Avisos Legales
Opinión

Una deriva populista en las derechas chilenas

Por: Javier Molina Johannes | Publicado: 14.11.2022
Una deriva populista en las derechas chilenas |
La apuesta de derechización de las derechas [sic], a través de la unificación mediante la última candidatura presidencial, mostró, hasta cierto punto, que la ultraderecha tiene posibilidades de desfondar los mínimos principios democráticos que algunos de estos sectores (todavía) tienen. Además, modificaron los temas de discusión pública, obligando a seguir su agenda noticiosa.

Hace más de una década que desde las derechas vienen hablando de un cambio de ciclo en la sociedad chilena, lo que ha conllevado una interpelación teórica desde y hacia el mismo sector. De hecho, hemos visualizado importantes debates internos, incluso cuestionando las fuentes de financiamiento de sus propias organizaciones y el nivel investigativo de las mismas –sacando todos los trapitos al sol–. Sin embargo, desde nuestra vereda, los contundentes triunfos electorales de los últimos años parecieron nublarnos más que potenciarnos. El balde de agua fría también es importante, porque intensifica las potencias creativas de la política. El proceso destituyente ha sido profundo y extenso, por décadas. Por ello, la recomposición se torna complejísima, siquiera si todavía es posible antes de su consumación catastrófica.

La apuesta de derechización de las derechas [sic], a través de la unificación mediante la última candidatura presidencial (Kast), mostró, hasta cierto punto, que la ultraderecha tiene posibilidades de desfondar los mínimos principios democráticos que algunos de estos sectores (todavía) tienen. Además, modificaron los temas de discusión pública, obligando a seguir su agenda noticiosa. Y aun cuando su matriz principal se mantuvo en el Chicago-gremialismo, que hegemonizó desde la dictadura en adelante, se desarrollaron y pusieron en circulación ideas xenófobas, misóginas y antiliberales, que creíamos que estaban siendo derrotadas gracias al importante trabajo de los distintos movimientos sociales.

Por su lado, hay otras vertientes dentro de las derechas que han venido discutiendo y configurando nuevas maneras de comprender este momento sociopolítico, lo que se ha intensificado tras el Octubre chileno –y también se ligan con el caso anterior, aunque con cierta distancia–. En esta línea, tras el denominado Estallido Social, han aparecido algunos libros y artículos, aunque también varias intervenciones televisivas y radiales, como también en la prensa tradicional, donde han buscado desarrollar la noción de pueblo. Esta, quizás sea la deriva más peligrosa, porque le daría un sustento teórico a la promoción de los principios antidemocráticos de la vertiente electoralista.

Sí, estamos en un momento populista. Hemos visto cómo un excandidato (Parisi), con una deuda millonaria por pensión alimenticia y sin vivir en el país, logró una votación significativa en las últimas elecciones presidenciales. En el camino, también ha sucedido la conformación y rápida caída de la Lista del Pueblo. Y actualmente, de ser el partido bisagra del Parlamento, vemos el desmembramiento del Partido de la Gente tras una simple votación. Ese mismo deudor alimenticio no pudo poner orden, mostrando cómo su conglomerado tiene otros horizontes: él no es el líder, es evidente. Obviamente, hay otros rostros que ejemplifican estas derivas populistas de nuestra actual situación sociopolítica.

En fin, nos interesa recalcar cómo se viene reconociendo al pueblo en ciertos sectores de las derechas chilenas. Hay que analizar qué tipo de pueblo, claramente. Mientras las derechas transicionales y sus principales matrices teóricas provenientes del pacto dictatorial van decantando, sus partidos y centros de pensamiento pierden hegemonía en el sector. A cambio, han venido emergiendo otros think tanks, movimientos, revistas, editoriales y partidos políticos, que han estado renovando su discurso.

Pareciera que al Enemigo le cae dinero directo del cielo para sus producciones. Esta renovación discursiva, aun cuando muchas veces dista poco de lo que ya conocíamos en el sector, ha traído al debate vertientes teóricas olvidadas de las derechas e, incluso, se han ido apropiando de matrices antaño ancladas a las izquierdas. Por lo mismo, parece urgente producir un pensamiento novedoso: componer un nuevo horizonte mítico.

No hay que ir a mirar a Hungría, ni Italia, ni los partidos derechistas de España o Alemania. No, la situación se ejemplifica bastante más cerca; en países vecinos como Ecuador y El Salvador, donde están realizando una intensificación de las políticas securitarias: un experimento derechizante en nombre del pueblo. El nuevo paraíso de la seguridad, como lo han denominado sus partidarios.

De hecho, comparando con la desnazificación, que hicieron en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, están justificando –entre otros elementos– la limpieza social [sic]. Estos mandatarios se vienen preguntando, por ejemplo, ¿quién merece tener derechos humanos? Al tiempo que se intensifican estas políticas, se promueve un discurso patriota y antiglobalista, ya que serían las organizaciones transnacionales las que defienden los derechos humanos, quienes –según el mandatario salvadoreño– poco saben de este pequeño país de Centroamérica, como planteaba en la ONU hace unas semanas atrás. Sin más, ayer señaló: “Los organismos internacionales que están en contra de estos resultados, es porque están a favor de las violaciones a los derechos humanos del 99 por ciento de la población”.

Una dicotomía ridícula, pero funcional. No vaya a ser una grandísima ilusión, como era esa condición de Jaguar de Latinoamérica, que vendieron algunos. Cabe reconocer los grandes peligros que implican los populismos de derechas tanto en Latinoamérica como en otros lugares, especialmente para los sectores populares –es cosa de mirar las consecuencias del bolsonarismo–. Por eso se torna urgente analizar la composición de esta deriva populista de derechas que vemos emerger en nuestro territorio.

Javier Molina Johannes
Doctorando en Estudios Latinoamericanos.