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Opinión

No cualquiera es mejor

Por: Natassja de Mattos | Publicado: 21.09.2023
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El proceso constituyente siempre tuvo problemas de representación, y hoy a eso se le suman los de legitimidad. Capturado por la “cocina”, las “cuatro paredes” o cualquier otro claustro asociado a la marginalización de la soberanía y voluntad popular, ya no tiene relación con la demanda original de una nueva constitución para Chile. Así, ir “en contra” es inminente para quienes consideramos que este proceso pertenecía, y le era propio para deliberar, a quienes habitamos el territorio nacional en su amplia diversidad.

No es imaginable que las cosas se vayan a transformar demasiado de aquí al plebiscito de salida. Así, una alternativa es la propuesta de nueva constitución más conservadora y enclaustrada, impermeable a cualquier programa, proyectos de ley e iniciativas del progresismo y las izquierdas. De lo contrario, la inmutable constitución vigente, la vieja y rancia del 80. Ni la alternativa ni el estatus quo darán cauce a las demandas y anhelos de los últimos 30 años, canalizados por el Chile que se levantó en octubre de 2019. La verdad es que, lamentablemente, ambas salidas significan enterrar octubre.

Es pertinente recordar que parte importante de quienes masivamente nos tomamos las calles el 18 de octubre no esperábamos un acuerdo como el del 15 de noviembre y un proceso constituyente pactado de ese modo, en ese preciso momento y con esas características. Sin embargo, se trató de un acuerdo que nunca habría existido sin el estallido social. Si lo que se zanjó entonces, que fue lo que desactivó en gran medida al movimiento social, ha fracasado hoy, entonces es fácil articular discursos que afirmen que todo fue en vano y que puede ya quedar en el olvido.

Ir “a favor” de la nueva constitución, al menos como se proyecta hoy, es aprobar la antítesis programática de buena parte de los proyectos del centro político, de los sectores progresistas y, de manera más absoluta, de las izquierdas. Estamos llegando a una propuesta trunca desde el desmantelamiento del texto entregado por la Comisión Experta, pasando por la desestimación de las Iniciativas Populares de Norma y llegando a la aprobación de enmiendas que implican retrocesos civilizatorios graves.

El proceso constituyente siempre tuvo problemas de representación, y hoy a eso se le suman los de legitimidad. Capturado por la “cocina”, las “cuatro paredes” o cualquier otro claustro asociado a la marginalización de la soberanía y voluntad popular, ya no tiene relación con la demanda original de una nueva constitución para Chile. Así, ir “en contra” es inminente para quienes consideramos que este proceso pertenecía, y le era propio para deliberar, a quienes habitamos el territorio nacional en su amplia diversidad.

No ignoramos lo que significa mantener la constitución del 80. Perdimos una oportunidad y muchos recursos que pudieron ser invertidos en los cambios que Chile necesita. Se le entrega, además, a la derecha la posibilidad de revalidar una herencia autoritaria y vanagloriarse por conservar el texto de la dictadura. A propósito de los 50 años transcurridos del Golpe Cívico-Militar, las derechas se han quitado las caretas y han dejado al descubierto, en mayor o menor medida, el negacionismo, la justificación y apoyo al Golpe y la dictadura, además de un acérrimo pinochetismo. El enclave dictatorial sustenta el antagonismo histórico y produce una polarización en ningún caso positiva para el periodo político en que nos encontramos.

¿Y entonces ahora qué? Lamentablemente no se divisa articulación suficiente de movimientos sociales, tampoco un sentimiento latente que los sustente, menos energías comunes que los sostengan; Falta músculo y andamios en los partidos y organizaciones para que estos puedan canalizar un nuevo proceso que abra espacios de incidencia política desde fuera de institucionalidad; Chile se presenta desvinculado, dividido y alienado producto del sistema neoliberal. Ponernos en común tomará tiempo, requiere de la instalación de nuevos sentidos de urgencia y el diseño colectivo de horizontes para el país.

Frente a este desalentador escenario, en lo inmediato nos toca asistir al juego de la hermética y minimalista democracia chilena. Los esfuerzos y apuestas pueden depositarse hoy en las elecciones municipales y, especialmente, el próximo Congreso Nacional. Vamos a necesitar un parlamento sensible a las demandas sociales y que lleve adelante apuestas a la altura de los cambios pendientes y que no habrán sido acogidos ni plasmados en una nueva constitución. Poniendo a las capas medias, a los fragmentos postergados de la sociedad y a las y los más desposeídos del pueblo de Chile por delante, habrá que transitar una vez más los pedregosos caminos parlamentarios. Eso sí, esta vez contrastando y marcando radicales diferencias con la moderación y lentitud de los últimos 30 años.

La encrucijada del proceso constituyente y su fracaso son un llamado de atención y una invitación a pensar y repensar las formas, decisiones y acuerdos que nos trajeron hasta aquí. Pero una cosa es clara: no cualquier propuesta constitucional es mejor.

Natassja de Mattos
Cientista política feminista especializada en temas de género y activista en La Rebelión del Cuerpo.