Avisos Legales
Opinión

La verdadera batalla de la memoria es el recuerdo de la UP

Por: Loreto López | Publicado: 07.07.2023
La verdadera batalla de la memoria es el recuerdo de la UP Imagen referencial de Allende en la Unidad Popular | Cedida
La memoria del golpismo podrá aceptar a regañadientes que la dictadura incurrió en la sangre, pero hará todo lo posible por mantener al Golpe mismo separado de esa masacre y la barbarie que le caracterizó. Y en parte, para algunos sectores que en la época pensaban que la UP debía tener un “desenlace”, pero no sabían cómo, el Golpe sigue convenientemente escindido de “lo que vino después”.

La conmemoración de los 50 años del Golpe de estado en Chile ha demostrado algo que, para quienes nos mantenemos atentas a las luchas por la memoria del pasado reciente, resulta evidente: que la verdadera batalla por la memoria en nuestra sociedad es el recuerdo de la Unidad Popular.

Con mayor o menor intensidad lo vemos cada 11 de septiembre, pero, desde el 18 de octubre de 2019 en adelante, los mil días de Allende no ha dejado de retornar al debate público.

Primero fue la conmemoración de los 50 años del triunfo de la UP, que, lamentablemente, encontró al 4 de septiembre en medio de una pandemia global que debilitó los actos públicos para la fecha. Luego vino el plebiscito constitucional de entrada, donde pudo apreciarse que, el recurso al pasado, es una constante frente a los acontecimientos que podrían abrir procesos de cambio –como fue dicho referéndum–, precedido de una revuelta social y posterior acuerdo político.

Ya para la conmemoración del triunfo de la UP, los fieles de la memoria del Golpe y la dictadura como salvación del marxismo internacional, la guerra civil y la dictadura del proletariado al estilo Doctor Zivago, se pusieron en guardia, intentando repeler el posible avance de una memoria épica de la UP. Una memoria anclada en experiencias colectivas que, desde el 11 en adelante, han sido avergonzadas, desautorizadas y relegadas al lugar del arrepentido.

Desde el mismo día del Golpe la dictadura desplegó su política de memoria, vehiculizada como propaganda a través de un mensaje muy claro: la culpa del Golpe la tiene la UP y Allende, el Golpe era necesario, inevitable y el único camino, quienes lo llevaron adelante sólo actuaban como instrumentos de la voluntad popular que clamaba por el fin del caos y el hambre.

Un mensaje sencillo, que no fue arrinconado por otra memoria pública luego del fin de la dictadura, y que se ha repetido y transmitido de generación en generación sin contrapeso.

La memoria del Golpe y la dictadura como tragedia, sostenida en las experiencias de las víctimas de violaciones a los derechos humanos, que logró reconocimiento público y oficial durante la transición, no ha movido ni un milímetro la memoria del caos sobre la UP, y dicho sea de paso, alteró muy poco o casi nada la memoria de la gran obra económica e institucional de la dictadura, que ella misma construyó sobre los 17 años y que vimos desplegada con esplendor en la campaña del Si en 1988.

Así las cosas, la memoria del golpismo podrá aceptar a regañadientes que la dictadura incurrió en la sangre, pero hará todo lo posible por mantener al Golpe mismo separado de esa masacre y la barbarie que le caracterizó. Y en parte, para algunos sectores que en la época pensaban que la UP debía tener un “desenlace”, pero no sabían cómo, el Golpe sigue convenientemente escindido de “lo que vino después”.

Lo he escuchado en conversaciones sociales y en las personas comunes que me contaron sus experiencias para mi investigación doctoral titulada “A mi no me pasó”. Sin embargo, la evidencia histórica revela que la separación entre Golpe y dictadura es una artimaña de la memoria, que permite seguir sosteniendo la legitimidad de ese acontecimiento de violencia extrema y radical en el imaginario del pasado, construido por el movimiento civil y militar que lo fraguó desde el mismo día de las elecciones presidenciales de 1970.

Los 50 años del Golpe han abierto la arena de lucha por el recuerdo de los mil días de manera pública y no soterrada como se acostumbraba, sin susurros y en voz alta. Esta disputa requiere que las partes exhiban los emblemas que permiten –como nos enseño Steve Stern– que diversas memorias sueltas en búsqueda de un relato colectivo, puedan concurrir con la fuerza de sus recuerdos, sean personales, familiares o comunitarios. La batalla por la memoria de la UP es sin duda una oportunidad para recordar una épica colectiva intentando conectar las deudas del presente con las luchas del pasado.

Loreto López
Antropóloga.