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“Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”

Por: Emilio Gautier | Publicado: 10.09.2023
“Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo” Imagen referencial – Estatua de Salvador Allende | Agencia Uno
Salvador Allende, fue parte y figura de ese siglo veinte conmovido por las transformaciones sociales. Allí sedimentó su vínculo con un pueblo que se fue constituyendo, junto a él, en las luchas sociales democratizadoras. Un pueblo socialmente vivo, que poco a poco, fue combatiendo la desesperanza, que quiso dejar atrás la semiesclavitud de la hacienda, el invivible mundo de la mina, tener un lugar digno donde vivir o tener acceso a la educación.

Estas palabras del último discurso del presidente Allende tienen una resonancia difícil de acallar y se repiten, a pesar del tiempo, en la conciencia de las y los demócratas del mundo. Fueron pronunciadas, huelga repetirlo una vez más, en los dramáticos momentos en que el palacio de La Moneda ardía y con la decisión tomada de brindar su vida. La frase explica la decisión.

Es una ofrenda al pueblo. Ofrece su vida como un pago por la lealtad del pueblo. Pero ¿qué lealtad o compromiso es ese que, de acuerdo al presidente, debe ser pagado con su vida? ¿De qué naturaleza es el vínculo entre pueblo y presidente? ¿De qué pueblo habla cuando en las elecciones de marzo de 1973 la Unidad Popular obtuvo un 44% de los votos? ¿O hay una idea de pueblo que excede el resultado electoral?

El acto final del presidente Allende ha querido ser visto como un amarre moral. El establecimiento de una regla que sitúa la política enteramente en la ética de la convicción, privando a la izquierda de las revisiones necesarias, so pena de caer en un acto de herejía. Pero la herejía tiene muchos caminos. La izquierda nace hereje y Allende lo fue. Seguir siéndolo es también testimonio de lealtad a su tradición crítica.

Allende es una figura inscrita en la historia de las luchas sociales y políticas, por la justicia social y la democracia del siglo XX. Desde temprano como médico, en su esfuerzo por hacer de la salud un bien público, aportando a la construcción de un sistema de salud que atendiera las necesidades de las mayorías. En esto no estuvo sólo. La historia de la salud pública es señera en figuras descollantes.

Como parlamentario democrático incansable, participa de las prácticas de un sistema político que se expandía en participación, que ampliaba el derecho a voto a mujeres y analfabetos, oponiéndose a la exclusión de partidos y sindicatos. Ahí no estuvo sólo, pero ocupó un rol protagónico.

Participó de las luchas intestinas del partido socialista, perteneció a grupos minoritarios, cuando creyó que era lo razonable. Disfrutó de la expansión de la vida citadina, de la ampliación de acceso a bienes conspicuos, a los placeres emergentes de una sociedad que se modernizaba. No fue santo, sino más bien una personalidad gozosa y agradecida de la vida.

Conforme la posguerra dividió el mundo entre dos lealtades, Allende fue indócil a ese mundo tan esquematizado y más bien prevaleció en él una lectura latinoamericanista que puso más énfasis en la independencia del continente que en la adhesión acrítica al bloque soviético. Por eso le fue tan natural la industrialización sustitutiva de importaciones y luego la nacionalización de las riquezas básicas en manos extranjeras.

Luego, también junto a muchos otros, fue parte de los esfuerzos por dotar de dignidad a un campesinado por años sometido a la autoridad sin contrapeso del hacendado. Adentrados los años sesenta, la escena se complejiza: revolución cubana, Alianza para el Progreso. Lo hermanó con Cuba el latinoamericanismo, sin renunciar a las tradiciones políticas democráticas chilenas.

La Unidad Popular fue un capítulo más de esa vida. Sus tensiones, contradicciones y complots internos y externos, ideologismos propios de una época acicateada por la pasión de intereses amenazados, fueron el escenario donde buscó abrir camino a ese sentido de justicia que le fue tan propio. Allí trato de cuadrar el círculo, con un déficit teórico que hasta hoy se proyecta y que es parte de la historia intelectual de la izquierda.

Salvador Allende, fue parte y figura de ese siglo veinte conmovido por las transformaciones sociales. Allí sedimentó su vínculo con un pueblo que se fue constituyendo, junto a él, en las luchas sociales democratizadoras. Un pueblo socialmente vivo, que poco a poco, fue combatiendo la desesperanza, que quiso dejar atrás la semiesclavitud de la hacienda, el invivible mundo de la mina, tener un lugar digno donde vivir o tener acceso a la educación.

En esos procesos sociales, no exentos de querellas, selló un compromiso de vida, cuyo sentido último fue la justicia. Es ese sentido de justicia, expresado en las miradas anónimas de esperanza de miles de personas, lo que él no quiso traicionar. Y por decisión propia, pago con su vida la lealtad del pueblo.

Emilio Gautier
Historiador y filósofo