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Opinión

Carta de una lacra humana al Señor Sheriff Gaspar Rivas

Por: Francisco «Papas Fritas» | Publicado: 30.08.2022
Carta de una lacra humana al Señor Sheriff Gaspar Rivas Gaspar Rivas |
Soy la lacra asquerosa a la cual usted se refirió, que espera tranquilamente que el sheriff burgués se ensucie las manos por una vez que sea, y me dispare, pero sin trampas. Que no envíe a matarme por manos de quienes por hambre y por cuantas monedas a cambio se descalzan y le son obedientes a sus doctrinas, contra su pueblo.

La palabra lacra (“huella o señal de una enfermedad”) parece venir de lacre (“pasta sólida de color rojo, derretida, se utiliza para cerrar  una carta”, “color rojo”, pero en este caso “una  “marca roja dejada por el azote o herida”) [De la web Etimologías de Chile]

Señor Sheriff:
Soy una lacra y vengo a mostrarle las huellas que ha dejado en mi cuerpo los azotes de sus matones. Ustedes, que jamás se ensuciaron las manos trabajando o en las diversas formas de  esclavitud que nos han impuesto, se han manchado sus manos con sangre y sudor que salpica de los latigazos en nuestra espalda, y que dejan marcado su sello en lacre, costra, sangre y piel muerta.
Soy la lacra asquerosa a la cual usted se refirió, que espera tranquilamente que el sheriff burgués se ensucie las manos por una vez que sea, y me dispare, pero sin trampas. Que no envíe a matarme por manos de quienes por hambre y por cuantas monedas a cambio se descalzan y le son obedientes a sus doctrinas, contra su pueblo.
Valoro que quiera mancharse las manos con sangre, pero qué cobardía disparar por la espalda. Atrévase a hacerlo mirándome a los ojos; por mi parte, no me arrancaré ni me defenderé, sólo le devolveré fija la mirada para recordarle la historia de cómo su clase asquerosa sometió a las drogas a mujeres, hombres, niños y jóvenes, para poder imponer sus doctrinas. Entonces si aun así la pólvora suena, es que otra vez ha cantado la injusticia. Si el peso del plomo abre mi interior rompiendo mis tejidos, entonces mi muerte revela que sus preocupaciones son otras.
Mire a los ojos a esta lacra, cuyos ancestros construyeron palacios por un plato de comida descompuesta; y cuando se rebelaron les quitó la ración agusanada, y cuando se rebelaron aún más mandó a sus matones a ensuciarse las manos, ahorcándolos, reventándolos a palos, ejecutándoles por la espalda. Aun así, no les vencieron. Cuando sobrevivieron y exigieron derechos, ustedes votaron en contra; cuando hicieron huelgas, les bajaron el sueldo y les despidieron; y cuando ya no pudieron someterles con la tortura y la muerte en dictadura, les volvieron adictos a todo un modelo que se sistematizó para el beneficio de pocos y el sometimiento de una clase trabajadora completa.
Ingresaron drogas a nuestras poblaciones, a nuestras organizaciones, pero ustedes no lo  reconocen. Hasta los despiadados norteamericanos han sido capaces de admitir tales estrategias inhumanas contra quienes el estado determinó como enemigos y crearon la adicción en las dictaduras de Centroamérica y en poblaciones negras sus propios estados.

Pero usted y su clase no han admitido jamás nada, ni cómo sus militares de casta burguesa durante la dictadura de Pinochet financiaron los delitos más inhumanos de la DINA gracias al narcotráfico, administrando las refinerías de drogas, y después ingresando las drogas en las poblaciones, en las organizaciones, para desestabilizar, prácticas que hasta el día de hoy utilizan desde sus diversos lugares de poder.

Señor Sheriff: ¿será capaz de dispararle en la nuca a quienes están detrás en la historia de la droga en Chile? ¿A quienes pertenecen a su clase burguesa y que se benefician del tráfico?

No, no lo haría. Es más, dudo que les llamaría lacras y menos asquerosas. Porque es más que posible que en sus fines de semana se sienten a compartir un asado, y quizás qué otras cosas, con ellos que se benefician del tráfico y las masacres en los márgenes

Señor Sheriff, lamentablemente no logro creer en sus lágrimas de cocodrilo, menos en su   preocupación por la sociedad más precarizada que habita el territorio llamado Chile. Si fuera así, usted debería luchar por sueldos dignos, por acabar con la acumulación de riquezas, por acabar con el capitalismo que ha generado la adicción a consumir absolutamente de todo.

