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Carlos Fonseca, el manager del rock chileno

Por: Felipe Rodriguez | Publicado: 06.10.2023
Carlos Fonseca, el manager del rock chileno A los 62 años falleció Carlos Fonseca | Captura de video
Carlos Fonseca no solo fue el histórico representante de Los Prisioneros. También cumplió el rol de difusor de la música local que, sin su olfato ni intuición, hubiera tenido un desarrollo menor.

Nunca le gustó tocar instrumentos. Le gustaba oírlos. Carlos Fonseca era un difusor. Un hombre que quería, primero, educar con la música y, luego, hacer negocios con ella. Su empuje fue fundamental para Jorge González. Compañeros en la escuela de Artes de la Universidad de Chile, incentivó la creación artística del sanmiguelino cuando leyó sus letras.

Fonseca, criado en Buenos Aires, en un ambiente cultural muy superior al chileno, se radicó en el gris país de comienzos de los 80. A través de revistas como la inglesa “Melody Maker” o la estadounidense “Rolling Stone”, descubrió a bandas como Depeche Mode, The Cure o The Smiths y las dio a conocer en un programa en radio Beethoven.

Su sueño de vender discos con las últimas novedades del rock transformó a su disquería Fusión en lugar de reunión de los melómanos.

En ese lugar grabó los primeros demos de Los Prisioneros y abrió la puerta a otras bandas generacionales como Upa!, Aparato Raro, Banda 69 y Emociones Clandestinas, entre otros.

Sentía que había creado un movimiento que, de no haberse desarrollo, hubiese estado liderado por bandas desechables como Engrupo, Cinema y Miguelo. Para Fonseca, la postura escénica de González era fenomenal. Aunque su primer disco era más adolescente, le sacó partido a sus presentaciones.

Allí, el cantante despotricaba contra todos y llamó la atención. Su éxito con la banda hizo que Daniel Grinbank, el capo del rock argentino de los 80, cruzara la cordillera para hacerle una oferta: dirigir en Chile una revista llamada Rock and Pop y, con ese impulso, hacer conciertos por el país. Fonseca lo desestimó.

Con “La Cultura de la Basura” (1987) sin las expectativas comerciales previstas, el manager puso sus ojos en otra banda emergente: La Ley. Fue su primera decepción. Cuando despegaban, su asistente Alejandro Sanfuentes le quitó al grupo y nunca superó esa traición.

Tras la primera separación de Los Prisioneros, Fonseca tocó el cielo con Jorge González. Grabaron el debut en solitario del músico con un presupuesto millonario en estudios de Los Angeles, pero las malas críticas en Chile de ese disco afloraron las inseguridades del músico.

Aunque el mismísimo Gustavo Santaolalla quiso ser músico de los shows en vivo de González, el sanmiguelino no quiso promocionar el álbum. Y todo se perdió.

Durante la segunda parte de los 90, Fonseca apostó por el rock chileno. Los Tetas, Pánico, Lucybell firmaron en su discográfica EMI. Y se vanagloriaba de haber publicado antes que México, el gran mercado latino, a estrellas mundiales como Backstreet Boys, Spice Girls, Radiohead o Blur.

En 1999, recuperó el contacto con González. Lo llamó para decirle que quería sacar un álbum tributo de Los Prisioneros y las conversaciones fluyeron como en sus inicios. Tras reunirse un par de veces, le sugirió que lo mejor que podrían hacer era un disco en vivo con el elenco original, que era lo que les había faltado. Así llegaron la reconciliación de Narea y el cantante y los dos Nacional a tablero vuelto.

Fonseca siempre admiró a González y desestimaba al guitarrista. Creía que el problema por la mujer de Narea era algo menor y cotidiano entre amigos. Luego, la animadversión aumentó cuando sintió que el ex Profetas y Frenéticos provocaba demasiados problemas: destrozaba las nuevas canciones de González y cuando Fonseca le pagó un estudio para que hiciera temas, nunca hizo nada.

Siempre interesado por los artistas emergentes, Fonseca fue manager en 2006 de Ana Tijoux. Pero nunca encajaron. En 2007, tomó a Teleradio Donoso. Decía que era una banda de nivel mundial. Terminó apestado con Alex Anwandter, quien disolvió al grupo por correo. Su alianza con Manuel García en 2009 fructificó, aunque tenía un techo: el ariqueño tenía cerca de 40 años y no podía alcanzar estatura monumental.

Su última década de vida lo puso en un lugar secundario. Pese a que siempre escuchaba a músicos nuevos -era fan de Gepe y Ases Falsos, por ejemplo-, el protagonismo de los artistas urbanos lo hizo sentir fuera de época. Aseguraba que esa línea cultural no tenía ninguna ligazón con Chile y que eran propuestas planas, sin mística.

Sus últimos proyectos fueron reeditar los primeros discos de La Ley y el álbum de las Raras Tocatas Nuevas de Los Prisioneros para la radio Rock and Pop.

En eso estaba cuando un agresivo cáncer al riñón le quitó la vida a los 62 años y elevó un legado profesional y artístico que, de seguro, será material de estudio en las próximas décadas.

 

Felipe Rodriguez
Periodista, crítico de música.