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Micelios y libros

Por: Joaquín Rebolledo | Publicado: 23.04.2023
Micelios y libros Micelios |
Hoy, Día del Libro. Podríamos decir que leer libros hoy es como la callampa (solo es la forma más tradicional que tenemos de pensar en los hongos), pero no ser capaz de ver el micelio, o las nuevas formas de lectura que traen estos nuevos tiempos, no quiere decir que las personas abandonaran la lectura y el encantamiento que esta genera.

Cada año la llegada del otoño es anunciada por la aparición de distintas callampas en los suelos nacionales; sin embargo, los hongos siempre están presentes a través del micelio, tan solo que su esencial existencia es invisible a los ojos inexpertos.

Cada año la inevitable aparición de distintas columnas de opinión hablando sobre la salud terminal de la industria editorial chilena y los inexistentes hábitos de lectura de nuestros compatriotas nos anuncia la llegada del Día del Libro.

Cada año, sin falta, por esta época aparecen iluminados en los medios de comunicación informándole al público (distintos a ellos, por supuesto, que lo entendieron todo) que el chileno promedio no comprende lo que lee. Paradójicamente, hacen estas advertencias en forma escrita.

Mientras se anuncian estas señales del Apocalipsis, ahí siguen los vendedores de libros en las ferias del país (intelectuales entre sus pares que prefieren el comercio de medicamentos y hortalizas) ofreciendo ejemplares ilegales y mal impresos de distintas obras literarias. Esta semana, por ejemplo, encontré en varios puestos El libro tibetano de la vida y la muerte, aunque el anuncio de un prólogo escrito por el Dalai Lama no sea tan atractivo como hace un par de meses.

Es que el libro siempre ha sido un símbolo. Un símbolo de algo más grande.

Recuerdo cuando chico mi mamá me retaba por pasar horas viendo televisión, decía que era una pérdida de tiempo. Cuando me pasaba horas leyendo Harry Potter me llevaba pancito con té a la pieza para que no me cansara y siguiera haciéndolo. Yo podría haber estado viendo películas de Tarkovsky y Ozu en esa época, pero eso no parecía importarle. Y es que “los niños ya no leen” repiten los adultos, que tampoco lo hacen, mientras sus hijos juegan videojuegos como The Elder Scrolls (literalmente, “Los antiguos pergaminos”), con más de 60.000 líneas de diálogo por leer en ellos.

El libro, como objeto, sigue siendo hoy en día un símbolo de status, incluso en nuestros tiempos donde una inteligencia artificial (y no me refiero únicamente a la de los computadores) puede producirlos en un par de minutos. Durante la pandemia era posible encontrar gente en las redes sociales buscando libros para comprar, sin importar cuales fueran, solo para ponerlos detrás de ellos al momento de hacer videoconferencias. O su variante aún más descarada: pendones con decenas de lomos de libros impresos para dar la apariencia de una nutrida biblioteca imaginaria.

Y es que al final del día, podríamos decir que leer libros hoy es como la callampa (solo es la forma más tradicional que tenemos de pensar en los hongos), pero que esos estudios no sean capaces de ver el micelio o las nuevas formas de lectura que traen estos nuevos tiempos, no quiere decir que las personas abandonaran la lectura y el encantamiento que esta genera.

Como dijo El Principito, lo esencial sigue siendo invisible o algo así, no recuerdo cómo era, nunca me leí ese libro.

Joaquín Rebolledo

 

Joaquín Rebolledo
Escritor maulino.