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Opinión

La barrera psicológica

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 16.07.2022
La barrera psicológica | Agencia Uno
En una realidad de escasez, es probable que emerja un malestar distinto al de octubre de 2019, cuando las energías sociales exigían al poder político y empresarial cumplir la gran promesa de la meritocracia: ampliar la movilidad social desde las turbinas del bienestar económico que exhibía el país de entonces.

Esta semana el precio del dólar rompió la barrera psicológica de los mil pesos, algo que hasta hace pocos meses atrás era considerado una proyección apocalíptica de los populistas del mercado.

Sabido es que el mercado cambiario es frágil y responde no sólo a contingencias globales, sino que también a la percepción respecto a asuntos de política interna. Hay analistas que hablan de factores mundiales post pandemia, otros sindican al gobierno y sus desaciertos en materia económica, y están quienes estiman que el actual proceso constituyente ha aportado inestabilidad suficiente como para depreciar el peso chileno. Lo cierto es que, en una prueba de alternativas, la opción “todas las anteriores” podría ser la correcta: existe un mundo post pandemia con alta inflación y escases de recursos básicos, el gobierno y su política económica han dado varias volteretas en pocos meses, y el día después del plebiscito del 4 de septiembre es de incierto pronóstico.

Este complejo escenario económico aparece justo cuando se presenta un texto constitucional que ha sido asumido, por las fuerzas impugnadoras al capitalismo exacerbado, desde la lógica del todo o nada, algo así como una final del mundo donde el triunfo otorgaría el exorcismo definitivo del espíritu neoliberal, pero a su vez una derrota pudiera dejar un trauma del que costaría mucho levantar a las nuevas izquierdas. Mientras todo esto pasa, los efectos de la macroeconomía (misma que durante años era sindicada por algunos críticos al modelo como una patraña de economistas gringos) comienza a sentirse en el diario vivir del ciudadano de a pie, pues el precio del dólar y la elevada inflación, están incidiendo en las concretas condiciones materiales de existencia.

Es en estos momentos que la realidad se aparece en su estado más obvio, cuando la economía intimida a los grupos medios con retroceder a un pasado de escasez y, a los más pobres, con cortar su cadena de ascenso material y simbólico. En una realidad de escasez, cuando la preocupación por el valor de los productos básicos desplaza a los anhelos de viajes al extranjero, autos nuevos, posgrados universitarios y al sueño de la casa propia, es probable que emerja un malestar distinto al de octubre de 2019, cuando las energías sociales exigían al poder político y empresarial cumplir la gran promesa de la meritocracia: ampliar la movilidad social desde las turbinas del bienestar económico que exhibía el país de entonces.

Y es que cuando el bienestar se hace moroso, el consumo se estrecha y los esfuerzos no parecen encontrar más retribución que la sobrevivencia, es probable que muchas personas comiencen a mirar con nostalgia los años en que sus necesidades materiales, ya satisfechas, abrían paso a los anhelos posmateriales, donde la subjetividad individual se instalaba en un podio de demandas identitarias y multiculturales.

La crisis por la que comienza a atravesar Chile no es original ni inédita, es más, puede que sea menos feroz que otras como la de inicio de la década del 80 o de fines de los 90, pero, tal como Jorge Millas expuso en uno de sus ensayos, “todas las épocas se han sentido alguna vez acongojadas y lo que las diferencia, entonces, no es el malestar que las aqueja, sino la forma en que procuran hacerle frente”.  He aquí un punto importante a considerar para los meses que vienen: saber diagnosticar el malestar presente de una sociedad que ya no habita el país de octubre de 2019 (cuando el dólar estaba a $ 712), sino que el de un Chile con una economía que no crece como antes (y con un dólar a $ 1.050).

En la medida que el gobierno se empecine en priorizar una agenda constitucional, política e identitaria, por sobre un relato pro inversión y reactivación económica, se arriesga no sólo a perder pan y pedazo en un escenario de triunfo del Rechazo, sino que también a entregar la banda presidencial a algún líder opositor que, en un país con recesión económica, termine apelando (para hacerse de la nave del Estado) al concreto bolsillo de los chilenos: un lugar donde suelen morir ideologías, religiones y todo tipo lealtades.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.