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Opinión

Convivencia para el Aprendizaje: El segundo tiempo para las comunidades

Por: Cristian Rodriguez Astorga | Publicado: 29.07.2023
Convivencia para el Aprendizaje: El segundo tiempo para las comunidades Imagen referencial – Convivencia Escolar | Cedida
Es necesario fortalecer en las escuelas una convivencia vista como una experiencia de aprendizaje. Desde los 90’s la experiencia latinoamericana nos ha hablado de la necesidad de construir una convivencia bajo los principios de inclusión, democracia y paz. Una convivencia que trascienda al espacio comunitario. No obstante, nuestro sistema ha mantenido una mirada punitiva y restrictiva, cercana a la lógica del orden y el castigo, valores que hoy, a partir de los procesos sociopolíticos que tenemos como país, han estado muy presentes.

Con el comienzo del segundo semestre inició también una especie de segundo tiempo para la educación que,  junto con mantener presente desafíos que son transversales en la política pública, como el reducir los índices de ausentismo escolar o las brechas en el aprendizaje de las y los estudiantes, sigue teniendo una importante deuda en cuanto a la búsqueda e implementación de estrategias en torno a la convivencia y salud mental.

Es cierto que, en un contexto marcado –sobre todo durante el 2022– por un aumento de fenómenos de violencia escolar y desregulación emocional al interior de las comunidades escolares, se ha avanzado de sobremanera en mitigar estos climas alterados y conducir a la recuperación de la escuela como un “espacio de protección y bienestar socioemocional”.

No obstante, el eje sobre convivencia y salud mental pareciera que sigue siendo uno de los más débiles. Y es que los efectos de la pandemia en el sistema educativo pusieron en jaque dos décadas de políticas de convivencia escolar, las que no lograron entregar herramientas para hacer frente, desde una mirada formativa y pedagógica, a los fenómenos de violencia escolar y salud socioemocional suscitados en el plano educativo. Sin embargo, no podemos focalizar el origen de estas problemáticas solo al interior de las escuelas.

Pareciera ser que existe un constructo social que ha naturalizado ciertos comportamientos que, con preocupación, vemos en el día a día. Imágenes icónicas vistas en el primer semestre, como la de niños robándose un balón en pleno partido de fútbol u otro, desde una galería, levantando el dedo del medio a los jugadores oponentes; o la de un cantante de música urbana respondiendo una crítica por video con una pistola en mano; hacen pensar que el tema de la violencia es más complejo y que los fenómenos escolares son una consecuencia de aquello.

Por lo mismo, debemos avanzar en dos sendas. La primera, en fortalecer en las escuelas una convivencia vista como una experiencia de aprendizaje. Desde los 90’s la experiencia latinoamericana nos ha hablado de la necesidad de construir una convivencia bajo los principios de inclusión, democracia y paz. Una convivencia que trascienda al espacio comunitario. No obstante, nuestro sistema ha mantenido una mirada punitiva y restrictiva, cercana a la lógica del orden y el castigo, valores que hoy, a partir de los procesos sociopolíticos que tenemos como país, han estado muy presentes.

Por lo mismo, los trabajos en torno a la convivencia escolar siguen siendo reactivos, basados más en la prevención de la violencia, como si la convivencia fuese únicamente el antónimo de esta; y no en torno a la búsqueda de desarrollar en las comunidades el respeto de la dignidad y los derechos de las personas, el fortalecimiento de las relaciones interpersonales, en igualdad y respeto mutuo.

Por consiguiente, la construcción de estas dinámicas sociales debe trascender el espacio educativo, y han de dirigir un acuerdo comunitario, donde la ciudadanía aprenda a convivir, conviviendo. Porque es responsabilidad de todas y todos, no solo de las escuelas, construir una convivencia democrática, inclusiva y con capacidad de resolver pacíficamente los conflictos.

Cristian Rodriguez Astorga
Profesor. Magíster en Gestión y Liderazgo Educativo.