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Opinión

Mundial de Qatar: ¿la degradación del deporte?

Por: Antonio Elizalde | Publicado: 20.11.2022
Mundial de Qatar: ¿la degradación del deporte? qatar |
Este domingo se inicia en Qatar el Campeonato Mundial de Fútbol. Toda la atención de millones de personas estará enfocada durante varias semanas en este punto del planeta, uno de los lugares que mejor representa la enorme concentración de la riqueza que exhibe la sociedad actual.

El fútbol, al igual que muchos otros deportes, es una de las actividades humanas que mejor representa los valores que caracterizan a nuestra especie. Se hace manifiesto en su ejercicio el esfuerzo individual, el trabajo colectivo, el rigor y la disciplina, el entusiasmo y la entrega, la identificación, el compromiso y la fidelidad con una historia compartida, todo ello expresado en la camiseta llevada por los once jugadores que compiten por el triunfo durante noventa minutos en una cancha. Atrae la atención para muchos y el tiempo que le dedican, de forma similar al quehacer político o las prácticas religiosas. Es una actividad recreativa a la cual le han entregado parte de su tiempo muchas personas, ya sea como practicantes o como espectadores. Como todos los quehaceres humanos, el capitalismo, la globalización, el crecimiento económico, al deporte lo han ido triturando entre las ruedas del mal llamado Progreso.

Hemos pasado en unas pocas generaciones desde las pichangas que jugábamos todas las tardes con una artesanal pelota de trapo a la pelota de cuero con una vejiga inflable adentro y de allí a la industrializada pelota de látex, oficializada en cada Mundial por la marca que ofertó el mejor valor a los administradores globales del negocio futbolístico.

Mueve cantidades descomunales de dinero, que hace que unos pocos seres humanos, privilegiados por contar con aquellos atributos físicos y mentales excepcionales requeridos para destacarse en este deporte, puedan ganar cantidades descomunales de dinero por su trabajo como futbolistas o entrenadores, pero se constituye además en un valor de cambio en un mercado en el cual se compran y venden los jugadores, al igual que en los antiguos mercados de esclavos. Aunque son cantidades mínimas en relación con los miles de millones de dólares que mueve la industria futbolística en transmisión televisiva, venta de camisetas y balones, venta de entradas a los estadios, transacciones de jugadores, compraventa de clubes deportivos y de marcas, entre otras actividades.

La minoría de futbolistas privilegiados por sus condiciones excepcionales son actualmente transformados por la maquinaria publicitaria, al igual que en otras actividades humanas, en figuras públicas que recomiendan que comprar, o incluso como votar, a consumidores o electores.

El fútbol, llamado siúticamente por algunos «pasión de multitudes», aunque quizás con justa razón, ha contribuido incluso a servir de pretexto para denominar guerras entre países vecinos, como en el conflicto ocurrido entre El Salvador y Honduras en 1969. También ha generado fenómenos sociales como los «hooligans» en Europa, o nuestras «barras bravas» latinoamericanas que desatan nuevas formas de violencia colectiva, incrementándola en sociedades ya de por sí violentas.

Este domingo se inicia en Qatar el Campeonato Mundial de Fútbol. Toda la atención de millones de personas estará enfocada durante varias semanas en este punto del planeta, uno de los lugares que mejor representa la enorme concentración de la riqueza que exhibe la sociedad actual.

Ha sido denunciado, por diversas organizaciones globales de carácter ciudadano, que en la construcción de los estadios requeridos para realizar este evento murieron varios miles de migrantes pobres, provenientes principalmente de Bangladesh, India y Nepal, así como de países africanos, quienes llegaron allí en busca de un empleo que les permitiese enviar parte de su salario para alimentar a sus familias en sus países de origen.

El régimen político de Qatar es una monarquía autoritaria, y además fundamentalista. Muchos como yo, nos extrañamos que se juegue este Mundial en un país con un clima extremo, sin historial futbolístico y que nada en dólares por ser exportador de petróleo. ¡Dólares que permiten comprar muchas cosas! Entre ellas competencias deportivas.

Tras todo lo dicho: ¿veré o no el Mundial por televisión? Al igual que muchas personas, deberé confesar mi incoherencia. No puedo negarme a mí mismo que, pese a mi creciente desinterés por el fútbol, aún quedan en mi memoria deslumbrantes destellos de lo que me fue posible ver en mis ya casi ochenta años de vida, partiendo por la elegancia y maestría de jugadores como Di Stefano, Garrincha, Pelé, Maradona, Cruyff, Zidane, Cristiano Ronaldo, Messi, Iniesta, Beckenbauer, entre tantos otros posibles de nombrar.

Y la precisión y elegancia del juego de la «Naranja Mecánica» holandesa o la belleza, pericia y virtuosidad del equipo de Barcelona F.C. en algunos periodos de su historia.

Tengo la esperanza de poder disfrutar, aunque con mala conciencia, la belleza de un hermoso espectáculo en el cual once contra once logran asombrarnos con resultados inesperados como cuando, al igual que en la historia bíblica, pequeños David pueden derrotar a gigantescos Goliat. Lamentablemente eso puede solo ocurrir en la cancha: en la vida real sigue mandando el dinero.

Antonio Elizalde
Sociólogo. Ex rector de la Universidad Bolivariana.