmares que se extendieron en esta zona. En la actualidad las agrupaciones más nortinas de palma chilena pueden encontrarse recién 80 kilómetros más al sur, en el fundo Monte Aranda, cerca de la localidad de Caimanes, en la comuna de Los Vilos.

A pesar de su edad, y de la megasequía que ha hecho estragos en la última década, la palma seguía entregando semillas, pues observamos muchas cáscaras de coquitos de temporadas anteriores, tiradas en el lecho de la quebrada. Los coquitos de la temporada 2019, año de nuestra excursión, aún estaban verdes en los racimos, y aquellos que el viento botaba al suelo, eran semillas no maduras.

Difundir urbi et orbi…

Durante las semanas posteriores a la excursión, me ocupé de informar de la existencia de este ejemplar, valiosísimo desde el punto de vista científico y patrimonial, a distintas instituciones e instancias, que de una u otra manera intervenían (o debían intervenir) en su cuidado y protección: SAG Coquimbo, Conaf Coquimbo y Conaf Choapa. Notifiqué también a la empresa Acciona Energía Chile (dueña del Parque Eólico Punta Palmeras), que opera en el área atravesada por la Quebrada Las Palmas. Acciona, en su estudio de impacto ambiental, no había registrado la existencia de la “palma huacha”, por lo que gentilmente quise informar del valioso tesoro que se encontraba en su área de operaciones, para que concretasen iniciativas tendientes a su protección, como debían haberlo hecho, si la hubieran incluido en el mencionado estudio.

Como quería difundir lo más posible la existencia del ejemplar, subí las fotografías y las coordenadas, a la página inaturalist.cl, que es una de las plataformas oficiales que ocupa el Gobierno de Chile, para registrar la existencia de especies de flora y fauna, a lo largo del territorio.

Víctima de un sistema que no funciona

Después de 2019, planifiqué más viajes a la palma, sobre todo para poder rescatar semillas e iniciar su reproducción, y después reintroducir algunas palmas. Sin embargo, el inicio de la pandemia, con las consecuentes restricciones de desplazamiento interregional que se aplicaron, nos impidieron realizar nuevos viajes, y verificar el estado y situación de la palma, y más importante aún, nos impidió el rescate de semillas. Finalmente, recién en mayo de este año, se pudo concretar una excursión, para alcanzar estos objetivos. Esta vez realicé el viaje solo, para no molestar a mis amigos, y porque quería caminar un poco más que la vez anterior.

Luego de un viaje de cuatro horas desde Santiago, el bus me dejó en un paradero ubicado a un par de kilómetros del camino de tierra que partía desde la Ruta 5 Norte en dirección a la quebrada. Caminé un par de horas con el alma contenta, ansioso por ver nuevamente a la enorme palma, y rescatar la mayor cantidad de semillas de esta vieja amiga. El camino en cierto punto pasaba cerca de los enormes aerogeneradores del parque eólico y, en este punto, una infografía, quemada por el sol, indicaba las especies de flora y fauna que existían en el área. La palma chilena aún seguía sin figurar en el panel. A tres años de poner en evidencia la existencia del ejemplar seguía siendo invisibilizada.

Me decía a mí mismo “no importa, muchas personas sabemos que existe”. Caminé un poco más, bajé por un sendero de ganado hasta el fondo de la quebrada. Mientras me aproximaba al sitio donde se hallaba la palma, noté algo que me inquietó: no lograba divisar la silueta de su inmenso tronco. Quizás tenía que caminar un poco más, pero ya superando una curva de la quebrada, pude ver con angustia lo que había ocurrido: la habían derribado. No se secó, ni se desplomó de forma natural. La botaron. La mataron. Incluso me da la impresión que con maquinaria. Seguramente, como al derribarla no la terminaban de matar, decidieron cortar todas sus raíces, y trozarla en tres partes, decapitándola, y lanzando su cabeza lejos. No había sido hace mucho, pues las hojas aún no terminaban de secarse.

Por un buen rato no di crédito a lo que estaba viendo, sólo atiné a registrar con fotos lo ocurrido. Muchas veces imaginé que, si llegaba a encontrarme con una escena así, caería de rodillas y rompería en llanto, pero, al contrario, quedé como helado, como pasmado, muy confuso, sin entender por qué lo habían hecho. El sentimiento de derrota incluso apagó las ganas de maldecir a nadie.

