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La Democracia Cristiana y la tragedia de 1973: Sexta parte, Epílogo

Por: Marcelo Espinoza | Publicado: 05.12.2023
La Democracia Cristiana y la tragedia de 1973: Sexta parte, Epílogo Pinochet y Frei Montalva | CC (Creative Commons)
En el momento más decisivo de la historia de Chile del siglo XX, la DC se inclinó por la opción conservadora extrema, fuera de la institucionalidad, cuando existía la opción moderada, institucional y democrática. El partido fue utilizado por otro grupo político, para conseguir sus propios objetivos políticos. Parece no haber otro ejemplo similar en la historia de Chile.

Después del golpe la DC se reúne el 13 de septiembre, durante el primer levantamiento por seis horas del toque de queda. Se da a conocer la declaración del partido del día anterior. En esta declaración el partido imputó a la Unidad Popular toda la responsabilidad del golpe militar. No hay una sola palabra al bombardeo criminal de La Moneda, el cierre del Congreso y el término de las libertades democráticas, después de haber defendido estas libertades durante meses frente a la amenaza marxista.

Pero sí es condescendiente con los militares golpistas, señalando que éstos no buscaron el poder y que inspiran confianza en que devolverán el poder al pueblo soberano. Sostiene que los propósitos de paz y unidad expresados por la Junta Militar “merecen la patriótica cooperación de todos los sectores”. Señala finalmente, que fiel a sus principios, la DC agotó los esfuerzos por alcanzar una solución por la vía política institucional.

En la misma reunión, Aylwin afirma que los militares no buscaban el poder y que existía la posibilidad que, después de un tiempo relativamente corto, permitieran el retorno de la normalidad democrática. Renán Fuentealba expresó su desacuerdo, y señaló que condenaba sin reservas el golpe de Estado. Bernardo Leighton afirmó que la DC era corresponsable de lo sucedido, rechazó la declaración difundida y anunció que promovería otra, de repudio a la acción militar e invocó con afecto al Presidente Allende. Radomiro Tomic recordó que la mayoría del partido estaba por el golpe militar.

El mismo día, trece dirigentes emiten una histórica declaración alternativa. En ella condenan categóricamente el derrocamiento del presidente Constitucional, y se inclinan respetuosos ante el sacrificio de su vida en defensa de la autoridad constitucional. Sostienen que la falta de rectificación, que en definitiva llevó al país a la tragedia, es responsabilidad de todos, gobierno y oposición, porque el deber de mantener una democracia no puede ser eludido por nadie. Son los moderados los que hablan, los que en los meses cruciales, no pudieron conversar con los moderados del otro bando. Esta declaración solo pudo distribuirse a las embajadas, se conoció en el resto del mundo, pero no en Chile.

En el mes de septiembre Aylwin hace declaraciones a medios chilenos y extranjeros especialmente, defendiendo la actuación de su partido. Afirma, ante la Televisión Española, que la DC considera que la Vía Chilena al Socialismo estaba fracasada, y eso lo sabía la UP y Allende. Y por esa razón, se aprestaban –a través de milicias armadas, muy fuertemente equipadas y que constituían un verdadero ejército paralelo- para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder. “Pensamos que las FFAA se anticiparon a ese riesgo”. El dirigente está justificando el golpe, no se puede entender otra cosa. Así justifica ante la historia el rol de su partido.

El 21 de septiembre, ante periodistas nacionales y extranjeros, sostiene que lo sucedido es consecuencia del desastre económico y la tendencia totalitaria de la UP, y que no es lo que buscaba la DC. Las FFAA han intervenido no por afán de poder para establecer en Chile una tiranía militar de corte fascista, sino en defensa de la seguridad y dignidad del país. “Por la necesidad de anticiparse al riesgo inminente de un autogolpe para establecer una tiranía comunista” (Amorós, 2020).

En estas declaraciones, todo el país lo escucha, todos los medios están a su disposición. Nadie puede desmentirlo, los dirigentes de izquierda, los ministros, jefaturas de servicio y mandos medios, están siendo perseguidos, detenidos y arrasados. No hay en el país resistencia organizada por los partidos contra los militares. No hay ejércitos paralelos, no hay milicias extranjeras. Las Fuerzas Armadas controlaron el país en 48 horas.

