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The Economic Fail: La cuestión económica como objeto central de la política

Por: Marcel Claude | Publicado: 02.12.2023
The Economic Fail: La cuestión económica como objeto central de la política Imagen referencial – The Economic Fail | Cedida
Lo que quisiera resaltar en este escrito es la necesidad de abrir los ojos en relación a eso que tanto gusta a los economistas: the real economic. Y finalmente reposicionar un imperativo impostergable: la necesidad de volver a la política. Esto porque las relaciones de poder que están en la base de la estructura social influyen contundentemente en las decisiones que se toman en el ámbito de la economía, ya que la economía es siempre un tema del poder en la medida que las condiciones materiales de existencia y su producción son determinantes para la vida de las personas y de la sociedad.

Para cualquier persona relativamente ilustrada que piensa los problemas políticos es más o menos evidente, por un lado, que la política está íntimamente ligada con la economía, es decir, que la política habla de la economía, se refiere a la economía, se involucra con la economía, y por otro lado, que la economía no está desacoplada de la cuestión política, puesto que la estructura de poder, las relaciones políticas y las correlaciones de fuerza que están a la base de todo orden social, son estructurantes y determinan finalmente las decisiones de política económica y el orden socio-económico.

Sin embargo, lo cierto es que la economía como praxis debe ser una de las tareas menos exitosas que ha emprendido la humanidad, y sus profesionales deben ser los menos acertados y los más errados en su quehacer, aunque eso no le quite a los economistas esos aires de profesionales exitosos y triunfantes. Es a mi juicio, una profesión profundamente fracasada. Esto se desprende de una simple reflexión en torno al asunto central del que trata la economía, a saber, la escasez. En todos los textos de economía se nos enseña que la razón de ser de los economistas es asignar y administrar los recursos disponibles que son escasos, para satisfacer necesidades múltiples, jerarquizables y en gran medida ilimitadas o insaciables.

No obstante lo anterior, en los prolegómenos del siglo XXI las condiciones en que vive la humanidad no son ni cercanas a un estado de bienestar de segundo o tercer orden y menos aún al Paraíso Perdido de John Milton.

Según Oxfam, en el 2018, 26 multimillonarios acumularon más dinero que la mitad más pobre del planeta, esto es, unos 4 mil millones de personas en la actualidad. En el libro El Fin de la Pobreza (2013) de Jeffrey Sachs, se señalaba sobre nuestro tiempo que se trata de “un mundo en el que algunos viven rodeados de comodidades y abundancia mientras la mitad de la humanidad vive con menos de 2 dólares diarios”, es decir, en términos de la realidad chilena actual, 1.800 pesos diarios para comer, vestirse, pagar un arriendo, educarse, tener salud, poder transportarse, recrearse, tener vacaciones, etcétera. No es fácil imaginarse la realidad económica del mundo cuando la mitad de la humanidad debe vivir en tan precarias condiciones.

Esto no es un asunto menor y nada obliga a conformarnos con una sentencia tipo “así es la vida” o “siempre ha sido igual”, no, nada de eso, puesto que después de la Ilustración que prometió el “progreso” sin límites y el triunfo de la razón, así como el fin de la ignorancia y la penuria de la enfermedad, no es posible ese conformismo algo religioso de lo que nos toca vivir. A su vez, este aún joven siglo XXI es heredero de la Reforma Protestante que puso término al dominio moral de la Iglesia Católica que sometió la voluntad de la humanidad a los designios de Dios, léase a los privilegios de la Iglesia y de la Monarquía durante el largo Antiguo Régimen del Medioevo, y abrió las puertas a la reconciliación del ser moral con la riqueza y el bienestar material, tal como lo señala Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”.

¿Y qué decir de la tan estudiada Revolución Francesa que junto a la Revolución Norteamericana, pusieron los derechos humanos como el centro de la cuestión política? Después del advenimiento de los tiempos modernos, es totalmente inaceptable toda suerte de conformismo con la precariedad material que experimenta la humanidad, aunque hoy, la libertad, la igualdad y la fraternidad sean realidades totalmente desconocidas para una abrumadora masa de seres humanos, dado que, entre otras cosas, la democracia no ha dejado de ser una utopía inalcanzable o, como canta Joaquín Sabina “un cuento de nunca empezar”.

