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Opinión

Educación hospitalaria para sanar

Por: Raúl Ojeda Navarro | Publicado: 07.01.2023
Educación hospitalaria para sanar |
Ayudar a sanar implica flexibilizar la entrega de contenidos y potenciar un vínculo saludable con nuestros estudiantes transformando el proceso de enseñanza aprendizaje en una herramienta más en la labor encomendada al personal de salud.

La educación hospitalaria es una modalidad de educación que dio sus primeros pasos en Chile durante los años 60 y que consolidó su presencia durante los 90 en algunos hospitales de la Región Metropolitana; hoy la realidad es diferente y esta modalidad de educación se encuentra presente desde Arica hasta Magallanes, superando las 50 escuelas y aulas hospitalarias a lo largo del país.

El sentido principal que tiene este tipo de educación es obedecer el mandato esencial encomendado por la sociedad al Estado en miras de cumplir y hacer cumplir el derecho que todo niña, niño y adolescente (NNA) tiene de recibir educación, sin importar condición alguna y que ha sido consagrado en la Declaración de los Derechos del niño, la niña o joven hospitalizado o en tratamiento de Latinoamérica y el Caribe en el ámbito de la educación; mirada desde esta perspectiva, la función que cumplen educadores y educadoras hospitalarios se orienta hacia potenciar los esfuerzos que los sistemas de salud hacen por humanizar el trato que reciben todos los pacientes, en especial aquellos más pequeños y vulnerables como son nuestros estudiantes.

Bajo este prisma, los docentes hospitalarios somos parte de un engranaje del sistema de cuidado establecido por el Estado y que tiene como misión sanar.

Hablar desde la perspectiva del derecho a la educación en los contextos hospitalarios confronta las prioridades académicas con la realidad de dolor, enfermedad o carencia que nuestros estudiantes enfrentan, haciendo de estas últimas, parte esencial del proceso educativo; es así, como en armonía con las herramientas que el personal médico utiliza para sanar, desde las escuelas hospitalarias centramos nuestros esfuerzos pedagógicos en el objetivo de mantener un proceso educativo regular, con el fin último de ayudar a sanar.
Ayudar a sanar implica flexibilizar la entrega de contenidos y potenciar un vínculo saludable con nuestros estudiantes transformando el proceso de enseñanza aprendizaje en una herramienta más en la labor encomendada al personal de salud.

Los NNA no son seres vacíos y el aprendizaje significativo se da a través de la experiencia, en conexión con un otro significativo; esto que suena tan obvio se transforma en un desafío para el personal docente del aula hospitalaria puesto que en muchas ocasiones somos agentes individuales en una relación particular con un niño, niña o joven, aislado del mundo infantil, por semanas, meses o años (lo que sucede con estudiantes postrados o en espera de trasplante).

En este contexto, las posibilidades de aprendizaje estarán dadas necesariamente a través del establecimiento de una relación virtuosa de respeto mutuo con nuestros estudiantes, que permita, además de las tareas y actividades propias del mundo escolar, la posibilidad del juego, la recreación y la expresión positiva de las emociones, solo a través de aquello lograremos avanzar tanto en la adquisición de contenidos en las diferentes asignaturas como en el desarrollo de habilidades para la vida cotidiana.

¿No es acaso lo anterior lo que debería suceder en todas las escuelas? Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a una educación de calidad, sin embargo, nuestra sociedad ha entrado en procesos que si bien es cierto aseguran educación para todos y todas, no es menos cierto la han llevado a una espiral de degradación y segregación producto de insistir en la competencia como factor de mejora y avance lo que potencia que solo tenga cabida el éxito del más fuerte lo que por lo general significa aquel de mayores recursos económicos.

Lo opuesto a la competencia no es la inacción, la apatía o la flojera, sino la colaboración que es, en palabras de Maturana, la fuerza que ha permitido la conservación de la vida de todos los seres en el planeta, esta fuerza de colaboración es la única forma posible de enfrentar el desafío de la educación hospitalaria, que tiene en el corazón de su quehacer el objetivo de sanar; no es sino a través de la colaboración, no solo entre los docentes sino también con los otros estamentos presentes en el ámbito hospitalario que se logra la meta de mejorar la vida de nuestros estudiantes o de hacer, en casos de pacientes terminales, más humana la muerte.

Abandonar la competencia y dejarse llevar por la utopía de la colaboración es esencial si queremos de verdad ayudar a sanar.

Raúl Ojeda Navarro
Profesor Hospitalario.