Recuerdo las publicidades que instalaron el modelo en las décadas de los 80 y 90, generando no sólo el deseo de falsas necesidades en el consumismo, sino que a la lamentable emoción de tener vergüenza de ser obreros y clase trabajadora. ¿Cómo entonces usted puede pedirnos trabajar, si nos avergonzaron de ser obreros?

Un joven Daniel Muñoz protagonizaba una publicidad donde identificaba a sus compañeros de colegio entre quienes usaban zapatos originales de la marca Pluma y quienes usaban las copias económicas. ¿Recuerda usted, señor Sheriff, haber visto a jóvenes y niños sin zapatos? Esa misma publicidad decía “matricúlate con Pluma y rechaza a los copiones”.  ¿Cómo piensa que crece un niño al ver tal publicidad, que valida rechazar a quienes son pobres? Ese otro niño que sabe que en el Chile clasista jamás llegará a ser alguien más que un peón endeudado. Pero no es sólo aquella publicidad la que crea una subjetividad aniquiladora, sino miles de otros dispositivos para la dominación del capitalismo cognitivo.

Su sector, al que defiende y pertenece, le inculcó que debían alcanzar un estatus social basado en el materialismo y el consumismo, como tener un auto endeudándose, aunque “Perico” sólo podía acceder a una bicicleta y lo marginaron como un inepto fracasado. ¿Entiende usted, señor Sheriff, a dónde quiero ir? Ustedes, señor Sheriff, su clasista y abusadora burguesía, transformaron a la sociedad, al pueblo, en deudores, a personas en individuos con derecho a consumo, arribistas, exitistas, aspiracionales, primero con la farsa de la meritocracia y después con el emprendimiento.

Ustedes emplazaron al pobre a tener que conquistar la meritocracia a como dé lugar, con emprendimientos ilegales, porque el sueldo base no alcanzó y no alcanza  para los productos más  básicos, y menos para aquellos  productos  que ustedes desde su clasismo burgués indican que son el estándar para acceder a una mínima posición social, para ganar respeto y admiración; y aunque se acceda a ciertos bienes materiales de estatus, jamás  permitirá el alcance para que nuestros hijos  ingresen a sus escuelas para ricos, universidades y acceso a puestos de trabajo.

Ustedes encontraron a los deseantes en poblaciones y, con el fin de aniquilar las posibilidades de organización, también vieron diversos beneficios económicos a cambio de destrozarles la vida; incentivando a sentir vergüenza de la pobreza que ustedes les crearon e instalando el negocio de aniquilar a sus vecinos para no ser rechazados por copión. Mientras las tortas llegaban a las juntas de vecinos, junto con bolsas de mercadería con el logo de UDI popular y evangélicos conservadores, Señor Sheriff, ¿a cuántos jóvenes microtraficantes le pondrá la pistola en la nuca por querer comprar, ya no los zapatos Pluma, sino las Jordan de 200 dólares? ¿O también pondría su arma en la nuca de los cientos de carabineros involucrados en la cadena del tráfico y adicción de la juventud?

Ahora que ustedes mismos, señor Sheriff, hacen parecer esta situación incontrolable a conveniencia, me gustaría saber si usted se dispararía en la nuca por ser parte de quienes defienden e implementan las reactualizaciones del modelo que ha llevado a la barbarie y permite sus discursos populistas propios de los nuevos guiones neofascistas, que omiten el mapa histórico de cómo llegamos a un hoy, y cuentan solo el desenlace cargando los muertos a quienes están por debajo de su clase. Reconocer la historia de cómo llegamos al hoy significa la valentía de reconocer, de la cual usted carece. Señor Sheriff, ¿le queda claro que sí hay responsables? Pero usted no se rebelará contra su clase, ni admitirá la responsabilidad de los que han viralizado la enfermedad que nos marca como lacra.

Señor Sheriff: en mí no verá la vergüenza que quisieron provocar. Al contrario: verá orgullo de clase obrera, verá portar las heridas de mis ancestras como memoria, para identificar a mis enemigos de clase. Y el día que usted pose en mi frente su pistola cargada con balas de saliva con halitosis, se orine en los pantalones de su miserable e insignificante sentimiento de culpa, no habrán dioses que le den el perdón a su triste espectáculo de arrepentimiento, y ese día verá usted en dolor propio quien es “la lacra asquerosa”.
Atentamente,
Francisco Papas Fritas

Francisco «Papas Fritas»
Artista.