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Opinión

¿Superioridad o ambición moral?

Por: Álvaro Ramis | Publicado: 10.07.2023
¿Superioridad o ambición moral? Imagen referencial Revolución Democrática | Agencia Uno
La ambición moral no es un defecto. No es una forma de vanagloria, sino el interés de alcanzar altos objetivos morales, desafiantes, exigentes, que demuestren un anhelo de vivir una conducta que se aleje de la indiferencia ante tantos medios y mecanismos cuestionables que se han naturalizado en la vida política actual.

El alto impacto público del caso “Convenios” se ha interpretado como la crisis definitiva de una supuesta soberbia que habría manifestado Revolución Democrática a lo largo de su gestación y crecimiento como partido político. Se suele mostrar como prueba la afirmación del ministro Giorgio Jackson: “Nuestra escala de valores y principios dista de la generación que nos antecedió». La crisis actual desmentiría esa pretensión y determinaría que RD no es una excepción, ya que su conducta colectiva no sería distinta a la del resto de los partidos.

Pero la frase del ministro Jackson podría entenderse de dos maneras distintas. Los críticos a RD han acusado una voluntad de “superioridad moral”, entendida como una creencia o actitud de estar en posesión de valores morales más altos o por encima que los que disponen o asumen los demás. Esta posición vendría a justificar las acciones del sujeto que manifiesta esta condición de preeminencia y un desprecio al modus vivendi del resto.

Otra interpretación puede ver en esa frase una aspiración, una forma de “ambición moral”, que no afirma la posesión de esos valores superiores, sino una predisposición de alcanzarlos y vivirlos. La ambición moral se da en el campo del liderazgo, en tanto no se declara algo que ya se tiene, sino el objetivo explícito de buscarlos y realizarlos.

En ambos casos, bajo las dos interpretaciones, la circunstancia que hoy vive RD es difícil y contradictoria. Pero las vías de reconstrucción o reconducción de ese proyecto político son distintas si se asume una u otra interpretación. Si lo que RD manifestaba era una pretensión de superioridad, a la sociedad sólo le cabe sancionar la soberbia, altivez, arrogancia y vanidad política asociada a ella. Por el contrario, la ambición moral no es un defecto. No es una forma de vanagloria, sino el interés de alcanzar altos objetivos morales, desafiantes, exigentes, que demuestren un anhelo de vivir una conducta que se aleje de la indiferencia ante tantos medios y mecanismos cuestionables que se han naturalizado en la vida política actual.

La superioridad moral agrava la falta. En cambio, si la ambición moral sufre un revés, una caída, ello no implica abandonar la ruta. Por compleja que haya sido la crisis, asumirlo es motivo para recuperar la senda fijada, como un nuevo estímulo para mantener el anhelo de marcar una diferencia positiva, en tanto organización de referencia para quienes confían en ella.

La sociedad va a interpretar este momento en uno u otro sentido. Lo único que cabe en esta situación es un ejercicio de liderazgo colectivo que demuestre verdadera ambición moral, y de esa manera recuperar la confianza ciudadana, tomando decisiones valientes y realizando acciones contundentes, dignas de ella.

Álvaro Ramis
Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.