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Instituto Nacional: Cartografía de una decadencia

Por: Benjamín Escobedo | Publicado: 13.10.2023
Instituto Nacional: Cartografía de una decadencia Instituto Nacional | Agencia Uno
Aquellos colegios vulnerables buscan que sus alumnos tengan excelentes resultados como fin último, particularmente en la PAES y el SIMCE, lo que es ciertamente una equivocación, pues la formación debe ser transversal en el alumnado del siglo XXI. El diagnóstico respecto de la necesidad de impulsar la educación pública tiene larga data, no obstante, mientras los estándares sean débiles y los fines sean solo recursos y resultados como objetivo final para los colegios, continuará la degradación en lo integral de la enseñanza sobre nuestro país. En esto, el mundo académico ha fallado. No hemos logrado traducir la realidad de los colegios del Estado en cifras que atraviesen la ideología.

En la actualidad uno de los establecimientos más prestigiosos de enseñanza media durante los años 2000 ha resultado ser un claro ejemplo de cómo la calidad, exigencia y admisión de la educación es sencillamente deplorable hoy por hoy en nuestro país.

El que fuera uno de los tantos “colegios emblemáticos” de la comuna de Santiago, en el presente tiene constantes enfrentamientos, protestas simultáneas, diversas tomas y ausencia en la demanda de matrículas por parte de los apoderados. Tal vez, los estudiantes del siglo XXI buscan eso mínimo como parámetro formativo, de ahí la carente lectura, formación y disciplina, claro, en pro de una degradación sistemática sobre el espacio público, denominada “tolerancia”.

Primero, en Chile la educación pública hace mucho tiempo tiene dificultades para ofrecer una formación de calidad, para competir con la educación privada. Las brechas se aprecian en la nueva PAES, que nos presenta el dato de que solo tres colegios de los cien de mejor resultado sean municipales. Estas cifras deben ser entendidas como una homologación a esa educación “tolerante” y con fines exclusivamente de nota (calificación), no bajo un prisma de enseñanza y formación integral.

Aquellos colegios vulnerables buscan que sus alumnos tengan excelentes resultados como fin último, particularmente en la PAES y el SIMCE, lo que es ciertamente una equivocación, pues la formación debe ser transversal en el alumnado del siglo XXI. El diagnóstico respecto de la necesidad de impulsar la educación pública tiene larga data, no obstante, mientras los estándares sean débiles y los fines sean solo recursos y resultados como objetivo final para los colegios, continuará la degradación en lo integral de la enseñanza sobre nuestro país. En esto, el mundo académico ha fallado. No hemos logrado traducir la realidad de los colegios del Estado en cifras que atraviesen la ideología.

No todos o todas han tenido la experiencia de ser educado en un colegio público. De hecho, el Presidente de la República, el ex Ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, y la ministra Camila Vallejo, por dar tres ejemplos de líderes que nacieron de los movimientos estudiantiles, se educaron en colegios particulares pagados o subvencionados. Su experiencia, entonces, puede ser ajena a la realidad que se vive en la educación pública. En ese contexto, para ellos, que fueron representantes de un movimiento que hoy está en el poder, que utilizaron la educación como caballo de batalla, los resultados de la PAES ofrece la oportunidad de revisar sus posiciones y ajustar sus acciones.

Segundo, la situación del Instituto Nacional es una responsabilidad de múltiples administraciones, de múltiples gestiones municipales. Ahora bien, todas aquellas personas que han avalado la violencia tienen responsabilidades. El problema del Instituto Nacional no tiene solución si no hay un apoyo político claro y contundente. ¿Quién será el que coloque el cascabel al gato para estos efectos?, ¿estamos frente a uno de los tantos colegios ideologizados por el caballito de batalla llamado “lucha social”? Las respuestas debiesen traer honestidad y solución, una que vaya más allá de la retórica gubernamental, una que mutile la violencia y degradación abrazada, tolerada y enraizada en la actualidad.

Tercero, una de las teclas más relevantes para todo lo esbozado encuentra lugar en la precaria demanda de apoderados por desear que sus hijos hayan entrado al Instituto Nacional el presente año 2023. Los datos acuñan lo siguiente: (a) Instituto Nacional 167 cupos sin cubrir matrículas, (b) Liceo N°1 Javiera Carrera 153 cupos sin cubrir matrículas, (3) Manuel Barros Borgoño 245 cupos sin cubrir matrículas, (4) Internado Nacional Barros Arana 526 cupos sin cubrir matrículas, (5) Liceo Aplicación 531 cupos sin cubrir matrículas, (6) Liceo Lastarria 178 cupos sin cubrir matrículas.

Pueden haber diferentes razones que expliquen esta baja, pero el común denominador es la opción de padres, madres y apoderados por mejores alternativas en cuanto a seguridad, rendimiento y calendario de clases, incluso si éstas exigen un pago más significativo. Aquí, el Instituto Nacional no resulta excluyente, también forma parte de ese constructo al que nadie quiere pertenecer, tal vez, solo es oportuno para alumnos desordenados, con bajo nivel cultural y ausencia de disciplina. Cualquiera que vea estos datos se abstendría de matricularse en dicho establecimiento.

Por último, no olvidemos el famoso pliego de peticiones que hizo en su momento el “aclamado” alumnado del Instituto Nacional, uno que vociferaba por menú vegano, cambio en ciertos aspectos del Reglamento Interno de Convivencia Escolar hasta flexibilidad con el uniforme institucional, una ironía de los “chiquillos”, de las “chiquillas”, que reclaman sus “derechos”. Dejemos la tontería, esto es un problema de proporciones donde ningún gobierno ha podido avanzar en solidez para suturar una herida que continúa acarreando distancias exorbitantes respecto de la verdadera educación universal.

Lo triste es que muchas de estas instancias mutiladoras adscriben a colegios y liceos de educación media emblemáticos, lugares donde incluso se ha formado más de algún presidente de la república. Sería muy triste que el sistema educativo continuara así, de manera inverosímil al nivel y prestigio que un día gozó el Instituto Nacional. El proceso exige diálogo y una sutura a la brevedad a través de la gestión pública para que uno de los establecimientos de educación media históricamente bien calificado vuelva a ser referente en nuestro país, así, nuestra premisa será simplemente historia, y mala historia.

Benjamín Escobedo
Académico, teólogo e investigador de Historia.