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Opinión

Los que no quieren ver la tele

Por: Manuel Fernando Contreras Orte | Publicado: 17.04.2023
Los que no quieren ver la tele |
Negar a informarse de esa realidad paralela, llamando a no ver la TV, algo del todo entendible, corre el riesgo de inducir a seguir navegando en los propios espejismos, no menos sesgados y parciales, formados solo por lo que se quieren. Y que pueden conducir al triunfalismo y la soberbia y, más al fondo, a una visión profundamente sectaria de la realidad. 

Una gran parte de las personas ven las noticias, aunque sea a medias, otras se informan por terceros, a muchos le son indiferentes, pero se dejan llevar por quienes se sintonizan con en las mismas o similares emociones y necesidades básicas.
Ese mundo sesgado e intencionado proyectado hasta el hastío por los matinales y noticieros de la TV, en particular estos días, ¿hasta dónde real o falso?, o más bien, ¿es creíble todo lo que transmiten?
Ciertamente todo lo que se transmite por la TV “creando realidades” en la mentalidad de la gente, tiene efecto solo si se asienta en hechos reales por parciales, emergentes y acotados que sean. En este caso, el legítimo repudio y alarma ciudadana que han provocado los recientes asesinatos de carabineros y el enorme dolor de sus familiares y conocidos, y toda la atmósfera delictual que vive el país creada por portonazos, asaltos etc.
Nadie en su sano juicio podría poner en duda esa realidad. El punto es cómo se la trata y el uso más o menos sesgado e interesado que se hace de estas tragedias, muchas veces con mezquinos propósitos políticos.
Los llamados a no mirar la TV en estos días han cundido, no para negar esos hechos que todos condenan, sino ante una abrumadora masa noticiera, informativa y argumental, que proyecta cargada de emocionalidades de alto octanaje, la fórmula comunicacional repetida coordinadamente: los asesinatos de carabineros tienen un solo culpable: “el gobierno”, por su falta de apoyo y su debilidad ante los narcos, los delincuentes callejeros y los terroristas, a los que indulta.
Hay un teorema sociológico, el Teorema de Thomas (1919-20), muy ilustrativo al respecto. Afirma que todo lo que la gente juzga o da por real, sea cierto o no, aquello siempre será real por sus efectos. Es decir, toda distorsión  de hechos reales, aunque fueren parciales, o mentiras o miedos ya socializados, asumidas y asimilados como ciertos por la gente, adquieren estatus de realidad en sus mentes y condicionan sus comportamientos.
Hay casos emblemáticos en tal sentido. Orson Welles, rindiendo homenaje a H.G Wells y su novela La guerra de dos mundos, en que profetiza la invasión de la Tierra por los marcianos, dio la “noticia de última hora, ¡extra, extra!” de que los marcianos estaban aterrizando en las principales ciudades del país. El caos y el pavor fue generalizado. La gente no solo “escuchó” un noticiero de un radio-novela. Más que eso: la gente “vio”, espantada cómo los marcianos invadían nuestro planeta (muchos aseguraron haber visto platos voladores aterrizando).
Los manuales de guerra sicológica, durante toda la Guerra Fría y ahora, tienen muy en consideración este teorema al momento de activar sus dos ingredientes esenciales: el miedo y el odio como puntos de partida, a los que después se suman la mofa altamente corrosiva, el desprecio, el desafío y, en definitiva, la aceptación y esperanza de una salida sediciosa: en su narrativa la legitimidad de la acción desestabilizadora se impone y subordina a la legalidad y la institucionalidad.
Se expresó en el Plan Zeta tras el Golpe militar de 1973: todos los opositores a la UP “sabían” que sus nombres estaban en las listas de los futuros fusilados. Y recientemente, en el 62% del Rechazo, que en casi su totalidad no votó contra el texto (¡390 artículos!) sino contra lo que los partidarios del Rechazo crearon y difundieron como artículos groseramente distorsionado, incluidos texto apócrifos, que la gente asimilo acríticamente a partir de sus propios miedos activados a través de loa medios, en particular la TV y las radios.
Con la misma orientación los noticieros y matinales en estos días, coordinadamente, minuto minuto, día a día, continúan transmitiendo noticias, reportes y entrevistas (entre otros, a aspirantes presidenciales) destinadas a probar hasta el agobio que a Boric y autoridades de gobierno son los responsables políticos, casi autores intelectuales, de los recientes asesinatos de carabineros.
No ver la TV por un asunto de principios tiene el costo de no reparar en aquella realidad virtual y que se intenta inocular en la mentalidad de la gente, y cómo funciona implacable la maquinaria detrás de ella, apoyada en Bigdata e inteligencia artificial orwelliana (George Orwell,1984), y no salir al paso y con fundamentos en el cara a cara cotidiana con la gente, que cree y aumenta lo que escucha y lo transmite como verdad irrebatible en sus conocidos.

Negar a informarse de esa realidad paralela, llamando a no ver la TV, algo del todo entendible, corre el riesgo de inducir a seguir navegando en los propios espejismos, no menos sesgados y parciales, formados solo por lo que se quieren. Y que pueden conducir al triunfalismo y la soberbia y, más al fondo, a una visión profundamente sectaria de la realidad.
Sin ir más lejos, se creyó (muchos creímos) que el mundo real eran los millones marchando y cantando “El pueblo unido”. ¡Bellísimo, emocionante hasta las lágrimas! Y ratificado por el triunfo de Boric y la elección de los constituyentes por medio del voto de quienes decidieron ir a votar… Pero faltaban sobre 5 millones que nunca o casi nunca habían sufragado y que ahora con voto obligatorio dieron un triunfo abrumador al Rechazo.
El Chile real es diverso, contradictorio y excluyente, y en parte importante está compuesto también por realidades virtuales (no hay una sola) proyectadas a través de la TV, que tampoco es única y uniforme.

Manuel Fernando Contreras Orte
Sociólogo y analista político.