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La intervención norteamericana en Chile (Primera parte)

Por: Marcelo Espinoza | Publicado: 27.08.2023
La intervención norteamericana en Chile (Primera parte) Henry Kissinger y Richard Nixon | Globedia
El presidente (Nixon) instruye promover un golpe de Estado para impedir que Allende asuma como mandatario o para derrocar su gobierno si llega a asumir. El director de la CIA tomó notas manuscritas de las palabras de Nixon en la reunión, siendo las principales: “No nos preocupan los riesgos que implica”. “Sin la participación de la embajada”. “US$ 10.000.000 disponibles, más si fuese necesario”. “Trabajo dedicación completa”. “Los mejores hombres”. “Hacer aullar la economía”. “48 horas para un plan de acción”. El plan tenía mucho de siniestro. La Comisión 40 y la CIA se propusieron utilizar para sus propios fines a las más altas autoridades políticas chilenas.

El carácter de la intervención del Gobierno de Estados Unidos

Después de la Segunda Guerra Mundial se inicia entre las potencias vencedoras principales la denominada Guerra Fría. Ambas potencias (Estados Unidos y la Unión Soviética), defienden sus respectivas áreas de influencia y se esfuerzan por mantenerlas. Es una guerra solapada, sin armas, sin enfrentamiento directo. La Unión Soviética ha logrado producir también armas nucleares. Ambas potencias saben que, de llegar a utilizar estas armas, no habrá vencedores.

Es así como la política norteamericana hacia América Latina después de la Segunda Guerra, está definida por tres prioridades, que se entrelazan: mantener la hegemonía político-militar, la lucha ideológica contra el comunismo, y la promoción de sus intereses económicos (Winn Peter, 2003).

Caben dentro de esta perspectiva las intervenciones norteamericanas en Guatemala (1954), en Cuba (1961), en Brasil (1964), en Santo Domingo (1965) y el sostén a diversos dictadores como Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, y Trujillo en República Dominicana.

Este cuadro de dominación hegemónica irrestricta de Estados Unidos, cambia abruptamente en 1959 con el triunfo de la revolución cubana. Su objetivo ahora es impedir cualquier otra revolución en América Latina.

Estados Unidos promueve entonces la reforma agraria, que antes había repudiado en Guatemala y Cuba. Especialmente, se preocupa de asistir a las fuerzas armadas de la región, adoctrinándolas para la guerra contrainsurgente, y prevenir así otro estallido revolucionario. En Chile, interviene en la campaña presidencial de 1964, para impedir la elección del candidato de izquierda.

Más tarde, el triunfo electoral de Allende en 1970 es peligroso. Postula cambios revolucionarios dentro de la institucionalidad, manteniendo las libertades cívicas y el sistema democrático. El efecto demostración podría extenderse por América Latina, y otros países podrían pretender nacionalizar sus riquezas básicas en manos del capital extranjero, sin llegar a una revolución armada.

Para Henry Kissinger, en ese entonces asesor de seguridad nacional del presidente Nixon, su preocupación era que Allende conservara su camino democrático al socialismo, y que este nuevo modelo se expandiera en Latinoamérica y también en Europa. El socialismo democrático de Chile podía resultar mucho más peligroso que la Cuba de Fidel.

Kissinger así lo plantea a Nixon, por medio de un Memorándum confidencial de fecha 6 de noviembre de 1970, apenas dos días después de asumir Allende: “El ejemplo del éxito de un gobierno marxista elegido en Chile, podría probablemente tener un impacto, y también valor como precedente, para otras partes del mundo, especialmente Italia; la capacidad de propagación por imitación de un fenómeno semejante podría, por lo tanto, comprometer en modo significativo los equilibrios mundiales y nuestra posición”. (Memorándum confidencial de Kissinger al presidente, noviembre 6 de 1970).

Ésta es la preocupación relevante para Estados Unidos. Chile convertido en modelo para Latinoamérica e incluso Europa. Esta es la naturaleza de la guerra clandestina de Washington contra el presidente Allende.

