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De la dictadura militar a la dictadura mediática

Por: Jorge Sotelo Galgani | Publicado: 21.10.2023
De la dictadura militar a la dictadura mediática Imagen referencial – Medios de comunicación | Agencia Uno
En los años 70 las dictaduras militares en el continente usaron y manipularon a su antojo los medios de comunicación, algunos por medio de “presiones indebidas” y a otros por afinidad ideológica, generando episodios vergonzosos de montajes, mentiras y manipulación. Pero llegada la democracia y ante la posibilidad de que los medios se convirtieran en voceadores de las necesidades y anhelos por tantos años reprimidos, hubo personajes como Eugenio Tironi que llevó adelante su designio de que “la mejor política comunicacional, es no tener política comunicacional”, lo que significó empujar a los medios a la quiebra y su desaparición, ya que no recibieron apoyo ni avisaje que les permitiera sobrevivir, excepto aquellos que fueron “benevolentes” con el régimen.

Ha sido mucha el agua que ha pasado bajo los puentes desde el día en que, apenas instaurada la Dictadura, vía decreto, se clausuraran los Medios de Comunicación excepto dos, El Mercurio y La Tercera. Transcurridos 50 años, son estos mismos medios los que hoy encabezan los conglomerados que lideran el mercado sectorial y marcan la pauta editorial de todo el sistema.

El mundo ha cambiado, los avances tecnológicos nos abruman y arrinconan, los conglomerados y grupos hegemónicos desarrollan sus tácticas y estrategias sin ningún contrapeso real, mientras nuestras exigencias de democracia en los medios no pasan de ser un pequeño ruido que ha persistido desde hace decenios.

Y es que la manipulación de los hábitos y opiniones de las masas, desde hace muchos años, se viene estudiando y reafirmando como un elemento de importancia fundamental. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de un país. (Propaganda, Edward Bernays).

En nuestro país parece obvio de que los sectores derechistas y neoliberales lo aprendieron hace rato y han ido actuando en consecuencia. Desde la “vuelta de la Democracia”, allá por los años 90 del siglo pasado, lenta pero sostenidamente han ido “invirtiendo” en medios de comunicación.

El primer “visionario” fue Ricardo Claro, quien llegó a sostener un holding de medios con un valor de mas de US$ 550 millones de la época y que contaba con el canal de TV Mega, editorial Zig-Zag, revista Capital y el Diario Financiero en su portafolio.

Posteriormente, el grupo Bethia, la matriz de Falabella, adquiere MEGA y el año 2010 el grupo Luksic entra en la propiedad de Canal 13, hasta entonces, propiedad de la Universidad Católica de Chile; por su parte, Sebastián Piñera, 5 meses después de asumir como presidente en su primer período, vende Chilevisión al grupo Time Warner, quienes posteriormente lo traspasan al conglomerado estadounidense de medios de comunicación Viacom, en cuya propiedad se encuentra hasta hoy.

Por su parte, la estadounidense Turner vendió CNN Chile a Carey Media Holding SpA de propiedad de Jorge Carey Carvallo, un abogado, hijo de uno de los dueños del buffet de abogados más grande de Chile, Carey Abogados, Jorge Carey. Raya para la suma, de los 5 principales canales de TV nacionales, 4 se encuentran en manos privadas y TVN, pese a ser un canal de propiedad Estatal, mantiene un gobierno corporativo de tipo binominal, lo que equilibra las fuerzas políticas y por ende mantiene a raya las opiniones discordantes y “fuera de tono”.

En cuanto a la radiodifusión, la concentración de los medios no se aleja mucho de la realidad de los otros medios y sólo se distingue por la aparición de grandes conglomerados extranjeros en la propiedad de las radios. Es así como el mayor consorcio radial del país es propiedad de Ibero Americana Radio Chile (conocida también como Prisa Media Chile) perteneciente a PRISA Radio, una filial del grupo español PRISA.

Por su parte, MEGA del grupo Bethia, además del canal de TV, es propietario de 4 radios que generan contenidos desde Santiago en los estudios de las radios Tiempo, Infinita, Candela y Romántica, y convierte estas 4 señales en 55, distribuidas en 14 regiones por medio de estaciones repetidoras. Habría que agregar que, en las últimas semanas, Mega “arrendó” la señal santiaguina de radio Tiempo, al empresario sureño y militante del Partido Republicano Alejandro Martini. La señal santiaguina, Martini la suma a otras 3 emisoras que transmiten en la zona sur del país, en la llamada zona del conflicto mapuche (Temuco, Angol y Villarrica). El empresario tendría además, el objetivo de establecer emisoras en todas las regiones de Chile y administrarlas a través de una fundación denominada “Estaciones de Chile”.

Utilizando el mismo sistema de estaciones “repetidoras” el grupo Luksic ha extendido su influencia por medio de T13 Radio, quienes generan contenidos en Santiago y este se repite en las regiones. El contenido generado en Santiago por 4 estaciones, se repite en 22 señales que llegan a las regiones de Arica y Parinacota, Antofagasta, Atacama, Valparaíso, Metropolitana, Biobío, La Araucanía, Los Lagos y Magallanes. El grupo lo integran también las radios Oasis, Play y Sonar.

Otro conglomerado influyente es el que ha logrado conformar la familia Mosciatti con la Radio Bio Bio, ahora convertida en plataforma multimedial. Radio Biobío ha logrado gran presencia nacional por medio de 7 estaciones en regiones y 35 repetidoras a lo largo del país.

