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Opinión

La neonatalidad como principio de transformación del ser humano

Por: Alex Ibarra | Publicado: 13.08.2023
La neonatalidad como principio de transformación del ser humano Imagen referencial | Agencia Uno
Siempre hay ídolos que se instalan confundiendo lo que realmente somos, en una sociedad globalizada éstos han constituido una cultura más o menos homogénea y simple. Desde mi convicción el neoliberalismo ha usado algunos dispositivos que funcionan como ídolos, dos de los más difundidos son el individualismo y el consumismo. Ambos ídolos se presentan como propios del ser humano y se les disfraza como liberadores, sin embargo son limitantes de nuestro ser más complejo y diverso.

El filósofo boliviano Fausto Reinaga al asumir la proclama a favor de un pensamiento indio se sitúa en una toma de conciencia de un sujeto dominado que busca la liberación desde un compromiso político que asume la descolonización como constitutiva de su modo de ser. De ahí su frase que nos permite entenderlo como antifilósofo al plantear la renuncia “al socratismo, al socratismo y al marxismo”.

Dicha renuncia adquiere sentido bajo el supuesto de que esto representaría un abandono a las ideologías homogenizantes propias de distintos procesos de colonización occidental. Sin duda, este planteamiento abre un debate radical que lo colocan como un referente de un proceso de liberación para pueblos indígenas de América. Lo que me interesa de esta radicalidad está en que la negación de lo que hemos sido colonizadamente es el punto de partida para un neonacimiento, en este caso liberado de ideologías o prejuicios que obstaculizan el ser que somos, implicando lo espiritual panteísta.

La neonatilidad es parte de una restauración de un ser dominado. En la cultura cristiana esta cuestión acerca de un ser humano que se libera a favor a de sí mismo se encuentra en el misterio de la conversión. Casualmente, en una breve conversación con el Pastor de origen sudafricano radicado en Chile, Jamie Van Der Westhuizen, me hizo recordar un clásico texto bíblico del evangelio de Juan en donde Nicodemo que le replicaba a Jesús “¿Cómo puede un hombre mayor volver al vientre de su madre y nacer de nuevo?” (NTV). La respuesta, es evidente, el neonacimiento en clave cristiana es espiritual, en cuanto creatura que es “imagen y semejanza” de una concepción de Dios monoteísta.

Ambas referencias me sirven para formular que las transformaciones sociales y políticas no sólo se fundan en una dimensión intelectual, lo que nos llevaría a un reconocimiento fundamental de la dimensión espiritual del ser humano. No es casual la presentación de estas imágenes teológicas previas, grandes filósofos del llamado canon se han interesado en reflexiones políticas con atención a la teología, por nombrar algunos Tomás Moro, Baruch Spinoza, Hegel, Marx, Soren Kierkegaard, Gramsci, Hannah Arendt, etc. Todos estos filósofos que se pusieron en riesgo y que asumieron perspectivas radicales en sus planteamientos filosóficos.

En los relatos filosóficos en las aulas académicas las producciones escritas del filósofo danés Soren Kierkegaard y la filósofa alemana-usamericana Hannah Arendt son referencias que fundamentan el neonacimiento existencial o de una condición humana, frente a la crisis de Occidente entendida desde una perspectiva mundializada. Ambos aportes para una reflexión teológica-filosófica sobre esta cuestión de la neonatalidad como posibilidad de transformaciones a las cuales nos deberíamos sentir convocados para una liberación necesaria de esos ídolos, como los entendió Francis Bacon, que no permiten el auténtico desarrollo del ser o que niegan una condición humana más digna.

Siempre hay ídolos que se instalan confundiendo lo que realmente somos, en una sociedad globalizada éstos han constituido una cultura más o menos homogénea y simple. Desde mi convicción el neoliberalismo ha usado algunos dispositivos que funcionan como ídolos, dos de los más difundidos son el individualismo y el consumismo.

Ambos ídolos se presentan como propios del ser humano y se les disfraza como liberadores, sin embargo son limitantes de nuestro ser más complejo y diverso. Esta confusión cultural es un piso que permite el dominio efectivo del neoliberalismo que no responde a la dimensión espiritual del ser humano, cuestión que lo convierte en una ideología nefasta. Un despertar espiritual, una toma de conciencia, hace evidente parte del daño que causa el neoliberalismo tan aceptado por sistemas políticos que administran el poder.

Lo que quiero dejar de manifiesto es que hay una confrontación posible al nefasto neoliberalismo que llevó a una condición de podredumbre a nuestras sociedades, invisibilizando otras alternativas culturales. Buscar un modo de vida distinto es propio del anhelo del ser humano, las condiciones para el neonacimiento del espíritu también compromete una nueva forma de comprender nuestro cuerpo y requiere de nuevas condiciones materiales de existencia. La generación de nuevos debates es lo que nos puede colocar frente a nuevos puntos de partida en medio de un contexto cultural en que la convención y orden político hacen inviable la recuperación de la dignidad del ser humano.

Después de todo la transformación espiritual del ser humano es un salto desde las condiciones que lo limitan hacia lo más auténtico que posee, de ahí que esta transformación espiritual sea más profunda que cualquier oferta religiosa institucionalizada. Lo espiritual es el despertar profundo hacia convicciones que posibilitan la libertad del ser hacia lo que es sin el agobio de lo que debería ser. El ser humano para trascender de su estado de escepticismo o relativismo busca desesperadamente su anhelo de tener “algo en que creer”, como bien propone la serie danesa que lleva ese título, cuestionando lo espiritual institucionalizado con la esperanza de esa conversión que nos sitúa en ese neonacimiento.

Alex Ibarra
Doctor en Estudios Americanos. Magistrado del TRINO.