Avisos Legales
Opinión

Una nueva oportunidad para superar la fragmentación social y política

Por: Víctor Vallejos | Publicado: 25.09.2022
Una nueva oportunidad para superar la fragmentación social y política 18 de octubre de 2020 |
Frente a un eventual nuevo proceso constituyente con protagonismo del Congreso, la tarea fundamental del momento pasa por construir una nueva fuerza política y social, que logre articular al feminismo, a los movimientos sociales, a las organizaciones de base y a las fuerzas de izquierdas que aspiramos a la apertura de un camino que permita la superación del capitalismo en nuestro país.

Para las izquierdas y el activo social construido en las movilizaciones de las últimas décadas, y que volcamos gran parte de nuestra actividad a este proceso constituyente, urge no solamente acercarse a una lectura que nos permita interpretar los alcances y la profundidad de la derrota electoral del 4 de septiembre, sino que además necesitamos trazar con prontitud los caminos que nos permitan superar la desorientación y frustración inicial.

Septiembre está marcado por la conmemoración del Golpe de Estado, lo que nos ayuda a comprender que, si bien hoy nos enfrentamos a un serio revés, éste resulta incomparable a la derrota estratégica que los pueblos sufrimos en el 73, donde no solo se aniquiló físicamente a las militancias de izquierda, sino que también se socavó cualquier posibilidad de desarrollo para los proyectos políticos transformadores. El profundo reflujo que esto trajo, y que se revirtió parcialmente con las protestas contra la dictadura en la década del 80, volvió a expresarse cuando las élites en conjunto con los militares pactaron las condiciones para el retorno a la democracia, lo que se tradujo en un largo ciclo de apatía, conformismo y fragmentación social, que recién comienza a revertirse con las primeras movilizaciones masivas que se desarrollaron en la década del 2000.

Aunque aquella mirada histórica de mediano plazo nos ayuda a sopesar mejor la profundidad de esta derrota electoral, no intenta ocultar lo doloroso e inesperado que fue el resultado de este plebiscito, en particular por su magnitud. Probablemente el amplio triunfo del Rechazo en los sectores populares, en las mujeres y en la juventud, fue el golpe más difícil de digerir para quienes apostábamos que en esos segmentos del electorado estaba la potencialidad de conquistar un triunfo.

Interpretar estos resultados no es sencillo y es evidente que múltiples factores entraron en juego. Por lo pronto, frente a los sectores que apelan al supuesto “maximalismo” de la propuesta de nueva Constitución, enfrentada a una sociedad más conservadora de lo que las izquierdas pensábamos, creemos que los contenidos del proyecto no fueron los protagonistas a la hora de dirimir el voto y que, por lo tanto, el éxito del Rechazo refleja principalmente la capacidad de la derecha para conectar en esta vuelta con malestares y temores que son parte de esa misma crisis que explotó en octubre de 2019, ayudados claramente por una estrategia electoral bien pensada que contó con gigantescos recursos económicos y comunicacionales. ¿Pero en qué fallamos las izquierdas y cuál es nuestra principal autocrítica?

Desde nuestra vereda, nos parece que hemos sobrevalorado los alcances del proceso abierto con la revuelta de octubre de 2019, en términos de su capacidad para disputar de manera masiva aquel sentido común neoliberal tan bien asentado en las últimas décadas y que se expresa en ese miedo irracional a perder las pocas cosas que tenemos, mientras privilegiamos salidas individuales por sobre respuestas solidarias a nuestras problemáticas. Y aunque la sociedad chilena atraviesa por un proceso de politización que se aceleró con el estallido social, esto no se tradujo en la consolidación de referentes sociales y políticos que permitieran superar a gran escala la fragmentación a la que nos arrojó el modelo neoliberal.

Esta fragmentación, y la ausencia de instrumentos políticos que le permitieran a los sectores más dinámicos del movimiento popular representarse a sí mismos y defender directamente sus intereses, dándole coherencia a todas las demandas sectoriales que terminaron explotando en 2019, explica en parte la incapacidad que tuvimos los pueblos movilizados para forzar al sistema político a una apertura más favorable que la definida por la elite en el acuerdo del 15 de noviembre. Y juega también un rol preponderante en los resultados del plebiscito de salida.

