Avisos Legales
Opinión

La mudanza de los partidos

Por: Rodolfo Fortunatti | Publicado: 26.10.2022
La mudanza de los partidos |
La resistencia del partido a la colusión de intereses con la derecha y sus poderes económicos, y con quienes negocian y buscan con ella consensos mutuamente favorables, ha sido siempre un obstáculo para que la Democracia Cristiana se constituya en un cartel.

Los partidos políticos están dejando de ser lo que fueron, y empiezan a experimentar el tránsito hacia otras formas de supervivencia. El estallido social de 2019 fijó un parteaguas que somete a crítica la legitimidad de las instituciones políticas de la democracia representativa y las obliga a tomar definiciones. Entre estas se encuentran los partidos políticos, que nacieron con ella y la han acompañado durante siglos como sus principales tributarios. No es posible pensar la democracia sin partidos políticos, y no es posible pensar los partidos políticos sin democracia. Y tal como el régimen político y la representación política están imbricados, asimismo nada ha hecho posible, hasta ahora, el nacimiento de algo nuevo que suceda a los partidos políticos.

El estallido social precipitó la tendencia declinante que venían dibujando los partidos, todos los partidos, viejos y nuevos. Y así se confirma en la composición de la Convención, en las oposiciones radicales que personificaron Gabriel Boric y José Antonio Kast, y en las dificultades para integrar coaliciones y sostener alianzas eficaces, y no necesariamente duraderas.

La caída de la cifra de militantes de los partidos es sintomática, pero no es la única, ni la más importante. Hace cuatro años el número de inscritos en los partidos políticos chilenos ascendía a 526.387 personas. Hoy esa cantidad ha descendido a 430.133 militantes, es decir, 96.254 menos.

Todos los partidos, a excepción de un par de grupos regionales que consiguieron extenderse a más territorios, han perdido miembros. Unos han perdido más que otros, y algunos, como el PRI, han debido cerrar sus oficinas.

De los partidos que existían en 2018, diez todavía perduran. Todos juntos acaparaban en aquel entonces el 65,6% de los registrados en colectividades políticas. Actualmente, con menos afiliados concentran sin embargo una mayor proporción de inscritos que hace cuatro años: el 70,6% de la militancia, siendo los cinco partidos más numerosos: Comunista, UDI, Socialista, Renovación Nacional y Democracia Cristiana.

En la Figura 1 se pueden observar colectividades que, habiendo reducido su cantidad de militantes, han aumentado su proporción en el conjunto de inscritos, que ahora son menos. Se trata del PC, el PS, RN, la DC, el PR, Evópoli y la FRVS. Por el contrario, los partidos que perdieron militancia y proporción de afiliados fueron la UDI, el PPD y Revolución Democrática (RD).

Otros partidos, creados hace menos de cuatro años, según se puede ver en la Figura 2, concentran el 29,3% del total de inscritos en los padrones partidarios y más de 126 mil militantes. Los más numerosos son el Partido de la Gente y Convergencia Social.

Los partidos que han sufrido la mayor deserción de militantes son RD, la UDI, Evópoli, el PPD y el PR, como se ve en el siguiente gráfico.

Revolución Democrática tuvo una fuga de afiliados superior al 35% de su militancia, estimulada por el deliberado traslado de inscritos hacia Convergencia Social, el partido de Gabriel Boric, pero le siguen la UDI y Evópoli, con alrededor del 20% de merma cada uno, probablemente atraídos por las emergentes formaciones de derecha, esto es, el Partido Republicano, de José Antonio Kast, y el Partido de la Gente, de Franco Parisi.

Les siguen el PPD y el PR, con el 18 y el 15%, respectivamente. Luego, la Democracia Cristiana, que ha pasado de 34 mil a 30 mil militantes, con una pérdida del 11% y, finalmente, RN y el PC, con el 8%, y el último, el PS, con el 4%, el menos perjudicado por el abandono de partidarios.

De las recientes colectividades, las formaciones más fuertes son el Partido de la Gente, que iguala la cantidad de militantes del PC, y concentra un tercio de los nuevos empadronados en partidos. Detrás están Convergencia Social, con el 29%, y el Partido Republicano, con el 15%.

