Avisos Legales
Opinión

Condiciones de éxito de la Vía Chilena al Socialismo

Por: Marcelo Espinoza | Publicado: 30.09.2023
Condiciones de éxito de la Vía Chilena al Socialismo Imagen referencial – Via chilena al socialismo | Creative Commons (CC), https://gaviotasblindadas.blogspot.com/2012/11/la-experiencia-del-poder-popular-en.html
La esencia de la vía política es una transformación revolucionaria en democracia, en un camino complejo y de largo aliento. Los cambios sociales en este marco no serán impuestos, serán conquistados. La sociedad que resulta de las dos condiciones anteriores, será una sociedad democrática. En este escenario, la dictadura del proletariado era una figura completamente ajena a las tradiciones políticas del país, y solo podía obtener un terminante rechazo desde vastos sectores. Lo mismo en relación a un partido único dirigente.

El camino desconocido de la Vía Chilena al Socialismo, haciendo uso de la institucionalidad, sólo era posible en una sociedad con un fortalecido régimen de libertades civiles y democráticas, en donde el sistema tuviera la flexibilidad y la solidez necesarias para hacer posible transformaciones estructurales sin tensionarse hasta la ruptura. Siendo así, ¿cuáles eran las condiciones necesarias de esta transición? Sin experiencia histórica alguna, ¿cuáles eran los factores determinantes en cuanto a resultados? Distinguimos a lo menos siete elementos fundamentales para el éxito de esta vía política al socialismo en las condiciones de una democracia liberal:

– Vigencia de la institucionalidad y del sistema democrático. Las profundas transformaciones se efectuarían en el marco de la institucionalidad vigente. Por tanto, es una condición fundamental mantener vigente el sistema democrático. No hay Vía Chilena al socialismo si no hay marco institucional vigente. Si la institucionalidad se interrumpiera, se interrumpe también el proceso político de la vía chilena. Esta singularidad esencial del proceso, debía ser compartida, impulsada y defendida, por todos los actores políticos de la coalición gobernante.

– Conformar una mayoría política. Por primera vez en la historia de los movimientos sociales, se pretende conquistar la mayoría para hacer las transformaciones revolucionarias. Se están llevando a la práctica, aun sin estar conscientes los dirigentes del proceso, las tesis de Gramsci de lograr la dirección de la sociedad, conquistando la hegemonía cultural, social y política por medio de una lucha política, sin tomar el poder por asalto. De manera que, a la base popular de trabajadores e intelectuales con que cuenta la izquierda, se sumen más obreros y campesinos, empleados, profesionales, pequeños y medianos industriales, comerciantes y agricultores, estudiantes, y todas las expresiones de las capas medias.

Se trata de conformar un bloque social y político mayoritario para modificar las estructuras económicas y sociales. Se requiere comprender, que al contrario de cualquier otra revolución social en que primero se conquista el poder político, en esta revolución primero se necesita conquistar la mayoría, para luego ejercer un poder político democrático.

Para lograr esa mayoría es menester resolver tres problemas: Uno, ser capaz de representar las demandas, los intereses, de todos los sectores sociales subalternos ya mencionados, lo que implica una enorme amplitud de las propuestas. Dos, llegar a acuerdos con los representantes políticos de aquellos sectores, en una convergencia permanente y de largo plazo. Tres, estamos hablando de acercar a los sectores medios, los que aprecian la estabilidad, la seguridad y tienden a ser más conservadores, lo que significa llegar a sus conciencias con un discurso cercano, integrador, y no de guerra.

– Proceso gradual de transformaciones. Considerando lo anterior, no hay ni debe haber ruptura, y es necesario evitarla. Las transformaciones constituirán un proceso gradual, posiblemente a través de varios periodos presidenciales. Esta característica de gradualidad, de transformación progresiva, es esencial en este camino de la transición democrática al socialismo de la vía chilena. Si el proceso se define por la vía política, será entonces institucional y las transformaciones propuestas deberán aprobarse en el parlamento. Y dado que, el nuevo gobierno no cuenta con mayoría en el parlamento, necesita llegar a acuerdos para implementar su programa. Esa es la realidad concreta, que impone al proceso una ineludible gradualidad.

– Mantener los equilibrios macroeconómicos. La gradualidad del proceso, junto a la conformación de mayorías determinan también el curso de la política económica, la cual debía cumplir un complejo y triple papel: Conformar el área de propiedad social y la reforma agraria, por constituir esas medidas la esencia del programa transformador. Llevar a cabo la redistribución del ingreso por razones de justicia social y de conquista de los más amplios sectores sociales. Mantener en paralelo los equilibrios macroeconómicos que permitan evitar o aminorar una crisis que sólo favorecería a la contrarrevolución. Esto último, es el elemento de mayor complejidad.

