Avisos Legales
Opinión

El Simce es la desactivación educativa

Por: Iván Salinas | Publicado: 16.06.2023
El Simce es la desactivación educativa Educación en pandemia |
Con lo suedido en pandemia, es hora de transitar a otros focos de la medición para las políticas públicas en educación. Si queremos reactivar la educación, debemos enfocarnos en una calidad entendida como la provisión de condiciones que producen aprendizajes y motivación por aprender. El SIMCE y sus consecuencias son justamente lo contrario. De seguir con el SIMCE, mantendremos en el sistema una fuerza contraria a la reactivación educativa. ¡Entrenar para una prueba no es reactivar la educación! El SIMCE es más bien un desactivador educativo.

Uno de los resultados más destacables del SIMCE de la pandemia es que refuerza el carácter espurio de la medición que realiza para la pedagogía.

¿Qué significa un puntaje 12 puntos menor o mayor entre mediciones para la reactivación educativa en relación con los aprendizajes? En realidad, no significa mucho. Cuando un equipo técnico escolar recibe la información sobre el puntaje de 264 puntos en matemática para un año y luego de 253 puntos en otro año, en realidad no tiene mucha opción para decidir qué asumir compromisos para subir el puntaje en otro año. El puntaje llega tarde, las acciones a realizar no pueden ser pedagógicas -pues ya no sirven para atender a los estudiantes que rindieron las pruebas- y tampoco permiten iluminar un camino de mejoras educativas.

¿Cómo se usan entonces los puntajes SIMCE? Un estudio realizado hace algunos años señalaba que hay cursos de acción específicos que realizan algunos sostenedores y directivos escolares: preparar para la medición y contratar servicios de entrenamiento para la medición. Además, puede ocurrir otro conjunto de prácticas indeseables, anecdóticamente reportadas, como es la exclusión u ocultamiento de estudiantes con bajos rendimientos en el día de la rendición de la prueba.

La política usa los puntajes SIMCE para armar rankings que reparten incentivos económicos y simbólicos -como los del SNED-, para juzgar la efectividad de las subvenciones escolares preferenciales, y para una ordenación de escuelas que puede castigar a aquellas con bajo desempeño sostenido, con su cierre o con la chapa de escuelas “insuficientes”.

Ante los resultados entregados del “SIMCE de la pandemia” el 14 de junio, no podemos olvidar la experiencia vivida con el Covid-19 en el sistema escolar: cierre de escuelas, educación remota de emergencia, estrés, agobio, falta de conectividad, deterioro de la salud mental en varios actores de las comunidades escolares, enfermedad y muerte de seres queridos y cercanos.

Estas son condiciones de actuación que asumieron con mucha responsabilidad decenas de miles de profesoras y profesores en Chile y el mundo, todos enfocados en aprender a lidiar con la emergencia sanitaria. La labor docente incomprendida fue altamente escudriñada, enjuiciada. El gobierno (pasado), incomprensiblemente, construyó a los docentes como enemigos mientras proveía a saltos las certezas necesarias para un retorno presencial.

También ocurrió que la sociedad tuvo que pensar su relación con las escuelas de otra forma, incorporando en su tratamiento la relación con los cuidados. Se instala el cuestionamiento a la escuela como productora de puntajes, al tiempo que la pandemia clama por una valoración de otros aspectos: la contención socio-emocional, el espacio escolar como vinculación y socialización y no mera preparación segregada para el trabajo.

Fue la decisión de docentes y de muchas familias la que mantuvo a las escuelas y sus comunidades conectadas para aprender, muy a pesar de interesadas visiones que buscan culparlos de la educación en la emergencia sanitaria.

La aparente “normalidad” con que hoy vemos la presencialidad escolar ha sido fundamentalmente cuestionada por los docentes. Silenciosamente son las y los docentes quienes han anunciado -por vivencia propia- que habría efectos en los aprendizajes escolares de los estudiantes de esta generación. Ello porque son las y los docentes quienes viven la experiencia escolar y la entienden de primera mano. Son las y los docentes quienes han iluminado, auxiliados también de herramientas de evaluación formativa como los Diagnósticos Integrales del Aprendizaje y la priorización curricular, sobre la crisis escolar actual. Jamás buscaron el SIMCE para tomar decisiones pedagógicas, altamente necesarias para el momento, pues entendieron rápidamente que la pedagogía llama por otras prioridades, más agudas y acuciantes, como la convivencia y el abordaje de la salud mental y la inclusión en la escuela. Para todo ese esfuerzo pedagógico el SIMCE hoy solo reafirma cuestiones que ya sabíamos que se venían.

Asumir que la reactivación educativa es un retorno a la educación de antes de la pandemia ignora la profundidad y arrastre histórico de la crisis educativa. Eso aplica también cuando se piensa en reactivar los aprendizajes. El Consejo de Reactivación Educativa, convocado por el presidente Boric, emanó un informe de recomendaciones recientemente publicado, en donde se sugiere mantener el monitoreo del sistema en relación con los aprendizajes. Propone también monitorear condiciones que favorecen el aprendizaje.

Sabemos que es muy difícil que un niño aprenda a leer, escribir y operar matemáticamente como se espera cuando en su escuela hay alta rotación docente, o cuando sus salas tienen vidrios rotos que no se reparan, o no tienen calefacción en invierno, o no tienen personal para atender a sus compañeros con necesidades educativas especiales. Lo mismo aplica para la motivación a asistir a la escuela.

Sabiendo lo que sabemos sobreaprendizajes, es hora de transitar a otros focos de la medición para las políticas públicas en educación. Si queremos reactivar la educación, debemos enfocarnos en una calidad entendida como la provisión de condiciones que producen aprendizajes y motivación por aprender. El SIMCE y sus consecuencias son justamente lo contrario.

De seguir con el SIMCE, mantendremos en el sistema una fuerza contraria a la reactivación educativa. ¡Entrenar para una prueba no es reactivar la educación! El SIMCE es más bien un desactivador educativo.

Iván Salinas
Profesor asociado del Departamento de Estudios Pedagógicos de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Investigador de la Fundación Nodo XXI.