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Opinión

El impasse de «Interferencia»

Por: María Elena Andonie | Publicado: 22.10.2022
El impasse de «Interferencia» Portada del sitio Interferencia |
Me provoca estupor, asombro, enfado y mucho dolor esta retirada de tantos suscriptores de «Interferencia», provocando un daño inconmensurable al escasísimo verdadero periodismo en este país.

Estando en Italia, el 22 de septiembre pasado, me enteré de la noticia: Víctor Herrero anunciando el “inminente cierre de Interferencia”. Con estupor y apretón de guata, leí lo que Herrero (director de ese periódico digital) declaraba ante un medio de prensa, manifestando que “el PC y el Frente Amplio de La Moneda contribuyen a mantener a la prensa de derecha siempre”. Esto, tras una polémica con el gobierno; En Interferencia acusaron a la ex jefa de asesores de La Moneda, Lucía Dammert, de estar involucrada en la investigación del FBI contra el ex ministro mexicano Genaro García Luna.

En el medio de comunicación, el 15 de septiembre, se informa: “García Luna se encuentra actualmente en prisión preventiva en Nueva York, acusado de colaborar con el cartel de Sinaloa, encabezado, en su momento por el Chapo Guzmán”.  Y se dice que “Lucía Dammert fue asesora senior, durante 6 años, de García Luna, durante el periodo en que las autoridades estadounidenses le imputaron el ilícito al ex ministro mexicano”. Y continúa: “La señora Dammert fue contactada por el personal del FBI para prestar una declaración voluntaria, a lo cual ella habría accedido, según las fuentes consultadas por este medio” (ver: https://interferencia.cl/articulos/director-de-interferencia-sobre-el-caso-lucia-dammert-y-desmentido-del-gobierno-sostengo).

Esta información provocó “terremoto grado 20” en La Moneda, desmintiéndola radicalmente: “El gobierno de Chile confirma que dicha información es falsa y que Lucía Dammert no ha sido citada a declarar en ninguna investigación o proceso judicial, llevado a cabo en EE.UU.”. Además, Dammert se pronunció dos veces, en relación a “querellarse contra Interferencia”. Ante lo cual el periodista Herrero replicó: “Como director y representante legal del medio, también me reservo el derecho a querellarme contra la señora Dammert y el gobierno de Gabriel Boric, por difamar un trabajo periodístico, fundado en información sólida documental y de fuentes reservadas”. Y prosiguió: “Que la autoridad política de un país utilice todos sus recursos para atacar a un medio que no es de su agrado también merece una sanción”. Lamentando que “este gobierno tenga prácticas intimidantes contra la prensa”, y que “ni siquiera en el gobierno de Piñera, del cual fuimos abiertamente críticos, recibimos un trato tan vejatorio, como el que está ejerciendo Apruebo Dignidad”.

Paralelamente, en su cuenta de twitter, aseguró: “Los fake news del gobierno, desmintiendo a Interferencia, están logrando su objetivo. Hemos perdido hoy tantos suscriptores que tendremos que bajar las persianas”. Y enfatizó en sentir “pena por nuestro país”.

De inmediato, lo relacioné con el truculento cierre de La Red, en junio de este año, único canal de televisión con verdadero periodismo en Chile. Por lo cual aún, después de 4 meses, estaba en “duelo”.

Acto seguido, me di el trabajo de leer todos los comentarios de las y los suscriptores de Interferencia sobre la declaración de Herrero. ¡No lo podía creer! ¿Cómo -no todos, pero una mayoría-, por defender al gobierno de Boric, denostaban al medio con epítetos como “poco serios”; “no son capaces de asumir un error y siguen desprestigiando a una persona”; o “necesitamos urgente una Ley de Medios, para evitar que haya gente mintiendo en los medios de circulación nacional”; “Sigan así, el desgobierno de Boric cada día más acorralado”; “Los lectores de Interferencia merecemos una explicación sobre la publicación de Lucía Dammert”; “No es primera vez que ustedes publican noticias falsas”; “Esto no es periodismo correcto, es amarillismo”; “Los de a pie quedaremos al susurro de los rumores”; “Deseo de-suscribirme, hasta que se aclare lo de Dammert”; “Hagan periodismo de VERDAD”; “Háganse ver, parece que se les dio vuelta la línea editorial”; “Ya se validó la mentira como forma de campaña electoral. No se puede validar como medio de comunicación. Lo que hacen es repulsivo”; “Cancelo mi suscripción con ustedes. Este gobierno no está coartando la libertad de prensa, está aclarando una noticia que ustedes expusieron sin antecedentes ni pruebas…”; y un largo etcétera de ácidos comentarios, que derivaron en un verdadero éxodo de suscriptores de Interferencia.