Y mientras desde el día uno de la Convención la derecha abandonaba cualquier intento por incidir seriamente en los contenidos de la nueva Constitución, destinando sus fuerzas, sus medios de comunicación y sus enormes recursos a desprestigiar el proceso, las izquierdas y los movimientos sociales carecíamos de las herramientas políticas que facilitaran el desborde popular de la Convención, entendiendo esto como una apropiación por abajo, que permitiera masivamente la incidencia directa de las grandes mayorías en la definición de los contenidos de la nueva Constitución, haciéndola propia y generando con ello condiciones más favorables para defender el resultado de dicho proceso desde el seno del pueblo, con su propio lenguaje y atendiendo a sus necesidades más inmediatas.

Al mismo tiempo, la fragmentación social y política se expresa en una propuesta de Constitución en la que es difícil entrever un programa de transformación que le dé un sentido coherente y con mirada de conjunto a las reformas que finalmente se plasmaron en el papel.

Teniendo en cuenta lo anterior, y frente a un eventual nuevo proceso constituyente con protagonismo del Congreso y en el que las fuerzas transformadoras estaremos en un peor pie, creemos que la tarea fundamental del momento pasa por construir una nueva fuerza política y social, que logre articular al feminismo, a los movimientos sociales, a las organizaciones de base y a las fuerzas de izquierdas que aspiramos a la apertura de un camino que permita la superación del capitalismo en nuestro país.

Las tareas de esta nueva fuerza son múltiples, pero su prioridad debe estar en el fortalecimiento de las capacidades políticas y organizativas de los pueblos, apostando a lograr una amplia inserción en los sectores más desfavorecidos de la sociedad, que nos permita vincular las necesidades más urgentes con un proyecto político que resuelva dichas necesidades bajo una mirada colectiva, solidaria y con protagonismo popular, a contrapelo de las respuestas individualistas y competitivas propias del neoliberalismo. Los espacios territoriales que se levantaron en esta campaña o la articulación que se desarrolló desde Movimientos Sociales Constituyentes durante la Convención, y luego desde el Comando de Movimientos Sociales por el Apruebo, sin duda constituyen experiencias valiosas que perfilan el camino a seguir.

Y aunque la disputa electoral de ciertos espacios de poder al interior del Estado o la necesidad de tener voz propia en una nueva Convención pueden ser tareas a desarrollar, creemos que en un escenario político marcado por el viraje al centro de Apruebo Dignidad, el fortalecimiento de las derechas incluyendo sus expresiones más reaccionarias y el cierre institucional a la participación popular en el que coinciden la mayoría de los actores políticos, resulta más urgente volcar de manera prioritaria nuestros esfuerzos a fortalecer las herramientas políticas propias y potenciar la capacidad de movilización de los pueblos, con mirada de mediano plazo, disputando a nivel subjetivo y en amplias capas de la sociedad, el devenir del descontento que arrastra la actual crisis del modelo chileno.

El deterioro en el mediano plazo de la situación económica, que provocará una precarización mayor de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, nos urge a que seamos las izquierdas y los movimientos sociales quienes, desde el seno de los pueblos, aportemos en la búsqueda de soluciones concretas a las problemáticas más urgentes, lo que incluye también abordar temas como la seguridad, buscando romper con el esquema tradicional en el que la derecha encierra estos conflictos.

Si no lo hacemos, le abriremos aun más la cancha a los sectores que buscarán una salida autoritaria de la crisis. Lo que nos obliga también a poner en el centro la defensa irrestricta de los derechos humanos, la reparación integral de las víctimas de la dictadura y del estallido social, junto con insistir por la libertad de las personas que se movilizaron en la revuelta y que adquieren una condición de presos políticos, ya que el Estado se ha hecho parte activa de sus procesos judiciales con la complicidad de las policías, pese a que los actos cometidos se dieron en un escenario de crisis social y política, que se desprende de las desigualdades estructurales de nuestra sociedad.

Ahora que ya han ido pasando los días y que hemos podido entender mejor los resultados del plebiscito, pero también gracias a los y las secundarias, que han sido nuevamente las primeras en remecer por abajo el escenario de la derrota, nos permitimos nuevamente tener esperanza en el futuro próximo. El escenario sigue abierto y las derrotas definitivas no existen.

Víctor Vallejos
Activista en comando Santiago Aprueba. Militante de Solidaridad.