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El acontecer infausto: Historia y mentalidades patriarcales en Chile

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 23.08.2023
El acontecer infausto: Historia y mentalidades patriarcales en Chile Jaime Eyzaguirre | Cedida
En 2023 un profesor universitario de filosofía insiste en interpretar a Salvador Allende en su condición de derrotado y fracasado. Insta a que la izquierda asuma y reconozca esa condición. La derecha que promovió el acontecer infausto con su actitud golpista y clasista, ahora, en tercera generación, reitera la desgracia de la Unidad Popular. El autor cita al comenzar su libro al político de la transición Enrique Correa: “El dolor ha sido más importante que la razón en nuestro cambio político”. D. Mansuy, Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular, Taurus, 2023).

En 1969 la Editorial Universitaria publica «Hispanoamérica del dolor», obra póstuma del historiador Jaime Eyzaguirre (1908-1968). Eyzaguirre encarnó el talante hispanista colonizador y católico. Sus clases en las universidades chilenas fueron seguidas con especial atención por la elite política de Chile en sus años de formación. Sus alumnos estuvieron en la derecha, el centro y la izquierda.

“Él era un conservador patético y apasionado que concebía su tarea como una misión: la defensa del hispanismo católico en su condición de veta central de nuestra cultura […]. Su admiración por el modelo portaliano basado en los moldes coloniales y monárquicos hispanos, muy probablemente estaba muy marcada por los hispanistas peninsulares y algunos americanos […] todos partidarios de un gobierno fuerte y críticos de la democracia y el liberalismo.” Cristián Gazmuri, «La historiografía chilena» 1842-1970. Tomo II 1920-1970, Taurus, 2009.

Eyzaguirre sabe donde está el bien, y donde el mal. Quienes son los civilizadores, quienes los bárbaros. Gabriela Mistral lo vincula a una corriente de católicos nazis en 1942 (G. Mistral, carta a Victoria Ocampo, Petrópolis, 30 de mayo de 1942).

Hispanoamérica del dolor introduce un modo de concebir, de sentir, de vivir la historia de América. Tanto por las herencias españolas como indígenas la historia de América es dolor. Es el dolor del araucano, “que se arrastra en la línea sin meta de la guerra y del pillaje, de la borrachera y de la magia”. Es el dolor del español, la angustia del cristiano “que pugna por congraciar el ideal con la realidad, el espíritu con la vida” (Hispanoamérica del dolor, 1990, 27). ¿Hasta qué punto este mensaje influyó en la creación de una estética compartida por expresiones políticas e ideológicas diversas? ¿No estaba enunciando al fin de cuentas un modo patriarcal de concebir el tiempo?

La vida no se entiende ni se siente desde un convivir comunitario en la estética de la coexistencia armónica del mundo sino desde la guerra, la escisión, el sacrificio, la agonía. Hacia 1970 los discursos políticos tanto de derecha como de izquierda comienzan a denotar el carácter infausto de la historia. La concepción de la historia como tragedia.

La derecha militante anuncia las desgracias de la humanidad como consecuencia inevitable del pecado original: “Como consecuencia de la falta cometida por nuestros primeros padres, los católicos sabemos que la naturaleza humana quedó caída para siempre. La inteligencia del hombre se nubló, su voluntad se debilitó, y su cuerpo pasó a estar sujeto al dolor y a la muerte […]. El dolor, la muerte, el egoísmo, la soberbia y la sensualidad, no nos permitirán nunca alcanzar el paraíso en la tierra, por muchos que sean los progresos que podamos y debamos realizar.” Jaime Guzmán, La Iglesia chilena y el debate político; Pablo Baraona et al, Visión crítica de Chile, 1972.

La izquierda militante denuncia las desgracias de la explotación humana, el dolor de los trabajadores víctimas del capitalismo chileno: “El hambre de piedra seca / y quejidos que escuchaba, / la vida de muerte lenta / y la lágrima soltada”. Quilapayún, Cantata Santa María de Iquique, 1970.