Aylwin va más allá, “Creo que realmente los bombardeos y las acciones de fuerza que se han realizado por las FFAA han sido bastante exagerados, sobre todo en el extranjero…a nosotros nos ha parecido que, mientras las FFAA estaban en plena lucha, exponiéndose y recibiendo la acción de grupos armados, opinar sobre cuál era el mejor método dentro de este cuadro, que no es nuestro cuadro, era una cosa un poco cómoda”. Para el dirigente, los militares son héroes combatiendo al enemigo y el bombardeo a la Moneda es una minucia.

Días después, el 24 de septiembre, da una entrevista a un corresponsal de agencias de noticias católicas de Alemania y Estados Unidos. Ante la pregunta si Allende tenía vocación democrática, responde que él se inclina a creer que éste simuló su vocación democrática, o por lo menos, con el tiempo la cambió. Agrega que pide perdón a Dios, si lo juzga mal. Luego insiste en que la UP se preparaba para un autogolpe, con la acción de fuerzas armadas organizadas con los adherentes del gobierno, e imponer una dictadura comunista.

En los días de septiembre en que la propaganda de la dictadura mostraba en todos los medios un falso y siniestro Plan Zeta preparado por la izquierda y el gobierno allendista (destinado a masacrar a las fuerzas militares en el desfile en honor a las Fiestas Patrias el 19 de septiembre), justificó la represión y avaló la propaganda de la dictadura para justificar el golpe ante la población, en torno a las armas de la izquierda y su pretensión de cometer asesinatos, “Creo además que el poder bélico que tenía la UP, ha sido todavía en parte revelado, y cuando el mundo lo conozca se va a formar conciencia de que realmente se estaba preparando una toma total del poder por los comunistas por la vía armada con una revolución sangrienta en que habrían descabezado a todos los mandos de las FFAA y a todos los directivos y equipos directivos no solo nacionales, sino que provinciales y medianos de los partidos democráticos” (Amorós, 2020).

El dirigente DC, que habla libremente en plena dictadura y formula estas estruendosas declaraciones, es el mismo que un mes antes acudía a dialogar y hacer los esfuerzos por buscar una salida democrática con el Presidente Allende.

Aylwin autorizó a destacados militantes DC para incorporarse al gobierno militar: Max Silva, en el primer gabinete, nada menos que como subsecretario de Justicia, a Juan Villarzú, Sanfuentes, Jorge Navarrete (Arriagada G. Mercurio 21 julio 2023). Cuando Allende solicitó a Fernando Castillo Velasco incorporarse al gabinete, en momentos dramáticos, no lo autorizó.

El 10 de octubre, Eduardo Frei da su primera entrevista después del golpe, al diario ABC de Madrid. Allí expone su visión del golpe de Estado, “El marxismo, con conocimiento y aprobación de Salvador Allende, y acaso por instigación de Allende, había introducido en Chile innumerables arsenales, que se guardaban en viviendas, oficinas, fábricas, almacenes. El mundo no sabe que el marxismo chileno disponía de un armamento superior en número y calidad al del Ejército; un armamento para más de treinta mil hombres, y el Ejército chileno no pasa normalmente de esa cifra. Los militares han salvado a Chile y a todos nosotros… La guerra civil estaba perfectamente preparada por los marxistas. Y eso es lo que el mundo desconoce o no quiere conocer”.

Por aquellos días, la condena al golpe de Estado en Chile era casi unánime en Europa. El gobierno italiano de la DC condenó el derrocamiento del gobierno constitucional y más aún, retiró a su embajador. La Unión Mundial de la Democracia Cristiana expresó su profundo dolor por la trágica muerte de Salvador Allende y rechazó el derrocamiento del gobierno constitucional de Chile.

