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Opinión

El mito político en el plebiscito chileno

Por: Valeria Burgos | Publicado: 07.09.2022
El mito político en el plebiscito chileno |
En este proceso desarrollado en Chile, somos responsables de haber calculado mal esas fuerzas y de creer que el mito político y la campaña infundada, efectuada de una manera estratégica y meticulosa, no serían capaces de derribar las convicciones y principios que con esperanza se crearon con el fin de dar respuesta a las históricas demandas ciudadanas. 

Desde la filosofía y las ciencias, habitualmente se entiende el ‘mito’ en oposición al ‘logos’, es decir, el conocimiento irracional intuitivo, imaginario y fantasioso versus el conocimiento metódico, racional y científico. Con orgullo, por siglos declaramos una victoria frente al pensamiento mitológico y primitivo, una ignorancia vencida por el avance del saber. Sin embargo, el mito se moviliza en los lugares más propios de nuestra vida cívico-política, a la luz y a la vista de todos, pero se desconoce su naturaleza y la intención detrás de una serie de discursos instalados en el imaginario –la mayoría de Chile– que han absorbido una de las vetustas estrategias políticas, usadas por los más astutos ideólogos y aplicadas en los reconocidísimos regímenes políticos que han ocupado un lugar en la historia.

Ernst Cassirer, en El mito del Estado (1946), afirma que “de todos los ídolos humanos, los políticos, los idola fori –ídolos de mercado– son los más peligrosos y pertinaces”. Tras vivenciar y analizar en un palco –desafortunado, por cierto– el inicio y desenlace de la Segunda Guerra Mundial, el filósofo observa cómo la ideología nazi se instaura en la sociedad alemana y la ciudadanía empieza a consumir, repetir y vitorear una propuesta que comienza a expandirse en escuelas, iglesias, calles y todos los lugares públicos y espacios privados a través del discurso y la propaganda. El marketing y los medios de comunicación fueron protagonistas de esta campaña que moldeó la mentalidad de miles. El discurso y la propaganda nazi no es un caso aislado; el fascismo italiano o el socialismo norcoreano son ejemplos de manipulación de los medios de comunicación para que un discurso impuesto convenza a la ciudadanía y tenga incidencia en el comportamiento de una nación.

Si lo llevamos al contexto actual, en nuestra realidad país, es posible aseverar que el proceso constituyente que se desarrolló en Chile durante los últimos 3 años no ha estado exento de polémicas y tampoco se puede negar que el escenario preferente de la clase política para enfrentar los conflictos ha sido redes sociales y medios de comunicación. Guy Debord ya lo preveía en La sociedad el espectáculo (1967): la sociedad crea imágenes motivadas por los medios de comunicación en las que es posible identificar protagonistas y antagonistas.

El diario El Sur, en su edición del domingo 4 de septiembre, publicó un reportaje titulado “Las alianzas, hitos y polémicas que marcaron la Convención Constitucional”, como si, en última instancia, los medios quisieran revivir polémicas y discusiones para que la ciudadanía volviese a calificar de manera negativa a los constituyentes, a quienes se ha evaluado injustamente de ‘formular una propuesta mal hecha’ o ‘no saber leer a la ciudadanía’.

Sin embargo, las críticas apuntan más que a la propuesta de la Constitución a los convencionales, quienes fueron juzgados desde el inicio del proceso por su nivel de estudios, su lenguaje y hasta su vestimenta, volviéndose protagonistas de una especie de programa televisivo o reality show, con enredos, aprobación por popularidad, alianzas, entre otras situaciones de disputa. Cabe preguntarse: ¿era acaso posible evitar esa situación?, ¿hubiésemos expuesto a los constituyentes de la misma manera si hubiesen sido otros los elegidos? La respuesta es: probablemente sí. Hoy, tras el resultado del plebiscito, uno de los discursos predominantes es ‘no hicieron bien su trabajo’, pero ¿quién entonces hubiese sido un representante genuino?, si los convencionales fueron personas electas legítimamente y representantes de todos los sectores y pueblos, con distintos saberes y conocimientos, que reflejan auténticamente a un país.

