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Opinión

¿Me duele sólo a mí? Varados en los márgenes de la negación

Por: Luis Felipe Revuelto | Publicado: 12.09.2023
¿Me duele sólo a mí? Varados en los márgenes de la negación Imagen referencial – El fascismo no sabe de amor | Imagen de Macarena López Martens
Volvernos los hazmerreíres da cuenta de esa crudeza que permite pensar que el fantasma no se ha ido, que hemos nacido donde se sembró la derrota y donde la irracionalidad empuja como la marea al dolor. Es como si una voz nos susurrara y nos dijera: “que nos duela, que nos duela harto, pero solos”, porque el problema es de quien padece, no de quien produce.

Me han tocado los últimos días más tristes de mis tiempos dándome cabezazos con la negación: siempre poniéndonos en duda, siempre desmintiéndonos y convirtiéndonos en los hazmerreíres de un dolor que no nos cae en las manos porque tiene lugar sólo para mi (y para los míos), porque el tiempo sigue y soy yo quien se detiene, teniendo que pelear para poder llorarlo.

Sobre eso, hace unos días leía una publicación de Patricia Castillo que decía “quizás lo que indigna del negacionismo no es el fondo, sino lo que está claramente en la superficie, aunque nadie lo diga. En la superficie está la reactivación de la amenaza: “estuvo bien hecho y lo haríamos denuevo””. Y me entristece lo terriblemente cierto, el ver que esa duda y esa amenaza pareciera seguir inscrita, como un chicle al pelo: que se saca a tirones o se corta (donde el pelo y la piel son las instituciones y nosotros), donde las atrocidades y el horror siguen teniendo lugar, oliendo y sintiendo la crueldad.

Es entonces, dentro de estos márgenes donde la negación se vuelve costumbre (parafraseando la dignidad durante la revuelta) que ha tomado fuerza algo que en tanto humanos quisiéramos desconocer, pero no negar y es la irracionalidad, aquella que Armando Uribe tomó en el fantasma Pinochet como, valga la redundancia, un fantasma, un fantasma que se hace carne en nuestros cuerpos y termina por justificar la fuerza injusta, bruta y primitiva. Ese fantasma que viene a ocupar su lugar, en tanto que permite dar cuenta de nuestra propia historia, de lo que somos, de lo que seguimos y seguiremos siendo, donde lo único que hace es dar cuenta de una crueldad que impera y que nos ata como si fuesen cadenas en nuestras manos.

Volvernos los hazmerreíres da cuenta de esa crudeza que permite pensar que el fantasma no se ha ido, que hemos nacido donde se sembró la derrota y donde la irracionalidad empuja como la marea al dolor. Es como si una voz nos susurrara y nos dijera: “que nos duela, que nos duela harto, pero solos”, porque el problema es de quien padece, no de quien produce.

Que me duela solo a mi y que me enloquezca creerlo es un modo de dejar registro ante esa fealdad de la negación que siempre llama al borramiento y de dar cuenta sobre la importancia de conmemorar, de hacer historia, de dejar registro y también de querernos.

Soy la primera línea de defensa de tu risa, mi niña

Tú sanaste las heridas de todas las batallas perdidas

Como si fuese león herido sigiloso, tranquilo

Salí a encontrarte desde las profundidades

Del repliegue obligado por el tiempo.

Me levanté para abrazarte con olor a manzanilla

Queriendo reír pero llorando

Gritándole al viento tu nombre bajo una luna menguante

Y agradezco al monte, y agradezco a la lluvia

Agradezco al rio que riega la semilla que dio el pan que comemos

Y a todos nuestros muertos que abrieron el camino

Como antorcha inmensa de gloria que ilumina.

La gloria nos alumbra.

Valientes como leones

Somos la sangre que camina

Tocando el tambor de guerra

Porque acá estamos de nuevo.

Con tus ojos como bandera.

*Extracto de Río Mataquito – Asamblea internacional del fuego

Luis Felipe Revuelto
Psicólogo clínico.