En este contexto, adverso para el rol jugado por el partido, en octubre de 1973 la DC decide enviar a Europa a tres dirigentes para dar explicaciones por su desempeño durante el gobierno de Salvador Allende y después acerca del golpe militar. Viajan los senadores Juan De Dios Carmona, Juan Hamilton y el diputado Enrique Krauss, y visitan Venezuela, Alemania e Italia. La Junta Militar fue previamente informada de este viaje de esclarecimiento, en una muestra de cercanía y colaboracionismo. Los gastos fueron financiados con fondos facilitados por la CIA, según sostiene Peter Kornbluh en el 2004 (Kornbluh P, Pinochet: Los archivos secretos, 2004).

En 1999, en un evento de la Universidad Finis Terrae, el ex senador Carmona relata detalles del viaje. Se reunieron durante cinco horas con Mariano Rumor, presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana (UMDC). Sostiene que Rumor los recibió muy mal, les prohibió tomar notas y le echó toda la culpa a Eduardo Frei. Puso sobre la mesa la entrevista de Frei en el diario madrileño ABC, diciendo “Esto es una vergüenza. ¿Cómo puede haber dicho Eduardo Frei una cosa igual?” A pesar de los fundamentos que le ofrecieron, Rumor manifestó que la UMDC lamentaba lo sucedido en Chile y se avergonzaba del papel de la Democracia Cristiana. A su regreso dijo Carmona, los tres delegados se reunieron con la Junta Militar para informarles de su gira de defensa del régimen.

A raíz de lo informado por los dirigentes que se entrevistaron con Mariano Rumor, Frei dirige a éste su conocida carta, con fecha 8 de noviembre de 1973. Se inicia destacando la situación del país cuando hace entrega del gobierno, y continúa relatando en detalle la desastrosa situación económica del final del gobierno de la UP. Luego afirma que este gobierno estaba decidido a instaurar en Chile una dictadura y estaba dando los pasos progresivos para alcanzarla, y que quedaban ya pocos pasos para lograrlo. Denuncia la llegada al país de varios miles de revolucionarios extranjeros y el descubrimiento de armamento para dotar a más de quince regimientos, y que una abrumadora proporción no ha sido aun descubierta. Culpó a la UP del clima de odio y violencia y alude a las conversaciones entre la DC y Allende, las que naufragaron al convencerse su partido que el gobierno tan solo quería ganar tiempo para preparar el control total del poder, apurar la organización de su aparato militar y el reparto de armas.

Ni una palabra para la acción de la CIA y el gobierno norteamericano. Ni una palabra crítica hacia la dictadura, que llevaba dos meses asesinando personas y violando las libertades civiles. Mariano Rumor nunca respondió esta carta de Frei.

El dirigente Renán Fuentealba, presidente de la DC durante la mayor parte del gobierno UP, al saber de estas comunicaciones hacia Rumor, orientadas a justificar “la vacilante y débil actitud que nuestro partido tuvo”, dirige también una misiva al presidente mundial de la DC. Allí sostiene que “Esas personas que siempre me han combatido, hasta el extremo de jugarse enteros por sacarme de la dirección del partido, a fin de que este adoptara una actitud política de absoluta intransigencia frente al gobierno de la UP”.

Afirma además que aquellas personas, ahora citan discursos pronunciados por él en su momento, criticando duramente al gobierno y haciendo ver sus desviaciones totalitarias, “Pero lo que esas personas olvidan o callan intencionalmente es que la directiva que presidí, y personalmente, fuimos siempre absolutamente contrarios a una solución de fuerza, a un golpe o a un pronunciamiento militar, que otros en cambio, veían siempre con buenos ojos y estimulaban, directa o indirectamente”. (González Camus, 2007, citado en Amorós 2020). En Chile se conoció la carta de Frei a Rumor, pero no la impactante carta de Renán Fuentealba.

Tampoco se conoció otra carta de Fuentealba dirigida a Gabriel Valdés (ex canciller de Frei), en la cual subraya la responsabilidad de la dirección del partido en los trágicos hechos: “Nunca hubo la intención clara y determinada de hacer un esfuerzo máximo para buscar una salida democrática. Más bien hubo una farsa de conversaciones, cuyo éxito no se deseaba realmente. Los hechos demuestran que hay muchos DC comprometidos con el ‘pronunciamiento’, el cual tratan de justificar, viajando al extranjero emisarios que no representan la voz del partido” (González Camus, 2007, citado en Amorós, 2020).

