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Día de la Madre: cuidados y corresponsabilidad

Por: Paula Riquelme | Publicado: 13.05.2023
Día de la Madre: cuidados y corresponsabilidad |
Esta preocupante vuelta neoconservadora que supone una naturalización de la maternidad y de las mujeres como únicas agentes responsables de los cuidados, por parte del saber médico, Psi y de círculos de madres que se vuelven otro lugar de escrutinio de la “buena” madre, va en contra de pensar la corresponsabilidad en los cuidados que se ha instalado en el debate público.

En Chile, este 14 de mayo se celebra el Día de la Madre y, más allá de su dimensión comercial, es una ocasión propicia para preguntarnos por el lugar que tiene la maternidad y los cuidados en el contexto social y cultural actual.

Durante la última década los cuidados han sido parte del debate público y político de un modo que resultaba impensable hace una década. Esto se debe a múltiples factores, pero parecen críticos la emergencia del movimiento feminista, la pandemia de Covida19 ––que dejó en evidencia la tensión que viven quienes deben compatibilizar el cuidado con el trabajo formal y doméstico–– y el debate legislativo en torno a las labores de cuidado.

Sin desconocer estos avances en el debate público, cabe preguntarse si éste cambia efectivamente las prácticas de cuidado y lo que se piensa en torno a las maternidades. Me temo que aún la maternidad sigue siendo un tópico en que persisten los resabios de la madre como figura sacrificial consagrada al cuidado de los hijos, culpable de sus desventuras y castigada por sus deseos ajenos al espacio familiar y doméstico. Es así como, si bien los cuidados han sido visibilizados como una labor relevante, los discursos que se despliegan en relación con estos siguen perpetuando una visión conservadora del rol de las madres.

La divulgación médica y del mundo Psi en tanto conocimiento experto acerca de la maternidad y los cuidados es, en parte, responsable de sostener estos discursos conservadores. Muestra paradigmática de esto es el modo en que la teoría de apego —una teoría acotada a un ámbito de la interacción entre figura de cuidado o de apego y el niño o niña en cuestión, desarrollada por John Bowlby durante los años 70–– se ha transformado en una entelequia de la justa medida que califica el de éxito o fracaso vincular de todo niña o niño y de su vida afectiva futura como adulta o adulto. Éxito y fracaso del apego, y de la madre como figura principal de apego, que pretende predecir, y a su vez prescribir, un modo correcto de cuidar y de amar, que olvida los cuerpos que soportan los cuidados, la subjetividad, el deseo y los determinantes culturales, sociales e históricos que afectan a las relaciones familiares.

Bajo el significante apego en el lenguaje experto, pero también coloquial, se ha reducido todo el complejo entramado de los vínculos de cuidado, afecto y amor entre madres e hijos. Y es en nombre de la promoción del apego, como entidad aséptica, que se montan verdaderas empresas de formación de madres y padres, ofertándose cursos y talleres en centros de salud, en escuelas públicas y colegios privados, y en otras instituciones ligadas al cuidado de niñas, niños y adolescentes.

Entonces, si bien los cuidados se han vuelto una temática relevante en el debate público, las madres continúan siendo escrutadas, evaluadas y juzgadas a partir de un saber experto que dictamina un modo ideal de ejercer las funciones de cuidado que perpetúan, como antaño, la figura de la madre sacrificial.

Piénsese que, ahora, la madre debe amamantar a su hijo hasta los 2 años, tal como lo indica la Organización Mundial de la Salud, y abocarse a ser su principal sostén para asegurar el apego y el desarrollo emocional de la niña o el niño, del cual parece ser su única responsable.

Es así como el saber médico y Psi naturaliza la lactancia y los cuidados de la primera infancia como responsabilidad exclusiva de la madre, desconociendo que éstas son ante todo prácticas culturales. Sumado a lo anterior, este saber experto ha permeado de tal manera los discursos sociales en torno a la maternidad que ha habido una apropiación de estos por parte de grupos de madres activistas y de madres que se levantan como influencer en redes sociales y el mundo editorial de la maternidad consciente y militante, las cuales prescriben la lactancia como una exigencia incuestionable y naturalizada, y cuestionan la asistencia de niñas y niños a la sala cuna pues hasta los dos años, ellas y ellos deben estar a cargo de su madre.

Esta preocupante vuelta neoconservadora que supone una naturalización de la maternidad y de las mujeres como únicas agentes responsables de los cuidados, por parte del saber médico, Psi y de círculos de madres que se vuelven otro lugar de escrutinio de la “buena” madre, va justamente en contra de pensar en serio la corresponsabilidad en los cuidados que se ha instalado en el debate público.

Esto porque la corresponsabilidad implica precisamente que los cuidados son responsabilidad de hombres, mujeres, familias, comunidades y Estado, y no una responsabilidad exclusiva de las madres.

Paula Riquelme
Psicóloga, magíster en Psicología Clínica. Candidata a Doctora en Literatura.