No podía dar crédito a tan abrumador reduccionismo mental, de personas, supuestamente masa crítica que, con tal de defender ciegamente al gobierno de Gabriel Boric, no dudaron en retirarse de Interferencia.

Y se me vino a la mente algo a todas luces obvio: desde la dictadura se instaló en el inconsciente colectivo un miedo a mirar la verdad. La verdad sin partidismos ni ideologías ni religión que encasille o categorice y, por lo tanto, nada que les desarrolle una estructura de verdadera “cárcel mental”, que les impide ser libres para ver la realidad tal cual es. Sin sesgo de ninguna especie.

Y volví a corroborar que no tiene nada que ver los grados académicos, los títulos universitarios, la inteligencia ni el nivel cultural de los seres humanos, para tener una amplitud mental, que sea capaz de no tener fe ciega en nada ni en nadie y que, por lo tanto, no impida ver lo que es.

Tal como dijo el historiador Gabriel Salazar, en una entrevista que le hice hace un par de años: “Todo, absolutamente todo en Chile, incluyendo universidades, supuestamente estatales… toda institución, todo individuo, está impregnado de neoliberalismo, incluyendo esta universidad, en la cual trabajo (UMCE)”.

Así, los que se etiquetan de “progresistas”, “centroizquierda” o “socialdemócratas”, en su gran mayoría, consciente o inconscientemente pertenecen al establishment, llevan la “bandera” del neoliberalismo, con mucho placer por los beneficios que les otorga el modelo económico y muchxs de ellxs, ocultando un fascismo arraigado desde la dictadura. Y se comprende, más aún, el aplastante triunfo de la Constitución del 80, o sea el Rechazo.

Ahora bien: se estarán preguntando ¿por qué yo, siendo periodista y supuesta masa crítica, estoy defendiendo con fe ciega a Interferencia? No, señores: no es ceguera ni fe ni sesgo de ningún tipo. De hecho, no pertenezco a ningún partido, ideología ni religión (nunca he pertenecido). Lo que sí puedo constatar son hechos.

Mi colega Víctor Herrero fue profesor mío en algunos ramos de un Diplomado en la Universidad de Chile. Desde ahí, tuve el tiempo suficiente (siempre conversábamos en los recreos con otros compañeros) como para darme cuenta de que Herrero es una persona seria y muy responsable, como profesor y como periodista. Cuando nos impartía la materia, siempre fue capaz de distinguir lo que es un HECHO de una CREENCIA.

Víctor Herrero escribió un libro sobre Agustín Edwards (Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio), que me fascinó por su rigor, pues es una impactante investigación, prolija, basada sólo en datos duros, que incluyó más de 70 entrevistas y análisis de documentación de los archivos desclasificados del gobierno de EE.UU. Con ello describió, en un lenguaje sencillo y accesible, cómo se fue conformando el gran imperio económico y político del patriarcado de los Edwards en Chile. Mostrando la génesis de la Guerra del Pacífico (1879), entre Chile contra los aliados Bolivia y Perú, justamente para apoderarse (Edwards y Cía) de toda la riqueza del salitre, desde Antofagasta (territorio que pertenecía a Bolivia, con salida al mar) hasta Arica, que pertenecía a Perú.  En ese libro, Herrero fue señalando con destacable detalle lo que ocurría en cada gobierno de turno, explicando incluso, con hechos, el motivo del suicidio de Balmaceda.

Creo que, con lo dicho, queda clara la seriedad y ética periodística de Víctor Herrero. Por ello me provoca estupor, asombro, enfado y mucho dolor esta retirada de tantos suscriptores de Interferencia, provocando un daño inconmensurable al escasísimo verdadero periodismo en este país.

María Elena Andonie
Periodista.