Avisos Legales
Opinión

Tras mil enmiendas ¿será posible un consenso?

Por: Alejandro Köhler | Publicado: 25.07.2023
Tras mil enmiendas ¿será posible un consenso? Consejo Constituyente | Agencia Uno
Les pido que recapaciten. Es mejor negociar y llegar a acuerdos hoy. El camino del consenso aún está abierto, pero exige señales de verdad: menos enmiendas. Muchísimas menos, cientos y cientos de menos enmiendas. Menos (muchísimo menos) animo partisano. En este caso, menos “sello republicano”. En términos generales, el camino al éxito es fácil de enunciar, pero difícil de transitar: se requieren menos normas.

Hace pocos días fueron presentadas más de 1000 enmiendas al anteproyecto de constitución. Más del 80% de las enmiendas fueron presentadas por la derecha, y de las enmiendas de ese sector, la mayoría fueron presentadas por la numerosa bancada del Partido Republicano.

De aprobarse las enmiendas, en su formulación actual, el anteproyecto quedará irreconocible, y la posibilidad de una “casa de todos” se diluirá irremediablemente.

Llevamos 6 semanas en un clima, aunque no siempre fácil, de cordialidad y entendimiento al interior del Consejo Constitucional. Llevamos 6 semanas hablando de que debe primar una voluntad de acuerdos transversales. Pero, tras conocerse las propuestas de enmiendas, hay que decirlo con claridad y poner una señal de alarma: hoy por hoy no sabemos si la invocaciones a un gran acuerdo nacional para una nueva constitución son palabras vacías de la derecha –que esconden una intención de pasar la aplanadora de una mayoría circunstancial– o si, en cambio, hay algo de veracidad detrás de los llamados a conciliar.

Es el riesgo que se corre cuando una palabra –como “consenso”– se repite mucho. Puede volverse un frívolo lugar común.

Yo mismo he repetido una y otra vez que debemos buscar consensos, y que el gran punto de partida es valorar el anteproyecto de los expertos. Pero, ¿qué significa eso hoy, después de 1000 propuestas de enmienda?

Creo que lo que no entiende parte de la derecha (así como no lo entendió en su momento parte de la izquierda en el proceso anterior), son dos cosas fundamentales e interrelacionadas de los procesos constitucionales exitosos:

1) las constituciones realmente valiosas –esas que vertebran el proceso políticos de un país por varias décadas sin que se cuestione su legitimidad a cada rato– , están pensadas para que las sensibilidades políticas de un país, presentes y futuras, puedan desenvolverse y procesar sus diferencias de forma civilizada.

2) lo anterior exige de parte de los redactores de la constitución no tanto atender a la correlación de fuerzas del órgano redactor (en este caso, del Consejo Constitucional) sino a la correlación de fuerzas que existen en el país y que predeciblemente seguirá existiendo al largo plazo.

Lo dicho anteriormente tiene expresiones muy concretas: por ejemplo, cuando habla la consejera Karen Araya (del Partido Comunista) en el hemiciclo, el resto de los consejeros no solo deberían ver a la colega haciendo una alocución, debería asumir que hace 100 años estuvo en su lugar Luis Emilio Recabarren, y probablemente en 100 años más, va a estar otro(a) representante popular de dicho sector.

Lo mismo con la bancada que presido (socialista): cuando habla Miguel Littin a nombre del PS, se sabe con certeza que hace una décadas hubiese ocupado su lugar alguien como Salvador Allende. Y en el futuro, sea cual sea el órgano legislador –y siempre que la voluntad popular sea consultada–, va a existir alguna representante del socialismo.

A veces serán una mayoría maciza, en otra ocasiones (como en este proceso) tendremos menos escaños de los acostumbrados. Pero no cabe duda –al menos hasta donde es posible anticipar en materia histórica– que van a existir representantes del socialismo y del comunismo.

Así también con el social cristianismo (hoy nominalmente ausente, pero cultura política aún vigente en nuestra sociedad). Y lo mismo, por cierto, con las distintas expresiones de la derecha: hoy habla ante nosotros el consejero Silva, hace un siglo lo hubiese hecho don Abdón Cifuentes. Y en un siglo más, habrá otro exponente de dicha tradición.

Se trata de identidades irreductibles del panorama político nacional. Siempre un lado tendrá que convivir con el otro.

Qué decir del Consejero Alihuen Antileo. Hoy en apariencia es solo uno. Pero representa una cultura de cientos de miles, que por siglos –ante reales intentos de aniquilación y/o asimilación– han reclamado respeto y reconocimiento. No hay que ser adivino para apostar a que lo seguirá haciendo en los siglos venideros.

Los partidos más nuevos presentes en el Consejo Constitucional (como los del Frente Amplio, o el Partido Republicano) aunque constituidos hace menos años, también representan y honran culturas políticas con décadas de historia en nuestro país.

Pero las enmiendas republicanas parecen olvidar todo esto. Y parecen olvidar que la Convención hace un pestañar de ojos atrás pagó caro ese mismo olvido. Parecen creer que, dado que algunas corrientes políticas –como en las que yo participo– hoy tienen menos escaños, no es necesario incorporarlas y tratarlas de igual a igual en el diseño constitucional.

En comparación a la Convención el tono actual ha mejorado (hoy es más cordial), pero se está cometiendo el mismo error (calcado) perpetrado en el proceso anterior: de una momentánea disminución electoral de la derecha en el fenecido organismo redactor, algunos creyeron que dicho sector ya no levantaría cabeza, y que era posible diseñar un esquema constitucional que no tuviera a la derecha participando con su puño y letra en la redacción del nuevo texto.

Aún está fresco el recuerdo de tal osadía. Pero la nueva derecha (tentada con un inesperado resultado electoral) al parecer ahora desea hacer lo mismo, excluyendo al signo opuesto de la propuesta, con el mismo ímpetu refundacional, aunque con mejores modales.

¡Qué craso error están cometiendo, republicanos!

Les pido que recapaciten. Es mejor negociar y llegar a acuerdos hoy. El camino del consenso aún está abierto, pero exige señales de verdad: menos enmiendas. Muchísimas menos, cientos y cientos de menos enmiendas. Menos (muchísimo menos) animo partisano. En este caso, menos “sello republicano”. En términos generales, el camino al éxito es fácil de enunciar, pero difícil de transitar: se requieren menos normas.

Todo aquello que no alcance un consenso amplio debe derivarse al futuro legislador. La constitución que vertebre el siglo XXI chileno no será aquella que tenga el sello de un solo sector, sino aquella que permita el juego democrático y el despliegue del crisol de identidades que habitan y seguirán habitando nuestra patria.

Entender lo anterior es entender la diferencia entre la redacción de la norma política fundamental de un país, de otra que (aunque se titule “constitución”) no pasa de ser un mamarracho de legislación partisana.

Alejandro Köhler
Consejero Constitucional, representante de la Región de Los Ríos y jefe de la bancada socialista en la instancia