Avisos Legales
Opinión

El Conde

Por: Kena Lorenzini | Publicado: 26.09.2023
El Conde Dictador Augusto Pinochet | Kena Lorenzini
Me negaba a seguir viendo a un ser tan miserable convertido en parodia, en un bufón, en atracción cinematográfica. Me dolía, pensaba en las personas que aún buscan a sus muertos, en quienes aún no nos podemos reír ni considerar la posibilidad que Pinochet sea objeto de inventiva, de ficción.

Para el golpe era una provinciana de 14 años que estaba convencida del PLAN Z entre muchos otros horrores por los que tendría que pasar. A los 20 años, ya reportera gráfica, abría mis ojos, mi cuerpo y mi mente al espanto.

Comienzo con suspicacia a ver la película de Pablo Larrain, El Conde. Qué gran reparto, gozamos de excelentes actoras y actores en este “pequeño país al fin del mundo”. No podía entrar, me costó avanzar, pero esa voz en off le da un toque de ficción. Ese joven vampiro tan distinguido, no me calza, la frase de Pinochet saliendo a través de sus labios, “No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto, y si fuera cierto, no me acuerdo”, me sacó una sonrisa, me alivió el humor que se prometía. Pero no, una brutalidad del malo muy malo en la escena siguiente, sin matices.

Aparece el Conde Pinochet, ya viejo, como lo recuerdo desde siempre, y se inicia una comilona de corazones, sangre, ironías basadas en la realidad. Sencillamente verlo volar me irritó, sentí que la caricatura iba muy lejos, una marioneta desesperada. Pausa.

Al siguiente día la retomo, ya había divisado y reconocido a cada una y cada uno de sus hijos, una notable Amparo Noguera. Una Lucía Hiriart real, tal cual la tengo en mí. La Hermana religiosa, la aprecié como lo más abstracto, pero fracasé al aspirar entrar en ella.

Los diálogos me eran completamente transparentes, interesante “pinponeo” entre la religiosa detective y el resto de esa familia, incluido un impertérrito y embriagador Alfredo Castro, dando un marco de realidad local, reconocible para la memoria.

“-A usted le gustaba robar. A mí, matar.

-¡No! A mí también me gustaba matar”

Sabemos que nuestro país condenó a Pinochet por ladrón, no por criminal. Este inteligente intercambio me acerca, pero luego me alejo asqueada de esos corazones, de ese ser bebiendo sangre desesperadamente de un obrero, puedo darme cuenta del simbolismo, pero lo encuentro banal.

Me negaba a seguir viendo a un ser tan miserable convertido en parodia, en un bufón, en atracción cinematográfica. Me dolía, pensaba en las personas que aún buscan a sus muertos, en quienes aún no nos podemos reír ni considerar la posibilidad que Pinochet sea objeto de inventiva, de ficción.

No terminé de verla. No soy crítica de cine.

Para “mí” El Conde es una película en este momento innecesaria. Pienso en el “El Gran Dictador” de Chaplin (de un humor que ridiculiza a Hitler), que la he disfrutado mucho, ¿porque no era parte de mi historia? ¿porque la vi con distancia? Probablemente, o no.

Kena Lorenzini