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Opinión

Jano Bifronte: la relevancia del pasado en la construcción del futuro

Por: Joaquín Gutiérrez | Publicado: 21.06.2023
Jano Bifronte: la relevancia del pasado en la construcción del futuro |
Conmemorar el cincuentenario del Golpe de Estado no es sólo un acto de memoria, es un proceso de catarsis. Es el momento en que la sociedad chilena debe examinar su pasado y, al igual que Jano, vincularlo con su presente y futuro.

La sociedad romana adoraba a Jano Bifronte, un dios que presentaba dos rostros; uno dirigido al frente y otro en la parte posterior de la cabeza. Su mirada se posaba simultáneamente en el pasado y en el futuro, habitando en un presente que se prolonga en el tiempo en ambas direcciones.

Esta figura simboliza adecuadamente el tema que deseo debatir en esta columna, la cual emerge en respuesta a las afirmaciones de la presidenta del Consejo Constitucional, Beatriz Hevia. El hecho de no haber presenciado un evento histórico no implica que éste sea inaccesible, o que no podamos visitarlo y revisitarlo con constancia. Las sociedades, al igual que Jano, siempre observan tanto al futuro como al pasado.

La historia no es meramente un conjunto de fechas y acontecimientos: es una reflexión perpetua sobre las repercusiones del pasado en el presente. No es imprescindible haber vivido un suceso para poder analizarlo; las fuentes y testigos están disponibles. Puede que esté proponiendo una herejía (y aquí, Pierre Nora, te pido perdón), pero la distinción entre historia y memoria es más estrecha de lo que a los historiadores, y a los celosos guardianes de la memoria, les gustaría admitir. La historia es, necesariamente, memoria. Una memoria académica, quizás, y autocrítica. Pero, al fin y al cabo, es memoria.

El pasado, el presente y el futuro se hallan entrelazados de forma inevitable. No solamente por las secuelas tangibles del pasado, sino también por cómo recordamos dicho pasado. Por eso, cuando Hevia sostiene que sería erróneo comenzar la conversación constitucional “desde temas que sabemos que pueden generar ruido o dividir a los chilenos” sólo está recurriendo a la vieja táctica de los grupos que han ostentado el poder desde los tiempos de Diego Portales: construir una historia nacional, coherente y aséptica.

Pero eso es un error. La historia, la memoria, no debe ser pura, no debe ser sagrada. Debe incomodarnos, debe provocar ruido. Debe evidenciar las fisuras que existen en una sociedad para poder subsanarlas.

Conmemorar el cincuentenario del Golpe de Estado no es sólo un acto de memoria, es un proceso de catarsis. Es el momento en que la sociedad chilena debe examinar su pasado y, al igual que Jano, vincularlo con su presente y futuro.

Muchos grupos quieren evitar el tema, mirar hacia otro lado, o ignorarlo. La sociedad chilena nunca ha sido homogénea, por más que los sucesores de Portales lo intenten. Recordar, cuestionar el pasado, aunque no lo hayamos vivido en primera persona, es confrontar esta división y buscar una mayor armonía en nuestras diferencias. Eludir esta realidad nos condujo al 11 de septiembre de 1973. Ignorar el pasado sólo nos hace tropezar con la misma piedra.

El Golpe, claramente, se ha convertido en lo que el mencionado Nora llamaría un lugar de memoria inmaterial. No es una estatua, ni un lugar en el sentido estricto, pero es un instante que nos convoca a todos, nos afecta a todos, hayamos estado presentes o no. Y como lugar de memoria, cambia irremediablemente con nosotros, recordado en múltiples aspectos. Queramos o no, el presente, en su constante cambio, altera el pasado. La memoria histórica es maleable, por lo que el presente, como Jano, siempre mira al pasado para verse a sí mismo. Nos una o nos divida, la historia es memoria.

A modo de conclusión: la historia como disciplina no debe lealtad a nadie. Debe ser crítica, debe incomodar a todos por igual. Debe observar el pasado y mostrar que el presente es sólo un reflejo de lo que precedió. Si ese reflejo divide o une a la sociedad, es irrelevante.

Joaquín Gutiérrez
Historiador. Doctorando en Ciencias Sociales.