Avisos Legales
Opinión

El peso de la honra

Por: María Javiera Aguirre | Publicado: 13.06.2022
El peso de la honra Johnny Depp y Amber Heard | Esquire
La escritora y columnista estadounidense Lexi McMenamin explica cómo este juicio se convirtió en un espectáculo mediático sobre la violencia y dice que el veredicto en contra de Amber pone fin al #MeToo.

Hace unos días se conoció el veredicto en el juicio por difamación de Johnny Depp contra su ex mujer Amber Heard. Después de días de exposición pública del proceso, un Tribunal de Virginia, en Estados Unidos, dictaminó que ambos se habían difamado, teniendo que pagar ella 10 millones de dólares y él 2 millones de dólares. Aunque se hizo un repaso por los abusos y la violencia que Heard denunciaba y Depp negaba, el juicio no iba de decir “no, no soy un abusador” –Deep fue declarado culpable de malos tratos por un tribunal inglés en noviembre de 2020–, sino de que los reclamos públicos de Ambar Heard dañaban la honra –y el bolsillo– del actor hollywoodense.

Difamar es desacreditar a alguien por escrito o de palabra, diciendo o publicando algo contra su buena opinión o fama. Lo que se dice sobre esa persona puede o no ser verdad, pero el tema es si hay un daño a la honra, la fama o el crédito social de la o el acusado. Pero, ¿cómo se puede denunciar un abuso o mal trato si no se habla públicamente sobre él? Y, a propósito de esto, ¿qué es lo que realmente daña la honra: golpear y abusar de alguien o que ese alguien haga público el abuso o mal trato?

El Código Penal chileno reconoce la calumnia y la injuria como delitos relacionados con la honra, no la difamación, pero otros códigos penales sí la reconocen como delito. Es probable que el curso que ha tomado este juicio tenga mucha relación con las leyes propias del Estado de Virginia, pero este juicio ha sido seguido y comentado en todo el mundo, generando así una narrativa al respecto.

La violencia machista es prioridad en las agendas políticas del mundo entero; la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado la violencia contra las mujeres como una pandemia y las cifras son abrumadoras. Y esta violencia es ejercida principalmente por parejas o ex parejas sentimentales.

Hemos avanzado en la toma de conciencia respecto de los efectos de los abusos en las víctimas, en lo difícil que es probarlos, y todavía más denunciarlos; la víctima denuncia cuando puede, no cuando quiere. Y el proceso para llegar a denunciar puede ser largo, puede tomar diez años o más para que se produzca el desbloqueo emocional que posibilita a las víctimas hablar. Sin una denuncia formal por violencia es imposible que se haga un proceso judicial y se obtenga por consiguiente una sentencia. Tenemos entonces como sociedad que seguir trabajando para generar las condiciones necesarias para que las víctimas puedan denunciar. No solo mejorar y agilizar los procesos de denuncia y sentencia, cambiar la cultura de la violencia contra la mujer, que es la que posibilita la existencia del abuso, sino también trabajar en los discursos que acompañan los procesos de denuncia y juicio, sobre todo en casos públicos como éste.

La escritora y columnista estadounidense Lexi McMenamin explica cómo este juicio se convirtió en un espectáculo mediático sobre la violencia y dice que el veredicto en contra de Amber pone fin al #MeToo. McMenamin dice que la forma en que este juicio ha sido expuesto en línea, el ridículo y la humillación al que ha sido sometida Heard, y el absoluto desdén por una mujer que afirma que un hombre poderoso abusó de ella, pone en evidencia que no hay lugar para matices para las víctimas de agresión. Si no se trata de una “víctima perfecta” y de un “mal abusador”, cae el peso del juicio público sobre la mujer y entonces son los abusadores quienes tienen todo para ganar.

Quiero creer que el fin del #MeToo será el fin de la violencia, el fin del amparo de los agresores, de la “cultura del jote”, del abuso, del bromista; el #MeToo no puede terminar porque otra vez las víctimas sienten miedo y vergüenza de denunciar. Si se trata de crear un espacio seguro para las víctimas, no podemos poner en una balanza la honra de la víctima y la del abusador. Mucho menos permitirnos que la del agresor pese más.

María Javiera Aguirre
Doctora en Filosofía y comunicadora social.