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La amarga lucidez de Kundera

Por: Rogelio Rodríguez | Publicado: 17.07.2023
La amarga lucidez de Kundera Milán Kundera | Twitter @literlandweb1
Se hace notar en la pluma de Kundera el costo de la lucidez, el precio que hay que pagar por la rebeldía intelectual que es consecuente con el principio de ver y decir lo que se ve. Se percibe la soledad y el dolor que acompañan el proceso de alejarse de una fe cuando se percibe en ella la fealdad de la mentira y su solidaridad con el crimen.

El escritor checo Milán Kundera ha fallecido este 11 de julio, a sus 94 años. Se podrían destacar, como homenaje póstumo, muchos temas que conformaron sus afanes literarios. En esta ocasión me referiré a uno principal: su defensa a ultranza de la libertad de conciencia y su denuncia de la violencia causada por los sistemas cerrados de pensamiento.

Una obra ilustrativa al respecto es El libro de la risa y el olvido, conformada por un conjunto de siete relatos prácticamente independientes, vertebrados por la ocupación rusa de Checoslovaquia en 1968. Este suceso significó para el autor un tremendo impacto, personal e intelectual, y transformó radicalmente su visión de la realidad. Su conmoción se refleja en este libro y una amarga lucidez destila en todas las narraciones que lo componen.

El tema central es lo que ocurre cuando se abandona una fe, las implicaciones de salir del circuito cerrado de una creencia. Al mismo Kundera le sucedió: residente en Francia –ya antes expulsado del Partido Comunista, despojado de su cargo de profesor en Praga y borrado de los manuales de historia literaria– se vio privado de su nacionalidad checa por la publicación de este libro. Tal fue la respuesta de un régimen totalitario a la crítica de la atmósfera social que este implanta en una nación.

Pero el libro no es sólo una narración política. Es también un retrato del interior de los individuos, una instructiva radiografía de la psicología y la vida de la gente común que constituyen los personajes. La dosis de erotismo de la que hace gala ensambla muy bien con los demás elementos del ambiente. También hay humor, pero asimismo hay tristeza y, a ratos, cierta desesperanza. Se hace notar en la pluma de Kundera el costo de la lucidez, el precio que hay que pagar por la rebeldía intelectual que es consecuente con el principio de ver y decir lo que se ve. Se percibe la soledad y el dolor que acompañan el proceso de alejarse de una fe cuando se percibe en ella la fealdad de la mentira y su solidaridad con el crimen.

La devoción a una fe, a un credo, a una bandera, entrega sentido a la existencia del ser humano. Pero la devoción extrema lleva al fanatismo, al odio, a la intolerancia y a la violencia. Para la mentalidad fanática, los símbolos de su creencia –la cruz, el libro sagrado, la svástica, la hoz y el martillo, cualquiera da lo mismo porque en este círculo los extremos se tocan– son estímulos más que adecuados para matar y morir. Lo hemos apreciado en la historia, lo experimentamos hoy en lo que va de nuestro siglo.

Para muchos hombres –Kundera entre ellos– el costo de dejar de creer es un espantoso vacío. Pero hay que dejar de hacerlo si no se tiene otra brújula, en la senda de la vida, que la búsqueda de la verdad. Este dilema del intelectual se revela desnudo en este libro; no se soslaya, sino que se repasa con valor y honestidad, una y otra vez, en los fragmentos autobiográficos que se insertan en los relatos. La lectura de esta obra, como ocurre con muchas otras de Kundera, es un clamoroso llamado a la confrontación y a la reflexión.

Rogelio Rodríguez
Licenciado en Filosofía y magíster en Educación. Académico de varias universidades.