La necesidad de mantener los equilibrios macroeconómicos, acentúa la necesidad de priorizar el orden y velocidad de las transformaciones, por dónde partir. Por tanto el área de propiedad social como la reforma agraria debían ser claramente acotadas desde un principio, centrándose en la eliminación de la propiedad monopólica y latifundista, con el claro objetivo de asegurar los niveles de producción necesarios para mantener los equilibrios y para representar también los intereses de los sectores medios, evitando así que éstos fueran cooptados por la contrarrevolución. El camino de la anarquía en la producción y del desequilibrio macroeconómico, era el camino de la derrota y del aplastamiento del proceso.

– Exclusión de la violencia armada. La violencia armada no forma parte de la vía chilena al socialismo. La vía política requiere sumar fuerzas sociales al proyecto, aun cuando estas fuerzas sociales no sean revolucionarias. Por tanto, una de sus características ha de ser la amplitud, y para ello, en una sociedad con arraigadas tradiciones democráticas, es indispensable un claro rechazo a la violencia armada. A su vez, toda declaración política para ser creíble y aceptada, debe tener una expresión práctica coherente, lo que implica que ningún actor político que forme parte de la coalición puede vociferar ni amenazar a nadie con la violencia armada o con el enfrentamiento.

La violencia armada impone un clima que es incompatible con el tipo de lucha política que necesita la vía chilena para su desarrollo. La vía política necesita dialogar, convencer, negociar, aceptar modificaciones, mantener una gran disciplina detrás de los objetivos del proceso. Todo esto es imposible en un clima de violencia armada, pues no sólo impide el desarrollo del proyecto, sino que lo destruye. Este punto está claro para la CIA: para destruir el proyecto de socialismo democrático de Allende requiere de un clima de desorden y violencia incontrolable, que busca y promueve.

– Una política militar. Desde luego, el factor militar está presente, y el proceso no lo puede ignorar. Se requiere de una política militar, democrática y basada en la institucionalidad vigente. Esto significa adherir a la doctrina de unas Fuerzas Armadas profesionales, no deliberantes, sujetas al poder civil, depositarias del monopolio de las armas, las cuales, la nación y el Estado les han delegado para cumplir su misión profesional. Por tanto, ellas deben ser el único cuerpo armado de la sociedad.

La doctrina norteamericana de la Seguridad Nacional, está vigente desde antes que asuma Allende, y durante todo su gobierno; ha involucrado a las fuerzas armadas en la Guerra Fría, y para los militares acaba de asumir el gobierno de la nación, el “enemigo interno”. El asunto es complejo y requiere de una estrategia democrática que disminuya la distancia entre cuerpos armados y movimiento social. No es suficiente, con que sean fuerzas militares hipotéticamente constitucionalistas; es evidente, que los sectores que serán desplazados de sus posiciones de dominio económico y social, golpearán las puertas de los cuarteles.

Tampoco es realista esperar que Estados Unidos respete la soberanía nacional, sin intervenir. Si eso es evidente, también lo es que el gobierno debía ponerse necesariamente en la hipótesis del golpe, y desarrollar una estrategia democrática para neutralizarlo. Si la CIA tenía una política militar que incluye destruir el régimen institucional, el proyecto democrático allendista debía tenerla también, para preservarlo. Lo central de esa política militar, debía ser la independencia de todo polo militar y político extranjero, en una estrategia de defensa nacional aprobada en el parlamento, que considere la dependencia ideológica y de abastecimientos de las FFAA. Debía incluir también el aislamiento y exclusión de los elementos golpistas dentro de los cuerpos armados. Para ello, desde luego era también imprescindible que los actores políticos de la izquierda, abandonaran resueltamente toda propuesta insurreccional.

Declarar el carácter democrático del socialismo a construir

La esencia de la vía política es una transformación revolucionaria en democracia, en un camino complejo y de largo aliento. Los cambios sociales en este marco no serán impuestos, serán conquistados. La sociedad que resulta de las dos condiciones anteriores, será una sociedad democrática. En este escenario, la dictadura del proletariado era una figura completamente ajena a las tradiciones políticas del país, y solo podía obtener un terminante rechazo desde vastos sectores. Lo mismo en relación a un partido único dirigente.

El conglomerado de izquierda debía necesariamente hacerse cargo de las críticas a los socialismos reales de aquel tiempo, por la falta de libertades civiles y el carácter autoritario de aquellos regímenes. Era necesario que el segundo modelo en la construcción del socialismo marcara las diferencias, en forma pública, diáfana y certera. Debía plantear con total claridad que el objetivo final del proceso era una sociedad socialista democrática y pluralista. Sin declarar ese objetivo en forma taxativa era imposible conformar las mayorías necesarias. Lograr la hegemonía social a través de la lucha política y el convencimiento, para hacer transformaciones estructurales sólo es posible tras objetivos democráticos.

Marcelo Espinoza
Magister en Ciencia Política.