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Los efectos de los grandes estímulos de demanda en 2020-21

Por: Ramón López | Publicado: 21.11.2022
Los efectos de los grandes estímulos de demanda en 2020-21 |
A los economistas neoclásicos les disgusta un boom originado en aumentos de ingresos de las familias y las Pymes (como ocurrió en 2021), ya que ellos creen que el único crecimiento económico “legítimo” es aquel basado en aumentos de las ganancias e inversión de las grandes empresas y grupos económicos (con el posterior “chorreo” al resto de la economía, según la misma  creencia). 

A más de dos años desde el inicio de los más grandes estímulos de demanda en la historia de Chile, que tuvieron lugar entre mayo de 2020 y junio 2021, es tiempo de hacer un análisis serio de sus efectos.

Esta columna está basada en un riguroso estudio econométrico publicado originalmente como documento de trabajo de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad de Chile, a comienzos de este año y próximo a publicarse en una importante revista internacional en diciembre próximo. Lo que se demuestra en este estudio es que los estímulos de demanda causaron no más de un 25% de la inflación observada en 2021 y que el 75% restante de la inflación se debió a factores externos. Es decir, la gran aceleración inflacionaria de 2021 que llegó a algo más de 7% se debió a aumentos de precios internacionales y no a la expansión de la demanda interna.

Posteriormente, hemos comprobado que la distribución de los factores causales de la inflación a septiembre de 2022 se reparte de manera similar a la de 2021. Nuevos shocks internacionales han llevado a una inflación superior al 12% anual en 2022, 9% de la cual se atribuye a factores externos y solo 3% a factores internos.

El hecho de que el efecto inflacionario del gran aumento de demanda interna haya sido muy modesto reviste gran importancia, porque significa que aumentos de demanda conllevan a una expansión de la producción en lugar de alza de precios. Es decir, los aumentos del ingreso nominal, causado por una expansión de la demanda interna, se componen fundamentalmente de aumentos del ingreso real y solo en menor medida por incrementos de precios. Este hecho podría haber inducido un círculo virtuoso de expansión en el uso de la capacidad instalada y empleo, seguido de aumentos del ingreso de los trabajadores y Pymes, lo que a su vez llevaría a mayor inversión y, por consiguiente, a nuevos ciclos de aumentos de la producción e ingreso.

Obviamente esto no ocurrió: aparte de la enorme expansión de la producción e inversión de 2021, este boom desapareció en 2022, y de hecho todo apunta a que en el segundo semestre la economía tenderá a contraerse de manera significativa.

La pregunta es: ¿por qué el esperado espiral virtuoso arriba descrito, lejos de materializarse, se ha transformado en una incipiente recesión acompañada de una inflación persistente, explicada mayormente por los continuados aumentos de los precios internacionales?

La respuesta está en la errada política monetaria del Banco Central y, en menor medida, a una política fiscal seriamente contractiva. El error de diagnóstico del Banco Central, compartido por los economistas del gobierno, y en general por la gran mayoría de los economistas más influyentes, fue atribuir la aceleración inflacionaria a los estímulos de demanda, lo que llevó a una extremadamente agresiva política de alzas de las tasas (la tasa de política monetaria sube de 0,5% a mediados de 2021 a 11,25% en septiembre de 2022) y a una reducción del gasto fiscal de más de 24% en este año, llegando incluso a generar un superávit fiscal de 3% del PIB.

En realidad, ha existido una desgraciada coincidencia donde los estímulos de demanda interna ocurrieron en un periodo de enorme aceleración de la inflación internacional, lo que llevó a una también extrema aceleración de la inflación doméstica. Así, los economistas chilenos caen en el más burdo error digno de científicos amateur: confundir correlación con causalidad.

¿Porqué los economistas se han entregado tan fácilmente a esta confusión?

Una posibilidad es que su ideología los haya traicionado, ya que a través de toda su formación se les ha inculcado la visión neoclásica que niega un rol a la demanda efectiva como factor de crecimiento económico, a pesar de lo que plantea el principio keynesiano de que, bajo ciertas condiciones, la demanda es uno de los motores del crecimiento y la inversión, y que ha sido corroborado reiteradamente en el contexto de profundas recesiones, permitiendo a veces evitar que esas recesiones se transformen en depresiones.

Al parecer, a los economistas neoclásicos les disgusta un boom originado en aumentos de ingresos de las familias y las Pymes (como ocurrió en 2021), ya que ellos creen que el único crecimiento económico “legítimo” es aquel basado en aumentos de las ganancias e inversión de las grandes empresas y grupos económicos (con el posterior “chorreo” al resto de la economía, según la misma  creencia).

Así, las increíbles alzas de las tasas de interés promovidas por el Banco Central y el inusitado recorte del gasto fiscal se han constituido en un doble golpe a la economía en 2022, llevando a asfixiar la notable recuperación económica inducida por los estímulos de demanda en 2021.

Políticas restrictivas que han afectado fundamentalmente la producción, pero no la inflación, por la sencilla razón de que la inflación doméstica ha sido causada por los aumentos de precios internacionales y no por la demanda interna.

Lo que no se entendió es que, en una economía pequeña y abierta como la chilena, los precios domésticos están grandemente ligados a los precios internacionales, y que el impacto interno de aumentos de precios internacionales solo se puede mitigar en parte mediante políticas que aprecien el tipo de cambio. Sin embargo, tal como lo hemos demostrado en el artículo mencionado al inicio de esta nota, las políticas de alzas de tasas de interés tienen efectos débiles sobre el tipo de cambio.

En definitiva, el error de diagnóstico ha producido políticas monetarias y fiscales que están llevando al país a una situación donde la inflación ahora está acompañada con estancamiento económico (“estanflación”). Es hora de corregir estas trágicas políticas públicas reduciendo las tasas de interés y eliminando el superávit fiscal que increíblemente ha sido impuesto en un año de muy bajo crecimiento, que están cambiando una situación de inflación por una de inflación más recesión.

Ramón López
Profesor titular de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile.