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Opinión

Doctor Ricardo Peña: un homenaje más que merecido

Por: Franklin Santibáñez | Publicado: 11.01.2023
Doctor Ricardo Peña: un homenaje más que merecido Ricardo Peña, histórico dirigente del Colegio Médico |
Hoy tengo una alegría y satisfacción especial: el Colegio Médico de Chile, presidido por el destacado oftalmólogo infantil Patricio Meza Rodríguez, ha entregado la medalla de honor del Colegio Médico al doctor Ricardo Peña; es decir, a uno de esos que el dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht llamó imprescindibles.

Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos.

Confieso que estas palabras, que corresponden a un extracto del último discurso del Presidente Salvador Allende, son las primeras que se me vienen a la cabeza cuando escucho hablar del Colegio Médico de Chile.

Es injusto, ya lo sé. Es injusto porque la tradición de esta entidad gremial va mucho más allá del periodo negro de la dictadura o del rol que este jugó durante los mil días del gobierno de la Unidad Popular.

Es contradictorio también porque fue el propio Salvador Allende quien, en su calidad de senador de la República en el periodo 1945-1953, y durante su labor como presidente de la Comisión Permanente de Higiene, Salubridad y Asistencia Pública, participó en la gestión de la Ley N° 9.263, que creó el Colegio Médico de Chile y de la Ley N° 10.383, que impulsó el Servicio de Seguro Social. Y más aún, fue uno de los directores fundadores del Colegio de la orden que años más tarde no solo le daría vuelta la espalda sino que sería una de las armas más recurrentes de la oligarquía chilena para avanzar en el proceso sedicioso que culminaría con el golpe de Estado en 1973.

Y conste, como la vida es una dialéctica constante, no me olvido del invaluable rol que años más tarde jugaría el mismo Colegio en la trinchera de la oposición al dictador Augusto Pinochet con el recordado doctor Juan Luis González a la cabeza y con destacados roles de Juan Luis Castro, Ricardo Vacarezza, Enrique Accorsi o Ricardo Peña, entre muchos otros nombres de hombres y mujeres que entregaron preciosos años de su vida y juventud a la justa causa de recuperación de la democracia.

Tengo claro, en definitiva, que los periodos oscuros del Colegio Médico de Chile, han sido muchos menos de los que se ha esforzado en jugar el rol que los socios fundadores quisieron darle, a saber: promover el perfeccionamiento de la profesión; otorgar su colaboración a las autoridades, universidades y organismos encargados, representar ante los poderes públicos (y ante cualquier organismo del Estado) las repercusiones que pueda tener tanto la legislación vigente y las reformas que proyectan establecer sobre la salubridad general; velar por el prestigio de la profesión y, en general, propender a que la honestidad, el decoro y la moral sean normas inspiradoras de vida en el médico, para que se mantenga en los planos más elevados de la comunidad.

Pido entonces disculpas a mis tantos amigos y amigas médicos y médicas por este tic evocativo que se grabó en mi cabeza desde el mismo día en que escuché por las ondas de la heroica radio Magallanes el último discurso del extinto Presidente doctor Salvador Allende Gossens. Tengo, en cualquier caso, la certeza y tranquilidad de que ellos y ellas me comprenderán.

Pero hoy tengo una alegría y satisfacción especial: el Colegio Médico de Chile, presidido por el destacado oftalmólogo infantil Patricio Meza Rodríguez, ha entregado la medalla de honor del Colegio Médico al doctor Ricardo Peña; es decir, a uno de esos que el dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht llamó imprescindibles.

Cito esto porque, según su raíz latina, imprescindible es aquello que no puede ser escindido o cortado de otra cosa porque su presencia es necesaria; y, según Brecht, sólo los que luchan toda la vida son los imprescindibles. Cualidad que, sin lugar a dudas o cuestionamientos, caracteriza al cirujano, urgenciólogo y activista incansable de la salud pública Ricardo Peña González.

El reconocimiento al doctor Peña es el reconocimiento a una trayectoria de más de 50 años de trabajo en la trinchera; ahí, en lugares donde no cualquiera quiere irse a trabajar porque la remuneración no es necesariamente la más atractiva para un profesional de ese calado, un semiólogo nato cuya vocación por los más pobres fue su opción de vida.

Ricardo Peña se hizo conocido principalmente cuando, a inicios del gobierno de Patricio Aylwin, organizó y dirigió junto a otros destacados dirigentes del gremio, un paro de los servicios de urgencia exigiendo mejores condiciones laborales y el establecimiento de una carrera funcionaria para el personal de los mencionados servicios, movilizaciones que en octubre de 1992 provocaron la salida del entonces ministro de Salud Jorge Jiménez de la Jara.

Eran tiempos difíciles. Hacer un paro al primer gobierno democráticamente electo en 17 años no era una cuestión políticamente correcta; sin embargo, el doctor Peña tuvo la visión para darse cuenta que de no haber hecho esa movilización lo que realmente estaba en peligro era el modelo de salud pública toda vez que no existía voluntad política para mejorar la calidad de la misma. Se granjeó enemigos y detractores, pero enfrentó las críticas con hidalguía y hasta el día de hoy el personal de salud goza de muchos de los beneficios alcanzados en ese mítico paro de las urgencias.

Merecido reconocimiento entonces para este “médico de pueblo” que dedicó su vida a la salud pública, sea en la atención primaria o en la Posta Central donde -hasta el presente- se le ve con su caminar rápido y cara de “no me moleste que estoy apurado” moverse por los pasillos preocupado por llegar a tiempo a ver la evolución de sus pacientes o con su caminar pausado cuando enfrenta los pasillos de la Universidad de Santiago, donde realiza labores académicas ayudando en el proceso de formación de las futuras generaciones de médicos.

Franklin Santibáñez
Analista político. Licenciado en Artes y Teología.