Esta semana el medio 24 Horas (de TVN, el canal público) expuso una nota de prensa titulada “Jornada de mea culpa y recriminaciones: ¿En cuánto influyeron las polémicas de los convencionales?”, como si la vida de los convencionales tuviera más fuerza política que las ideas de la propuesta. Este espectáculo, digno de circo romano, volcó la mirada pública hacia la vida y la exposición de los constituyentes y direccionó el foco de atención lejos de los artículos del documento.

Esta fue la tónica que siguió repitiéndose a días de la elección. Los medios de comunicación alimentaban el hambre de espectáculo a través de titulares como “Condena transversal causa performance sexual con bandera chilena en actividad de Apruebo Transformar” (Biobiochile.cl , 28 de agosto de 2022), o “Conductor de carreta que atropelló a personas en la Alameda denuncia que ciclistas ‘estaban tirando piedras con hondas’” (adnradio.cl, 29 de agosto de 2022), o “Una turba agrede a Simón Boric, hermano del Presidente Gabriel Boric” (Chile.as.com, 1 de septiembre de 2022) .

La dirección que tomó la prensa chilena ad portas del plebiscito es concordante con lo que ocurrió durante estos meses, en los que se posicionaron en la palestra las discusiones y garabatos de Teresa Marinovic, el descalabro de Rojas Vade, entre otras particularidades que subieron los índices de audiencia, ranking y retweets. Esto no hizo más que nutrir al público con pan y circo, privilegiando un enfoque comercial por sobre la profundización en los alcances de la propuesta. Pero eso no es todo. Lo más grave del rol adquirido por los medios y de las figuras políticas –más de algunos sectores que del otro– es que el discurso propuesto caía en falacias y se volvió tan poco honesto que desplazó la realidad en sectores donde había una intencionalidad de cambio concreta.

Los eslóganes propagandísticos como ‘rechazar para reformar’ o ‘si no rechazas vas a perder tu vivienda y propiedad’, algunos incluso tan absurdos como ‘la nueva Constitución va a cambiar los símbolos patrios’, generan un condicionamiento no menor en la población, como lo afirmaba una vecina en Puente Alto, cuando en Chilevisión Noticias la noche del 4 de septiembre alega “la Constitución la habían escrito mala (…) somos un puro pueblo, no hay dos banderas ni dos escudos”, en contra del borrador de la propuesta.

Si hay que hacer un mea culpa, es que el pueblo chileno se esforzó en generar un proceso que no llegó a buen término porque el discurso vacuo de los medios caló más hondo y como sociedad no fuimos capaces de darle la seriedad que ameritaba. Finalmente, los canales de televisión hicieron un festín a través del mito político, con pormenores, circunstancias menudas y particulares, que fijaron la mirada en la forma y no en el fondo, creando la sensación colectiva de que los constituyentes no redactaron el documento con la seriedad que merecía y que, por ende, el documento estaba mal hecho.

El pasado domingo, la ciudadanía privilegió el mito por sobre el logos; pero no seamos ingenuos al creer que el pensamiento mítico es irracional y superfluo y que deviene sin dirección: al contrario, es una estrategia peligrosa.

Una investigación reciente, realizada por el Colectivo Pliegue para el documental Identidad y simulacro, expuso que para el año 2023 la mayoría de los países consumirán más noticas falsas que reales y que el concepto de fake news fue absorbido por el lenguaje político para cambiar la percepción que fuera contraria a los intereses. Este mito fantasioso, imaginario e irracional se vuelve poderoso, más incluso que la verdad o impone una nueva verdad.

Cassirer creía que el mito político es invulnerable y que destruir los mitos rebasa el poder de la filosofía, pero que podemos comprender a nuestro adversario y conocer sus fuerzas. En este proceso desarrollado en Chile, somos –como dirá el mismo Cassirer– responsables de haber calculado mal esas fuerzas y de creer que el mito político y la campaña infundada, efectuada de una manera estratégica y meticulosa, no serían capaces de derribar las convicciones y principios que con esperanza se crearon con el fin de dar respuesta a las históricas demandas ciudadanas.

Valeria Burgos
Magíster en Filosofía. Docente de la Universidad Católica del Maule.