Aylwin dirige a Gabriel Valdés una carta el 16 de octubre, donde le relata una reunión que la directiva ha tenido con los integrantes de la Junta Militar, la que fue “franca y recíprocamente respetuosa”. Valdés responde en duros términos en carta respuesta del 19 de octubre. Le hacer ver la opinión internacional sobre la actuación del partido: “La imagen nuestra fuera es atroz y no solo por obra de los marxistas. Leer las declaraciones de Eduardo Frei, comentadas en todas partes negativamente –por decir lo menos– quita toda esperanza en la posibilidad de recuperación. Seguir denigrando a Allende lo encuentro deshonesto. Estamos en presencia de un fascismo que no podemos negar y que nos aplastará. Seguir justificándolo –y algunos aplaudiendo– con el argumento de que la UP había producido el caos y quería una dictadura, no tiene justificación…Que la Junta dé sus explicaciones es natural, pero que la DC avale lo que sucede y nos convirtamos en abogados me resulta intolerable”.

Meses después, el 27 de febrero de 1974, Valdés escribe nuevamente a Aylwin, cuando conoce una carta enviada por la directiva a Pinochet en enero, y su memorándum de la reunión sostenida con el general Bonilla, ministro del interior de la dictadura. Especialmente critica el memorándum, en el que encuentra un clima de sumisión inconcebible, en que el presidente del partido acepta una dictadura “ojalá por un plazo no mayor a cinco años”.

Agrega que, “La justificación moral para estar en la oposición a la UP, residió en el temor a una dictadura. Y esa oposición se realizó sin escrúpulos, a fondo, sin parar mientes en las consecuencias. Esa moral no era objetiva. No se aplicó frente a los derechos humanos aplastados, a los campos de concentración, a las torturas…” Con toda sinceridad, con tristeza y con la amistad de tantos años, te digo que has estado profundamente equivocado. Más aun, con tu equivocación, y con el profundo error de quienes te acompañan en esa posición, has hecho un daño irremediable… Siento estimado Patricio, no darte una palabra de aliento. No lo puedo hacer, pues sería hipócrita de mi parte” (Repositorio Digital Patricio Aylwin, Amorós 2020).

Más adelante se genera también una polémica entre Eduardo Frei y Bernardo Leighton. Éste último viajó a Italia en noviembre de 1973, y por su actividad opositora durante meses y por un discurso pronunciado en Amsterdam el 11 de septiembre de 1974, llamando a la unidad contra la dictadura, la Junta Militar le prohibió el regreso. El 9 de noviembre, Frei le escribe una carta, breve, en que le expresa su aprecio. Reflexiona sobre la situación del país después de un año de cruel dictadura militar, y afirma: “Me quedan pocos años y no tengo ambiciones… La prueba que ha vivido nuestro país y los chilenos es terrible. Me pregunto a veces, qué pecado hemos cometido…” (Archivo Histórico Gabriel Valdés, Amorós 2020).

Responde Leighton el 30 de diciembre de 1974. Se refiere a la protesta del partido por la reciente expulsión de Renán Fuentealba, la que considera insuficiente y subordinada a la dictadura. Yo no comparto esa posición, sostiene Leighton. Le comenta a Frei que ha leído su prólogo al libro escrito por Genaro Arriagada, De la Vía Chilena a la Vía Insurreccional, y lamenta que tanto este prólogo como el texto de Arriagada, constituyen “una espléndida defensa del golpe militar” y una “espléndida defensa de la dictadura”. ¿Qué pecado hemos cometido? dices en tu carta. Seguramente bastante más que uno; pero yo creo que no son los pecados, sino los errores políticos los que más pesan en la vida de los pueblos y esos sí que debemos reconocerlos y corregirlos desde ahora mismo, sin esperar que otros reconozcan y corrijan primero los suyos”.