Los liberales y FRVS, prexistentes al estallido en algunas regiones, han logrado consolidar su presencia en otras zonas, al revés de Comunes, que se ha visto amenazado por deserciones estratégicas de militantes.

A la baja de militancia le ha acompañado el aumento de la abstención. En la elección interna de la Democracia Cristiana concurrió a votar el 37% del padrón. En Renovación Nacional lo hizo el 34%. Para la última renovación de mesa del Partido Socialista concurrió el 31% de los inscritos. Pero en la UDI lo hizo el 22%. Convergencia Social acaba de elegir a su presidente también con el 22% del registro de militantes. En el Partido Radical participó el 11%. En Evópoli el 8%. Y en Comunes no más del 7%.

Tras décadas de exclusión, el Partido Comunista logró llegar al gobierno. Pudo sobreponerse a la feroz persecución de las dictaduras, a la derrota de su vía militar, a la caída de la Unión Soviética, a la desaparición de sus aliados latinoamericanos, al auge del neoliberalismo. ¿Cómo lo consiguió? Entre varias razones, por dos condiciones en particular: mantuvo la organización y conservó su patrimonio material e inmaterial. Desde mayo de 1989 hasta noviembre de 2020, el Partido Comunista ha realizado ―casi cronológicamente cada cuatro años― su Congreso, instancia de reflexión y deliberación que le ha permitido adaptarse a cada coyuntura.

La desaparición de las democracias cristianas en el mundo, la vertiginosa urbanización y la extinción de la vida agraria, así como la secularización de la cultura, el retiro de las iglesias y la débil presencia de su doctrina social, unida a la globalización capitalista que penetra, trastoca y pervierte los valores sociales de la caridad y el servicio, habrían de golpear duramente a la Democracia Cristiana chilena. Sin embargo, el partido perdura. ¿Cómo lo ha conseguido? No por sus congresos, que desde los 90 ha realizado sólo dos, cuando debió haberlos convocado cada tres años. Se ha mantenido gracias a una cultura política arraigada que, pese a su prolongada exposición al adverso ambiente externo, ha permanecido refractaria a la cartelización de su organización.

La resistencia del partido a la colusión de intereses con la derecha y sus poderes económicos, y con quienes negocian y buscan con ella consensos mutuamente favorables, ha sido siempre un obstáculo para que la Democracia Cristiana se constituya en un cartel. La explicación se encuentra en un imaginario colectivo donde los valores, principios y concepciones vitales heredadas y reproducidas, marcan y hacen sentir una gran distancia política e ideológica con los republicanos, la UDI, RN, Evópoli y el Partido de la Gente. La DC (65 años) –al igual que los veteranos PR (158 años), PC (100 años) y PS (89 años)– viene de ser un partido de masas de fuertes convicciones ideológicas y doctrinarias.

La DC mira, asimismo, con sospecha la acomodación, la negociación y los arreglos institucionales consociativos y elitistas. Por eso no sólo nunca ha gobernado con la derecha, sino que ha puesto límites a la colaboración con los gobiernos de derechas. Y jamás se ha mimetizado con el aparato estatal, al punto de depender de sus recursos, y de conceder que quienes los controlen dominen los órganos de poder del partido.

Los liderazgos cartelizados han conquistado autonomía de los órganos e instituciones partidarias, incluso hasta desafiar su autoridad y competencia, lo cual les ha permitido actuar con flexibilidad y pragmatismo. Han aprovechado las ventajas de la baja participación, la desmovilización social, los altos costos de hacer política y la profesionalización de quienes detentan poder. Cuando se han marchado se han llevado consigo nada más que los cargos y los organigramas, porque el partido y sus militantes han seguido su antiguo camino.

Los partidos políticos sobrevivirán al actual trance, y alcanzarán un nuevo estatus institucional y un papel más activo que desempeñar para 15 millones de ciudadanos y ciudadanas obligados ahora a elegir y a decidir en las urnas.

 

Rodolfo Fortunatti
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Militante del Partido Demócrata Cristiano. Autor del libro "La Democracia Cristiana y el crepúsculo del Chile Popular".