No aceptando que ahí terminase la historia de esta palma, estuve casi dos horas y a sabiendas que la noche me alcanzaría en ese lugar solitario, recorriendo la quebrada de lado a lado, tratando de encontrar semillas. Lamentablemente, encontré muchas que ya habían sido consumidas por aves y roedores. Esto me ocasionó más pena, pues me dio a entender que la palma estaba sana y fructificando con abundancia, a pesar de la sequía.

Impunidad

La tala y muerte de este magnífico ejemplar significa una pérdida incalculable desde el punto de vista científico y patrimonial. Con la muerte de la «palma huacha» se perdió para siempre este linaje. Con su muerte desapareció el último eslabón de una maravillosa cadena que se remonta a generaciones, y que a lo largo de milenios habían superado glaciaciones, sequías, pestes, cataclismos, depredación, y que había conseguido adaptarse a su entorno de manera exitosa.

La muerte de esta palma significaba la pérdida de todo un linaje que había conseguido encontrar su espacio y prosperar en este particular ecosistema de quebrada del árido Norte Chico.

La pérdida de la genética encerrada en esta palma pone en riesgo la viabilidad y sobrevivencia de toda la especie Jubaea chilensis, que requiere para prosperar de forma exitosa, que se resguarde lo más posible la genética de todas sus poblaciones. Menos diversidad, significa mayor vulnerabilidad. Nunca sabremos qué tipo de adaptaciones particulares guardaba en su acervo genético: quizás tenía el secreto para sobrevivir, con mayor éxito que sus compañeras del sur, a extensos períodos de sequía; quizás tenía una mayor resistencia a ataques fúngicos, que se dan en ambientes donde se combinan calor y humedad, tal como sucede en el ambiente al interior de la quebrada. Nada de eso ya se podrá estudiar y conocer, porque el ejemplar fue derribado.

Sentí que tenía que hacer algo para que esto no quedase impune. Sin atender al tiempo y los recursos que me pudiese exigir esta tarea, decidí denunciar el hecho a la policía. Sin embargo, rápidamente me explicaron en las instancias a las que me acerqué, que era muy difícil que el caso prosperara: ¿a quién se podría perseguir? ¿Qué antecedentes podía yo aportar en este sentido? Es decir, para lograr algo, tendría que investigar por mi cuenta, juntar antecedentes, y entregar indicios del posible culpable. Como esto estaba más allá de mis capacidades, me recomendaban denunciar en los organismos que tenían competencia en materia medioambiental.

En el SAG, la situación no era muy diferente de lo que me habían indicado inicialmente; es decir, si yo no podía entregar los antecedentes del posible responsable al que se debía perseguir, no se podía hacer mucho.

En Conaf, por otra parte, apenas uno ingresa a la página de denuncias, un mensaje explica lo siguiente: “Conaf tiene competencia en el ámbito de la Fiscalización conforme a la legislación Forestal Vigente sobre aquellas formaciones vegetales que conforman bosque, ya sean estas plantaciones (pino insigne, eucalyptus, etc.) o nativos (roble, raulí, ulmo, canelo, etc.) y además las formaciones xerofíticas (queñoa, cactus, etc.)”.

Por lo tanto, una palma de cinco siglos, aunque sea de un valor científico y patrimonial excepcional, si se encuentra aislada, y no están dentro de un grupo conformando un bosque, no está protegida por la legislación forestal.

La única forma de que un ejemplar aislado, como la “palma huacha”, contase con algún tipo de protección, que por lo menos permitiese investigar a los responsables de su tala, es si la especie palma chilena-Jubaea chilensis hubiese sido declarada Monumento Natural, categoría que poseen, por ejemplo, el alerce y la araucaria. Los monumentos naturales gozan de protección por la Convención de Washington, y del decreto que las declara como tal. Esta protección se extiende a individuos que forman parte de un bosque como aquellos que no, dispuesto así por el Dictamen N°2738/2018 de la Contraloría.

Declarar a la palma chilena Monumento Natural

La muerte de la «palma huacha», y la posterior constatación de que ningún instrumento de la legislación vigente permitía iniciar acciones para sancionar a los responsables del hecho, marcó un punto de inflexión, y trazó un nuevo objetivo para mí y para todos aquellos que estamos preocupados por la protección de esta especie. Nos dijimos: este hecho terrible no puede volver a ocurrir, sin que por lo menos se pueda perseguir a los eventuales responsables. De aquí en adelante, somos muchísimos los que no dejaremos de trabajar hasta conseguir que la palma chilena, Jubaea chilensis, sea declarada como un nuevo Monumento Natural de nuestro país.

Juan Jiménez Úbeda
Licenciado en Historia, con formación en el área de la Historia Ambiental.