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Opinión

La franja electoral y el espíritu de familia como disputa

Por: Javiera Cienfuegos | Publicado: 19.08.2022
La franja electoral y el espíritu de familia como disputa |
La familia ‘per se’ no se presenta en la franja del Rechazo, opción más asociada a sectores conservadores de la sociedad que siempre la han defendido como valor: se esquiva esta discusión porque sabemos que es una disputa incómoda. En cambio, la familia como unidad de observación y análisis, unidad espejo del mundo social, sí existe en el Apruebo. Eso ya nos dice mucho sobre las alternativas que hay en juego.

En la franja electoral del 5 de agosto, la familia es una categoría en disputa, tanto en su definición y contenido como en su uso.

Por una parte, la familia que nos presenta el Partido De la Gente con el Rechazo es una emulación de la familia Herrera de la serie los 80. Se condice exactamente con aquella que la Constitución todavía vigente, en alianza con el Código Civil decimonónico, define como la base de la sociedad: heterosexual, unida por matrimonio, con descendencia y viviendo bajo un mismo techo.

Nada tan distinto de la familia de Jaime y Claudia, en la franja del Apruebo: una pareja casada hace 20 años, con dos hijas y una perrita mestiza. Jaime tiene dos trabajos y se muestra cariñoso con sus hijas cuando le preguntan si votará en el plebiscito: “Para qué, si igual hay que ir a trabajar”. Esta  familia, como la del Rechazo, trabaja mucho, se quiere, duerme poco y se desvela con sus problemas. Por ahí se cuela la propuesta constitucional en las manos de Claudia para mostrar a una familia capaz de informarse, capaz de discutir políticamente por muy humildes que sean sus orígenes.

La familia que muestra el Apruebo se entiende más como un grupo social del siglo XXI que está experimentando las vulnerabilidades del capitalismo tardío: precariedad laboral, falta de tiempo para el ocio: viviendo para trabajar y no trabajando para vivir (artículos 45, 46 y 91).

La familia del Rechazo está sentada en la mesa y los hijos inician una discusión acalorada acerca del texto político. Repentinamente, el patriarca alza la voz y anula la tensión que se estaba suscitando entre los hermanos –una militante de izquierda y un joven asociable al personaje de la  serie que era cabo militar en dictadura–, dejando ver que “la familia es familia”; que no tiene sentido llevar la discusión política a la mesa, porque “en esta familia no hay nadie de derecha ni de izquierda, hay gente común y corriente”. Sin mucha dificultad, uno podría continuar las líneas del libreto: “aquí nadie alce la voz, sólo yo, nadie discuta porque somos apolíticos”.

Yo me pregunto: ¿cómo se puede apelar a la neutralidad cuando estamos presentando a la familia, por lejos la institución más recargada y agotada de Chile, y a sus problemas severos de bienestar, como si no fuesen demanda? ¿Cómo puede pensarse que la familia no tiene derecho a discutir en la mesa o a informarse sobre lo que sería una nueva Constitución? Señoras y señores del Rechazo: la familia reprimida, la familia con miedo a hablar (esa de la dictadura), ya no existe.

Más aún, la pluralidad familiar que sí se ha visibilizado en el Chile del siglo XXI, y sí ha pedido reconocimiento, no está en la franja del Rechazo. Tampoco es que figure mucho en la del Apruebo en la imagen de Jaime y Claudia, aunque hay una brevísima referencia en la sección de Amnistía Internacional por la diversidad sexual y familia diversa por el apruebo. Muy significativo es el lugar que asignan a las mujeres madres, trabajadoras y jefas de hogar, enarbolando la monoparentalidad, el rol de las abuelas, así como el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado.

Aquí me surge otra pregunta: ¿están ambas franjas hablando de la familia y desde la familia? Una segunda lectura podría hacer pensar en el uso metafórico en el Rechazo: el país presentado en la forma de una familia, muy similar a lo que Piñera hizo cuando presentó la nueva Ley Migratoria que “ordenaba la casa”. Y ahí sí lo apolítico me calza con lo que ha sido argumentando por el Rechazo en su consigna. Un país-familia que no distingue entre tendencias políticas de sus integrantes, que se plantea neutral y anula las diferencias, un país que no debiera pronunciarse, por ahora. Un país ficticio basado en el amor. Rescatando a Pierre Bourdieu, el espíritu de familia se corresponde con la voluntad estatal.

Muy distinto en este plano es el uso del Apruebo, donde la familia que se ve acongojada es resultado de un sistema que le ha negado beneficios y derechos: a un trabajo digno, a la educación de sus hijos, a la vivienda, a la posibilidad de conciliar trabajo y familia, del reconocimiento de su trabajo no remunerado de cuidados, el derecho al ocio.

La familia del Apruebo nos está mostrando la necesidad de ir más allá en dos frentes: en el frente de los ideales modernos y europeos de una familia patriarcal y héteronormada, y en el frente de una unidad de observación que nos muestra los asuntos políticos de primera relevancia. El derecho a cuidar y ser cuidado, a una vejez decente, desde mi punto de vista, es una de las más innovadoras dimensiones.

Paradojalmente, la familia per se no se presenta en la franja del Rechazo, opción más asociada a sectores conservadores de la sociedad que siempre la han defendido como valor. Por el contrario, se esquiva esta discusión porque sabemos que es una disputa incómoda. En cambio, la familia como unidad de observación y análisis, unidad espejo del mundo social, sí existe en el Apruebo. Eso ya nos dice mucho sobre las alternativas que hay en juego.

Javiera Cienfuegos
Doctora en Sociología.