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Opinión

El itinerario colonial del racionalismo en Chile

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 07.12.2022
El itinerario colonial del racionalismo en Chile La epopeya de la civilización americana, de Orozco | |
«A esta hora se improvisa», programa de Canal 13 en tiempos de Salvador Allende, invitó al artista Roberto Matta. El invitado dejó mudo a Jaime Guzmán, entonces profesor de Derecho Constitucional. Su razón argumentativa se atascó ante el desborde creador de otra forma de conocer y reconocer el mundo. Lo hizo callar uno de los artistas más descollantes del siglo XX. ¡Había logrado escapar del racionalismo inimaginativo y yermo de la élite chilena!

La racionalidad europea está allí, en esa crueldad pedante y en ese terror logrado mediante el discurso intelectual [Jean Duvignaud]

No hay gente que haya escrito peor en la América que nuestros historiadores ilustres [Gabriela Mistral]

Culturalmente el sistema colonial inaugura el imperio de un saber contenido en la apropiación de la verdad mediante la justificación racional del control y de la dominación del entorno. Esta forma de conocimiento objetivo se extendió en América con la temprana modernidad europea.

Se concreta en la ciudad letrada, el reino de la ortodoxia y la Inquisición. La urbe se rige por la razón al servicio de un orden jerárquico y represor. Desde allí se institucionalizan las categorías coloniales de ‘indios’, ‘mestizos’, ‘castas’. “El habla cortesana se opuso siempre a la algarabía, la informalidad, la torpeza y la invención incesante del habla popular, cuya libertad identificó con corrupción, ignorancia, barbarismo” (A. Rama, La ciudad letrada). La palabra escrita es la que vale. Decretos del emperador, catecismo obligatorio de los misioneros, instalación de fronteras mentales.

En 1590 el rey Felipe II faculta a sus clérigos la extirpación de la brujería. El mismo año el historiador europeo José de Acosta desautoriza desde el saber docto la memoria andina: “Saber lo que los mismos indios suelen contar de sus principios y origen, no es cosa que importa mucho; pues más parecen sueños los que refieren, que historias. […]. Mas, ¿de qué sirve añadir más, pues todo va lleno de mentira y ajeno de razón? Lo que hombres doctos afirman y escriben es que todo cuanto hay de memoria y relación de estos indios llega a cuatrocientos años, y que todo lo de antes es pura confusión y tinieblas, sin poderse hallar cosa cierta. Y no es de maravillar faltándoles libros y escritura” (Historia natural y moral de las Indias, 1590).

Siglos después, la universidad republicana reproduce sin inmutarse el mismo parecer. El sello del civilizado sigue siendo sin más el conocimiento racional. En 1845 enseña un manual de historia de Chile: “Sólo son chilenos quienes hablan español, visten como los europeos, estudian ciencias; quienes en último término son civilizados, y no así los indígenas” (V. López, Manual de la historia de Chile: libro adoptado por la Universidad para la enseñanza en las escuelas de la República, 1845).

Los enigmas de la vida americana se descifran con la historiografía europea. “[Los] varones sesudos y graves, como don José María Cifuentes, proponían solucionar los problemas sociales con citas de Taine” (R. A. Latcham, Psicología del caballero chileno, 1930). Taine era un historiador francés del siglo XIX, autor de Les origines de la France contemporaine. “El año 1903 hubo un curioso debate en el Senado de Chile sobre la instrucción primaria obligatoria […]. Todos los caballeros, con haciendas en Graneros o Colchagua, citaban los Orígenes de la Francia contemporánea”, escribe Latcham.

Los pensadores de la élite ensimismada hacen historia a su antojo con los pueblos indígenas. En 1913 Alberto Edwards se encarga del artículo Chile en la famosa Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana (Espasa): “Los patagones, fueguinos, yaganes y onas, eran, como lo son aún, las criaturas más inferiores en la escala de la humana depravación e ignorancia. Estos pobres seres, más semejantes a las bestias salvajes que a las criaturas humanas, se dejan llevar de los instintos más feroces. Son antropófagos” (“Chile”. Edición especial para la Federación de Obras Católicas, 1913).

En 1935 Raúl Silva Castro, académico de la lengua y de la historia, crítico de El Mercurio, rechaza a Gabriela Mistral –con quien mantuvo personales lazos de amistad– por asaltar el canon de la literatura clásica: “No se sabe quiénes fueron sus maestros en las letras ni se puede asegurar que leyera a los clásicos en los cuales la lengua reposa y se hace luz […]. En todo caso, la serena y clara literatura clásica, en la cual hay generalmente exacta adecuación entre forma y contenido, ha sido ignorada de la autora en sus años mozos […]. En efecto, en ella el sentimiento señorea a la razón” (R. Silva Castro, Estudios sobre Gabriela Mistral, 1935).

El racionalismo cultural prospera en el ámbito de la comunicación oficial y burocrática, en los medios de prensa, en las universidades de Occidente. Estas se convierten en lugares elitistas, descarnados y finalmente irrelevantes para la vida histórica de los pueblos. José Clemente Orozco, muralista mexicano, denuncia esta ineptitud letrada satirizando a los académicos anglosajones como esqueletos sin vida (Epopeya de la civilización americana, 1932-1934).

La aparición del ser no se devela con la racionalidad lógica. Esta se mueve dentro del arco cognitivo de lo verdadero y de lo falso, con los límites extremos de la verdad absoluta y la falsedad absoluta. No va más allá. Con solo la ciencia el hombre no asume su destino. Ignora la emocionalidad del amar, caudal epistémico nutricio de lo humano, según explicaba Humberto Maturana.

A esta hora se improvisa, legendario programa de Canal 13 en tiempos de Salvador Allende, invitó al artista visual Roberto Matta. El invitado dejó mudo a Jaime Guzmán, entonces combativo profesor universitario de Derecho Constitucional. Su razón argumentativa se atascó ante el desborde creador de otra forma de conocer y reconocer el mundo. Lo hizo callar uno de los artistas más descollantes del siglo XX. ¡Había logrado escapar del racionalismo inimaginativo y yermo de la élite chilena!

En 1921 Gabriela Mistral le confiesa al filósofo mexicano José Vasconcelos: “Es para mí inmenso asombro ver que es usted profesor universitario y que se ha librado de estas dos plagas de la literatura hecha por profesores: el recargo, por alarde de erudición, y la barbarie del estilo. Parece que ser profesor fuera tener la obligación de un estilo pedregoso o enjuto y muerto” (carta de Mistral a Vasconcelos, agosto 1921). Al año siguiente, invitada por Vasconcelos, Gabriela se va a vivir a México, donde volcará su amor a los pueblos indígenas de América.

Las voces de Chile reconocidas mundialmente por sus lenguajes creativos no integran el funcionariado de la ciudad letrada. Su originalidad enuncia un habla poética y amorosa descolonizadora, libre de las taras y trabas de la pedagocracia estéril. “Doña Adelaida Olivares me expulsó de la escuela, estampando en el libro de alumnas la única anotación que existe sobre mi vida escolar: ‘débil mental’. Debe ser por estos recuerdos que no tengo respeto alguno por la Pedagogía” (Santiago del Campo, Conversaciones con Gabriela Mistral, 1953).

Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.