El derrumbe jamás visto de 1973 terminó por sintetizar el conjunto de los dolores de la historia de Chile. Impregnó el emocionar colectivo de medio siglo. Por de pronto la desgracia de las víctimas de la dictadura denunciada desde la izquierda: es el discurso del pueblo conducido al sacrificio. Pero también está la desgracia de la condición humana anunciada desde la derecha: los sacrificios inevitables exigidos por el vigilar y castigar militar. Es el discurso conservador y golpista. Nadie escapa del sufrir.

En 1980 Rolando Mellafe, historiador de la Universidad de Chile, invitó a reflexionar sobre lo que denominó el acontecer infausto en el carácter chileno. Mellafe hizo un recuento de sucesos funestos desde los inicios de la dominación colonial europea. Una cronología brindó en cierto sentido un sustento documental a la perspectiva expuesta por Eyzaguirre en 1969. Rolando Mellafe, El acontecer infausto en el carácter chileno: una proposición de historia de las mentalidades, Atenea, 442, 1980.

En su interpretación del alma de Chile el cardenal Raúl Silva Henríquez, sobrecogido por el dolor colectivo, recuerda a Jaime Eyzaguirre en 1986: “Cuando Pedro de Valdivia acampó junto al lecho pedregoso y abierto del Mapocho, escuchó por vez primera el nombre que designaba un montículo de piedra entre las aguas del río: Huelén. Huelén, que quiere decir Dolor. Y Jaime Eyzaguirre, estudioso y enamorado como ninguno de la historia y el alma de nuestro Chile, de quien tomamos esta cita, nos descubre un misterioso rasgo de nuestro ser: Chile crece mejor en el dolor. La lucha y el quebranto han llegado a ser compañeros inseparables de nuestra raza. Es la Cruz, es la huella de los pueblos que tienen historia y son capaces de hacerla”. Raúl Silva Henríquez, El alma de Chile.

Es 1986. En medio de la dictadura militar el acontecer infausto pasa a ser asumido no sólo desde las diferencias políticas. La jerarquía católica lo recoge desde una dimensión sacrificial nacional.

Los contenidos oficiales para la formación de la conciencia histórica de la niñez y la juventud de Chile transmiten sin duda esta cosmovisión y este emocionar patriarcal intrínsecamente colonial. Esto se ve en las publicaciones de las empresas editoriales más influyentes a partir de 1973.

En 2007 Editorial Santillana publica un “manual esencial” de Historia de Chile. El libro trasunta la mentalidad patriarcal impuesta de cara al Bicentenario. Las sociedades indígenas viven el acontecer infausto. Son las guerras, las hambrunas, la muerte y la desesperación en Isla de Pascua; son los sacrificios humanos asociados a las desgracias del mundo Inca. Los rasgos sobresalen más si no se explicita el carácter general del sentido indígena del tiempo. Historia de Chile, Santillana, 2007, capítulo 1.

La sociedad monárquica colonial entraña acontecimientos indiscutibles. Los europeos introducen el acontecer infausto en América mediante las guerras, la esclavitud, las encomiendas, las enfermedades, el adoctrinamiento forzoso, el genocidio, los castigos. También sufren las penurias de la conquista y de las rebeliones indígenas (Idem, capítulo 2). La experiencia de la vía chilena al socialismo, vista como un momento de crisis, tensión y radicalización, termina siendo una historia de frustración (Idem, capítulo 6).

En 2023 un profesor universitario de filosofía insiste en interpretar a Salvador Allende en su condición de derrotado y fracasado. Insta a que la izquierda asuma y reconozca esa condición. La derecha que promovió el acontecer infausto con su actitud golpista y clasista, ahora, en tercera generación, reitera la desgracia de la Unidad Popular. El autor cita al comenzar su libro al político de la transición Enrique Correa: “El dolor ha sido más importante que la razón en nuestro cambio político”. D. Mansuy, Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular, Taurus, 2023).

Una vez más el acontecer infausto de la mentalidad patriarcal chilena. A estas alturas un lenguaje tan sombrío como fastidioso. ¿No será el tiempo de imaginar otros paradigmas ya no patriarcales para perfilar nuevas bases interpretativas de la historia nacional?

Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.