Otros grupos son los que conforman Radio El Conquistador, propiedad de la familia Molfino-Bürkert y propietaria de 39 emisoras a lo largo del país, 14 de ellas con estudios propios y con disponibilidad de generar contenido local.

Por último Radio Cooperativa, uno de los conglomerados radiales más grandes del país, que en los años 70 es adquirido por unos 500 militantes de la Democracia Cristiana, que posteriormente vendieron sus acciones a 4 conspicuos dirigentes de ese mismo partido.

Finalmente, los medios escritos, Concertación de por medio, siguen el dictamen de la dictadura que validó sólo a El Mercurio (grupo Edwards) y La Tercera (grupo Copesa) como los medios oficiales de la élite, para decidir y dar a conocer lo que la ciudadanía necesita saber y comentar.

Pero como llegamos a esto…?

En los años 70 las dictaduras militares en el continente usaron y manipularon a su antojo los medios de comunicación, algunos por medio de “presiones indebidas” y a otros por afinidad ideológica, generando episodios vergonzosos de montajes, mentiras y manipulación. Pero llegada la democracia y ante la posibilidad de que los medios se convirtieran en voceadores de las necesidades y anhelos por tantos años reprimidos, hubo personajes como Eugenio Tironi que llevó adelante su designio de que “la mejor política comunicacional, es no tener política comunicacional”, lo que significó empujar a los medios a la quiebra y su desaparición, ya que no recibieron apoyo ni avisaje que les permitiera sobrevivir, excepto aquellos que fueron “benevolentes” con el régimen. Es más, estos, y nos referimos a El Mercurio y La Tercera, estaban quebrados hacia el año 82 y 83 y el régimen, a través del Banco del Estado, les entregó préstamos millonarios, que posteriormente fueron condonados o también permutados por avisajes publicitarios que siguieron publicándose ya entrada la democracia.

Durante la transición, la democracia chilena fue creciendo de la mano de los medios de comunicación en un proceso de influencia mutua y de retroalimentación y si bien en algún momento se mencionaba a los medios de comunicación como el “cuarto poder” esta afirmación fue experimentando una vertiginosa transformación, afectando radicalmente la relación de los medios con sus audiencias. En la medida que la gente comienza a percibir a los medios como parte de la institucionalidad o como representantes de las elites, los crecientes niveles de desconfianza en las instituciones también comienzan a afectarlos.

Esta profunda desconfianza se ve plasmada en forma explosiva el 18 de Octubre de 2019, dejando a la clase política en shock y al gobierno dando tumbos, mientras los medios de comunicación “transmitían en vivo” no solo las reivindicaciones de los miles de manifestantes, sino que además, el descontento con el sistema y los desmanes generados por los menos.

Pero esta libertad de pauta duró lo que demoró el gobierno y sus asesores en darse cuenta de lo que estaba en juego, llamar a los jefes de prensa a La Moneda a fin de imponer un “relato oficial”, en donde el sesgo principal sería la criminalización de las movilizaciones.

A partir de ello, todo cambió, los medios de comunicación de masas y las vociferantes barras bravas de políticos que vieron en peligro el sistema hicieron lo suyo, y se gastaron miles de horas de transmisión y ríos de tinta en convencer a la ciudadanía de lo equivocados que estaban al exponer de esa manera “la cuestión social”, “no es la forma” fue el cliché utilizado.

Este duopolio conformado por los medios de prensa y los políticos derechistas, llámense Republicanos, RN, UDI o Evópoli y algunos amarillos o ”centro derechistas” han saltado desde sus curules en el Congreso a los set de televisión y a las entrevistas de fin de semana en los periódicos “importantes” que fijan la pauta y con ello, dominan la agenda noticiosa y se sienten gobernando.

Esta “asociación terrorista”, que durante semanas trata el tema de la delincuencia y presenta estadísticas, reportajes, sesudas opiniones y testimonios, cada cual más truculento que el siguiente y transforman la violencia delictual en la principal preocupación de la señora que ve el matinal y que se informa a partir de los memes y noticias falsas que diseminan los ejércitos de bots contratados por un asesor argentino que trabajó para Bolsonaro y ahora para Milei en Argentina.

Y cuando esto ya no da para más, descubren una Fundación que se pasó de viva y se habrían apropiado malamente de 450 millones y se repite el círculo, presentando “testigos”, opinólogos, reportajes, opiniones, se le denomina “caso lencería” para asimilarla a la delincuencia común, pero al mismo tiempo se callan los miles de millones de pesos robados por los alcaldes de su sector. Es más, todo este escándalo que se hace por el robo de 450 millones y de unos computadores que luego se recuperan, ayuda a acallar el robo de los alcaldes.

Y todos apuntan a Boric, como antes apuntaron a Bachelet.

Todo esto, mientras los proyectos legislativos que verdaderamente importan siguen empantanados en el Congreso o rechazados, como el del horario de cierre de los malls, pese a la movilización de los trabajadores del retail.

Entretanto, la Reforma de Pensiones lleva 10 años pendiente y el Acuerdo Tributario propuesto por el Ministro Marcel está guardado en un cajón, esperando que los honorables vuelvan de los sets televisivos y/o de las entrevistas que aparecerán el fin de semana en los diarios “importantes”, para dignarse a hacer la pega que la ciudadanía les ha encargado, legislar…

La dictadura mediática tiene sus propias reglas y estas no incluyen la preocupación por la ciudadanía, ni menos el apego a la verdad, en la dictadura mediática todo vale y mientras mas escandaloso sea, mejor partido se le puede sacar…

No sería ya hora de ir terminando con esta versión de dictadura…?

Jorge Sotelo Galgani