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Opinión

La única moneda común es el Bitcoin

Por: Pedro Solimano | Publicado: 28.01.2023
La única moneda común es el Bitcoin Lula y Fernández anuncian buscar una moneda única |
La verdadera moneda común es Bitcoin, siendo la única capaz de recoger las demandas del ciudadano del siglo XXI. En lugar de remonopolizar el dinero, podríamos apostar por un sistema monetario neutral que provee a individuos, organizaciones y sociedades con las herramientas necesarias para progresar y desarrollarse. Pero no creo que las autoridades —tanto electas como sus peones de la intelligentsia académica— lo quieren reconocer.

El lunes hubo un remezón continental al publicarse la noticia de que Brasil y Argentina estaban pensando crear una moneda común para transacciones comerciales entre ambos países. Ningún país de la región quedó exento de opiniones, algunos aplaudiendo la posibilidad mientras otros derechamente la rechazaban. Dado los desplazamientos tectónicos que estamos viviendo a nivel monetario, vale la pena realizar algunas observaciones.

Desde hace décadas que estas dos naciones buscan una manera para contrarrestar la influencia del dólar estadounidense en la región e impulsar el comercio bilateral. Sin embargo, ciertos desajustes monetarios (Argentina cuenta con una inflación anual de casi 100% mientras que Brasil se sitúa en alrededor de 8%) junto con algunos problemas políticos internos han impedido esta movida. Ahora, con la llegada de Lula, se reactiva —con estos desafíos vigentes—la idea.

El fondo de esta idea, des-dolarizarse, es adecuada per se. El verde norteamericano es usado como un arma contra quienes no se alinean con los intereses de la clase política de Washington —que vimos en máximo esplendor hace unos meses con la gran cancelación a Rusia; el respaldo de la reserva mundial del dinero (el dólar) es petróleo; y los yanquis han hecho un trabajo extraordinario devaluando su moneda, exportando la inflación al resto del mundo.

Hoy el 90% de las transacciones internacionales se realizan en dólares, 60% de las reservas de países son en dólares y alrededor de 40% de la deuda es emitida en dólares. Resulta urgente un cambio.

Esta sensación ha sido captada por distintos países alrededor del mundo. Rusia y China encabezan un largo listado de países que lentamente han ido deshaciéndose de sus reservas en dólares, acumulando activos como el oro. Los países de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) llevan años buscando una manera de crear una coalición monetaria alternativa, mientras que en el viejo continente crearon el Euro.

Ahora comienzan a abrirse las puertas de Latinoamérica, el patio trasero de Estados Unidos, pero sería importante no apurarse y hacerse algunas preguntas. Pensando que Argentina y Brasil lideran la causa, vale preguntarse: ¿cuál es el historial monetario de ambos países? ¿Han demostrado con los años poder entregar estabilidad a sus monedas, inclusión financiera y un sistema bancario que responda a las necesidades de sus ciudadanos?

Por otro lado, ¿cuál va a ser la política monetaria de este nueva moneda común? ¿Cuál va a ser su respaldo? ¿Van a utilizar el sistema Swift existente o quieren crear uno nuevo? ¿Irán a abrir un nuevo organismo supranacional —con probables oficiales no-electos—para administrar este sistema?

Luego, vendría la pregunta de cuáles países se quieren adherir a esta des dolarización regional. Chile, lamentablemente, ha sido un fiel servidor a los intereses del Tío Sam, yendo tan lejos como para vender casi todo nuestro oro en 2001—mis agradecimientos del timonel del Banco Central de la época, Vittorio Corbo por aquella movida—cuando el metal estaba en su precio más bajo de los últimos cincuenta años para acumular en cambio el dólar e instrumentos dolarizados. Los dichos de Mario Marcel ante la noticia de la moneda común —ministro de Hacienda del gobierno actual y antiguo presidente del Banco Central de Chile— reafirman esta postura, al igual que todos los presidentes anteriores que jamás se han desviado del establishment monetario mundial. Espero sentado la apertura monetaria por parte de nuestras autoridades financieras.

Si bien quedarse en el sistema dominado por Estados Unidos tiene una arista funcional (el sistema está creado para y por el dólar, y quedarse fuera de este puede significar en el corto plazo un riesgo desmesurado para la economía de una nación), la principal arista continúa siendo política. Estados Unidos y los distintos organismos internacionales tienen un manojo inquebrantable sobre el sistema monetario mundial, tanto desde lo económico hasta lo militar, que deja poco espacio para la disidencia.

Pero del riesgo a la fortuna, como dice algún dicho por ahí, y aunque podrá significar tiempos turbulentos en el corto plazo, reducir la hegemonía del dólar en el mundo resulta ser de primera prioridad.

¿Cuál va a ser el sistema monetario que se va a imponer? En tiempos de hiperdigitalización y creciente conexión entre los distintos rincones del planeta, no sé cuánto sentido hace que existan decenas de sistemas financieros y rieles de pago. La idea es interoperabilidad e interconexión; siendo que uno de los principales problemas del sistema financiero actual, justamente, son los límites y fronteras arbitrariamente impuestas, que sirven de restringir el acceso y flujo de capital entre individuos, manteniendo cercado el campo.

Más aún, cuesta creer que los órganos supremos de nuestros países creen una moneda que recoge las exigencias de la población civil: transparencia, inclusión, justicia, reducción de la desigualdad, y libertad entre otros.

Las clases políticas de las distintas naciones de Latinoamérica —tanto los que respondieron favorablemente a la noticia de esta semana como los que no— continúan ignorando a Bitcoin, probablemente porque no lo entienden, o quizás debido a que entienden que promoverla significa perder el control y eso los atemoriza.

Mientras en Argentina y Brasil conversan sobre una moneda común que las autoridades controlarán, desde Centroamérica nos vienen ilusiones de otro modelo financiero. El Salvador ha creado un sistema monetario híbrido (con el dólar y Bitcoin viviendo a la par), entregando a sus ciudadanos la posibilidad de elegir cuál moneda les resulta más conveniente. ¿Se imaginan, en el país donde viven, que las autoridades les entreguen esa posibilidad?

La verdadera moneda común —aunque el 1% se desboca criticándola— es Bitcoin, siendo la única capaz de recoger las demandas del ciudadano del siglo XXI. En lugar de remonopolizar el dinero, podríamos apostar por un sistema monetario neutral que provee a individuos, organizaciones y sociedades con las herramientas necesarias para progresar y desarrollarse. Pero no creo que las autoridades —tanto electas como sus peones de la intelligentsia académica— lo quieren reconocer.

De todos modos, pase lo que pase, estamos frente a una hecatombe monetaria a nivel mundial. Los gobiernos están dándose cuenta de los problemas y consecuencias que existen debido a la hegemonía del dólar (excepto en Chile), e individuos alrededor del mundo están abriendo los ojos a nuevas posibilidades que circulan.

Una moneda común me parece indicada, pero depende de cuál sea esa moneda. Afírmense con la transición brutal en marcha.

Pedro Solimano
Fundador de La Cadena, medio independiente dedicado a la educación financiera y Bitcoin.