Intervención clandestina de EEUU entre 1964 y 1969

En la elección presidencial de 1964, Estados Unidos llevó a cabo una intervención secreta en gran escala destinada a asegurar el éxito de la candidatura del democratacristiano, Eduardo Frei. El Informe Church del Senado norteamericano y los posteriores documentos reservados y desclasificados del Gobierno y de la CIA, permiten asegurar hoy día con total certeza, que EEUU se empleó a fondo en una intervención gigantesca para impedir el triunfo de la izquierda.

La acción encubierta tenía dos aspectos: Primero el apoyo directo a la campaña de la Democracia Cristiana. La CIA cubrió más de la mitad del costo total de la campaña. Según el informe, se contactó a un número de intermediarios para hacer llegar este dinero al partido, “el dinero de la CIA, entendido como dinero privado, fue entregado a los demócrata cristianos a través de un empresario privado” (Informe Church, 1975).

El segundo aspecto, consistía en una masiva campaña de propaganda anticomunista montada por la misma CIA, haciendo uso extenso de la prensa, radio, películas, panfletos, carteles, pasquines, correo directo, banderolas de papel, y rayados en las paredes. Fue una “campaña de terror” dice el Informe, que mostraba imágenes de tanques soviéticos y pelotones de fusilamiento, orientada a las mujeres, para convencer que esas imágenes representaban lo que sería el gobierno de izquierda. “Cientos de miles de copias de la carta pastoral anticomunista del Papa Pío XI se distribuyeron a organizaciones DC. Llevaban el distintivo <impreso privado por ciudadanos sin afiliación política> para difundir su contenido más ampliamente” (Informe Church, 1975).

En febrero de 1965, durante el gobierno de Frei, la Comisión 303 (comisión que autoriza las acciones encubiertas de organismos del gobierno norteamericano), autorizó un monto de US$ 175.000 en apoyo clandestino a candidatos a las elecciones parlamentarias de marzo de aquel año en Chile.

Se seleccionaron 22 candidatos entre el embajador y la Estación CIA en Santiago, de los cuales 9 fueron rechazados por esta Comisión en Washington. La operación clandestina ayudó a la derrota de hasta 13 candidatos de la izquierda. En julio de 1968, la Comisión 303 ha pasado a llamarse Comisión 40. Como tal, autorizó un monto de US$ 350.000 para apoyar candidatos en la elección parlamentaria de 1969. La CIA consideró todo un éxito la operación, fueron elegidos 10 de 12 candidatos de EE.UU.

Esto es lo que sabemos de la intervención norteamericana en los años 60. Con toda seguridad, son muchas más las cosas que no sabemos, si consideramos que del total de documentos desclasificados apenas un 10% pertenecen a los archivos de la CIA, y además, están tachados y mantienen la reserva de información fundamental, especialmente de receptores de aportes y de informantes clandestinos.

Intervención clandestina de EEUU en 1970

En 1970, Allende nuevamente es el candidato de la izquierda y esta vez resulta electo, con el 36,6% de los votos. La Constitución Política de 1925, vigente en Chile en esos años, establecía que si ningún candidato alcanzaba la mayoría absoluta (más del 50% de los votos), el Congreso Pleno, esto es diputados y senadores, debía elegir al nuevo presidente entre las dos primeras mayorías; no había segunda vuelta.

Ese es el escenario y en ese contexto, desde el más alto nivel del gobierno norteamericano, se inicia una poderosa intervención secreta para impedir que Allende sea elegido por el Congreso Pleno. La estrategia tiene dos vías, denominadas confidencialmente Track I (impedir que el Congreso Pleno elija a Allende) y Track II (promover un golpe militar). Ambos planes fracasan, y terminan con el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, general Rene Schneider.

La reacción norteamericana ante el triunfo de la izquierda el 4 de septiembre fue inmediata. La Comisión 40 se reunió en Washington los días 8 y 14 de septiembre para resolver el camino a tomar. En esas reuniones se discutió lo que se llamó “juego de reelección de Frei”, (El Congreso Pleno elige a Alessandri en vez de Allende; éste renuncia y se convoca a nuevas elecciones, entre Frei y Allende), conocido como Track I.