Se da por descontado que esa otra gran revolución que dio origen a los tiempos modernos, la Revolución Industrial que ofreció el fin de la profecía malthusiana de la hambruna y la penuria económica, a pesar de que tampoco logró su cometido y solamente contribuyó a un vigoroso proceso de acumulación capitalista, también abrió las expectativas y amplió las aspiraciones de la humanidad. En consecuencia, no hay lugar para ningún conformismo.

Cuando las bombas caían en Irak y se hacían más abundantes los bombardeos, lo que también debe estar aconteciendo con el actual conflicto en la zona de Gaza en Palestina, no solo se incrementaba el número de niños, mujeres y ancianos que morían, sino también, la rentabilidad de las corporaciones belicistas y de la industria armamentista. No deja de ser aterrador pensar que muchos expertos en economía, asesores de esa industria, los que deberían estar buscando el uso racional de los recursos para satisfacer necesidades humanas, estuvieran recomendando incrementar el uso de armas y de bombas para mejorar los resultados financieros de la industria armamentista.

No menos trágicas resultan las recomendaciones de muchos expertos en economía orientadas a la racionalización y reestructuración de empresas que proponen planes de ajuste y despidos, en el nombre del aumento de la productividad, que no es otra cosa que un eufemismo del aumento de la explotación orientada a la reducción de personal, incrementar la carga de trabajo de los que continúan trabajando por el mismo salario, y finalmente, generando mejores resultados de las empresas y corporaciones.

Cabe preguntarse, ¿dónde queda esa suerte de juramento hipocrático de los economistas de gestionar recursos para incrementar el bienestar de la humanidad? Todo lo que el siglo XX y este imberbe siglo XXI nos develan en materia económica, es una constatación del economic fail (fracaso de la economía) o del error económico que es más parecido al Horror Económico de Viviane Forrester que a una simple recesión.

De lo que hablamos aquí no es de crisis económica, sino más bien, del fracaso del paradigma dominante de la economía como ciencia, que en lo único que ha avanzado es en la formalización matemática del sujeto y predicado y he ahí a los señores economistas obsesionados con la demostración matemática de que el cero es igual a cero, mientras las masas abrumadoras de seres humanos, cuyas acciones y comportamientos no pueden modificar ni en milésimas los precios de mercado debido a lo poco gravitante que son esas mayorías en las estadísticas económicas, ni siquiera están en el horizonte de las reflexiones del quehacer de los economistas, ni menos aún en sus recomendaciones de política.

Lo que quisiera resaltar en este escrito es la necesidad de abrir los ojos en relación a eso que tanto gusta a los economistas: the real economic. Y finalmente reposicionar un imperativo impostergable: la necesidad de volver a la política. Esto porque las relaciones de poder que están en la base de la estructura social influyen contundentemente en las decisiones que se toman en el ámbito de la economía, ya que la economía es siempre un tema del poder en la medida que las condiciones materiales de existencia y su producción son determinantes para la vida de las personas y de la sociedad.

La distribución del excedente económico entre el trabajo y el capital es siempre y en todo lugar una cuestión política, es decir, un asunto que dependerá de la correlación de fuerzas entre los trabajadores y los empresarios. Al decir de Marx y Engels, la dinámica de la evolución de la sociedad humana está determinada por la lucha social en torno a la apropiación del excedente económico.

Vivimos un tiempo doloroso, una época que no solo ha olvidado la política como centralidad del quehacer humano cotidiano, aunque el poder se siga ejerciendo, sino también porque se ha olvidado la lectura y el estudio como una actividad sustantiva, lo que puede producir la impresión de la futilidad de dejar por escrito reflexiones como las que trata este artículo. No obstante, es de suyo importante que estos documentos se escriban y se deje un testimonio ilustrado sobre nuestro tiempo, puesto que éstos serán los papiros prehistóricos que tendrá el futuro -parafraseado a Silvio Rodríguez– cuando se quiera mirar y estudiar esta época tan controvertida: “somos prehistoria que tendrá el futuro, somos los anales remotos del hombre».

Marcel Claude
Profesor Depto. Tecnologías Industriales, en la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile (USACH)