El 15 de septiembre de 1970 el presidente Nixon ordenó a la CIA iniciar una intervención clandestina masiva en Chile, incluyendo el derrocamiento. La reunión es en la Casa Blanca y participan, el presidente Nixon, el Asesor de Seguridad Nacional, Kissinger; el Fiscal General John Mitchell y el director de la CIA, Richard Helms.

El presidente instruye promover un golpe de Estado para impedir que Allende asuma como mandatario o para derrocar su gobierno si llega a asumir. El director de la CIA tomó notas manuscritas de las palabras de Nixon en la reunión, siendo las principales: “No nos preocupan los riesgos que implica”. “Sin la participación de la embajada”. “US$ 10.000.000 disponibles, más si fuese necesario”. “Trabajo dedicación completa”. “Los mejores hombres”. “Hacer aullar la economía”. “48 horas para un plan de acción”

El plan tenía mucho de siniestro. La Comisión 40 y la CIA se propusieron utilizar para sus propios fines a las más altas autoridades políticas chilenas. Consideraba predicciones de colapso económico durante el futuro gobierno, las que fueron ideadas y puestas por la CIA en periódicos europeos y latinoamericanos, las que, como siempre, luego llegaban a los medios chilenos como opiniones independientes; envíos postales directos de artículos “del extranjero” a Frei, a su esposa, a dirigentes seleccionados, y a la prensa toda; pusiron artículos de prensa falsos en diarios de todo el mundo, afirmando que los comunistas planeaban destruir a Frei como líder político e incluso como persona, una vez que Allende asumiera.

Después Frei sería “informado directamente” de la existencia de estos reportajes; subvenciones al grupo terrorista Patria y Libertad; periodistas agentes, viajaron al país para transmitir desde Chile hacia el mundo, “noticias” que después volvían al país. Sostiene el Senado en su Informe que «la propaganda se diseñó para influir a Frei, a la elite chilena y los militares chilenos». (Informe Church, 1975).

Señala el Informe del Senado norteamericano, que en el periodo que abarca desde fines de septiembre a fines de octubre, el jefe de la Estación CIA, Hecksher, el coronel Wimert y los agentes clandestinos, tuvieron aproximadamente 20 contactos con oficiales chilenos.

Algunos de los nombres contactados en ese periodo son el general Roberto Viaux, oficial de Ejército pasado a retiro el año anterior por una asonada golpista en contra del presidente Frei; el general Camilo Valenzuela, el general Alfredo Canales, el general de la Fuerza Aérea, Joaquín García, el almirante Hugo Tirado, el general de Carabineros Vicente Huerta. Estos son nombres que se han filtrado, pues en los documentos desclasificados los nombres de los oficiales están borrados.

Un informe fechado el 2 de octubre, sostiene respecto a Frei que, “Aun cuando Frei ha estado explorando con los militares las posibilidades para intervenir, y entiende que el general Schneider es el mayor obstáculo, no ha podido reunir el coraje necesario para neutralizar a Schneider o enviarlo fuera del país” (Informe CIA, octubre 2 de 1970, citado en Kornbluh, 2003).

El 12 de septiembre de 1970, en el palacio presidencial de Cerro Castillo, Frei recibió al Secretario de Estado Adjunto para asuntos de educación y cultura de EE.UU., John Richardson, junto al embajador Korry. Este tomó notas de aquella reunión y según expuso en el CEP, Frei pidió al Secretario de Estado Adjunto que transmitiera un mensaje personal al Presidente Nixon, en el sentido que “las probabilidades son de cincuenta a uno de que la presidencia de Allende significará en Chile un gobierno como el que hay en Cuba”.

Korry le preguntó entonces, si con este mensaje estaba solicitando algún tipo de acción, si quiere que EEUU haga algo específico. Frei respondió que no, excepto propaganda. Korry transmitió este mensaje a Nixon y Kissinger. Tres días más tarde de esta entrevista, el día 15, Nixon da la orden de derrocamiento (Korry exposición en el CEP, 2008).

El 5 de octubre de 1970, un cable desde Santiago del jefe de la fuerza de tarea de la CIA, hace un pronóstico sombrío pero muy certero, “sólo el caos económico o un conflicto civil muy grave podría cambiar la postura de los militares” (cable de David Philips, octubre 5 de 1970, citado en Kornbluh, 2003). Diversos cables entre la Estación CIA en Santiago y la matriz CIA en Virginia, hacen mención a la necesidad imperiosa de crear un clima de violencia y caos económico, un nivel de crisis de tal magnitud, que obligue a Frei y a los militares a intervenir. El deseado ambiente golpista tenía tres ejes, la “guerra económica”, la “guerra política” y la “guerra sicológica”.

En ese contexto, el embajador Korry en una reunión con el intermediario del presidente Frei, el ministro de Defensa, Sergio Ossa Pretot, le transmite la conocida y dramática advertencia sobre el futuro de Chile: “No dejaremos que llegue ni una tuerca, ni un tornillo al Chile de Allende. Haremos todo lo posible para condenar a Chile y a los chilenos a la penuria y la pobreza extremas (…) por lo tanto, si Frei imagina una alternativa a esta absoluta miseria, como ver a los chilenos sortear esta situación, será nada más que una ilusión”. (Palabras de Korry al ministro Ossa Pretot, citadas en Kornbluh 2003).

En medio de estas tres guerras paralelas se resuelve, con los conspiradores, que la solución para salvar el obstáculo que representa el Comandante en Jefe del Ejército, es secuestrarlo. El 7 de octubre, el agregado militar, coronel Wimert, discutió esta idea por primera vez en una reunión con oficiales chilenos en la Academia de Guerra, a cargo del general Alfredo Canales.

Hubo dos grupos de militares dispuestos al complot para secuestrar a Schneider. Uno, el grupo del general Viaux. El otro, dirigido por el general Camilo Valenzuela, Comandante de la Guarnición de Santiago. La CIA tenía contacto con ambos. Respecto a Viaux, desconfiaba de sus posibilidades de éxito. Si actuaba solo, podía estropear los planes norteamericanos. En un momento le aconsejan operar de conjunto con el otro grupo. Ambos bandos de secuestradores golpistas pidieron armas y financiamiento a la CIA. El general Viaux pidió un total de US$ 750.000 en varias pólizas de seguros de vida. El general Valenzuela pidió US$ 50.000 para pagar al grupo civil de secuestradores.

A las 2 de la madrugada del 22 de octubre el coronel Wimert entregó seis armas automáticas y municiones a oficiales del Ejército que esperaban en un vehículo. Horas más tarde, a las 8.00 am del 22 de octubre Schneider fue asaltado por un grupo de seis o siete civiles en su trayecto al trabajo, se defendió del asalto y recibió tres tiros a quemarropa.

El secuestro había fracasado. Murió en la mañana del 25 de octubre. Salvador Allende fue ratificado como Presidente de Chile por el Congreso Pleno, el 24 de octubre de 1970. Recibió los votos de la totalidad de los diputados y senadores de la Democracia Cristiana, en medio de un país estremecido.

Después del asesinato, la preocupación de la CIA fue borrar toda huella de su participación. Exigieron a los militares chilenos la devolución de las armas, por la fuerza, y al general Valenzuela la devolución de los US$50.000 entregados, para lo cual hubo que amenazarlo, según declaraciones posteriores de Wimert.

Las armas recuperadas fueron llevadas por Wimert y Hecksher hasta Viña del Mar en donde fueron arrojadas al mar. La CIA pagó el silencio de los asesinos de Schneider, pero mantuvo el secreto durante más de 30 años. En un pequeño párrafo de un nuevo informe emitido por el Congreso estadounidense en el año 2000, sobre las actividades de la CIA en Chile, la Agencia reconoce el pago de USS 35.000, en noviembre de 1970 (Informe Hinchey sobre las actividades de la CIA en Chile, septiembre 2000, citado en Kornbluh, 2003).

Marcelo Espinoza
Magister en Ciencia Política.