Frei le responde en marzo de 1975, cuando recién recibe la carta. Allí reitera su convicción de que la UP avanzaba hacia una dictadura totalitaria, y defendió la actuación de la DC en la oposición al gobierno. Defiende su actuación personal diciendo que no tuvo participación, ni contactos, ni conocimiento sobre la gestación del golpe. Leighton en su respuesta, tiene dudas respecto a estas afirmaciones, y le responde que más de una vez aseguró saber que el golpe se produciría, y le enrostra que sabía lo que estaba ocurriendo, agregando que, “A quien quisiera escucharte, le expresabas que el golpe era inevitable… posición esta que, robustecida de la autoridad moral que emanaba de tu persona y de la presidencia del Senado, contribuía eficazmente a volver absurdas e inútiles las difíciles y angustiosas tentativas de soluciones pacíficas y democráticas que otros hacíamos… Tu imagen para mí no es la del que bailaba la cueca, pero sí, la de uno de los que la avivaban” (Repositorio Digital Patricio Aylwin, Amorós 2020).

La interpelación de Leighton, es dura, rotunda y grave. También las de Gabriel Valdés y Renan Fuentealba. Quedaron como testimonio histórico de una controversia que el país no conoció en su momento, silenciado por la dictadura. Y así quedaron, en la oscuridad por decenas de años.

Kornbluh sostiene en su libro ya citado, que el 18 de abril de 1974, Eduardo Frei tuvo una reunión con el nuevo embajador norteamericano David Popper, en donde Frei hace presente ciertas dificultades financieras del partido. La Embajada con posterioridad envía un cablegrama para solicitar se abone a la DC ciertos montos gastados entre el 1° de julio y el 10 de septiembre de 1973. En un memorándum reservado de fecha 11 de junio de 1974 Kissinger dio su aprobación, y el 24 de junio el Comité 40 dio curso al último envío de fondos a la DC, por USS40.000.

El centro político en un ambiente polarizado

El conflicto político es inherente a la democracia y debe expresarse libremente, abiertamente, bajo una condición: debe tener solución dentro de la institucionalidad. Sin esa condición, la democracia se reciente seriamente porque el conflicto no se resuelve y terminará dañando, sino destruyendo el sistema democrático. Hubo sectores que se empeñaron en no permitir soluciones al conflicto: unos, los extremos de la derecha económica y política, para impedir que el Gobierno pudiera avanzar en su proyecto de transformaciones, y así modificar el predominio económico de una minoría; otros, los insurreccionales de izquierda, dentro y fuera del gobierno, porque bajo su prisma la revolución no se hace dialogando, y porque al no tener solución, los conflictos se agudizarían y de esta forma era posible llegar al “enfrentamiento decisivo”, y con ello, a la revolución. Esta izquierda causó un grave daño al proceso allendista, con su verborrea incendiaria, y su afán insurreccional, sin ninguna viabilidad en el sistema político chileno. Nunca entendieron el proceso chileno y solo lo entorpecieron.

Pero no fueron los únicos. También hubo sectores desde el centro político, en la DC, que se empeñaron en momentos cruciales en impedir que prosperaran las soluciones democráticas. Primero, en junio de 1972 y luego, en julio de 1973. Especialmente, en los meses cruciales de junio a septiembre de 1973, este partido dirigido por su sector más conservador se pliega a la estrategia de derrocamiento. Participa en los diálogos sin convicción, ya no cree en una solución política, ha dejado de actuar como centro político autónomo.

La Democracia Cristiana, en ese momento decisivo, asumía que la Vía Insurreccional y la Vía Chilena eran una misma cosa, puesto que ambas, estimaba, terminaban en la dictadura del proletariado. El sector más conservador de este partido, interpretaba de la siguiente forma el segundo diálogo del Presidente Allende con la directiva democratacristiana, en agosto de 1973, cuando restaba un mes para el golpe de Estado:

“Para la DC, la circunstancia que la alineaba en una oposición crecientemente dura era el propósito de establecer la llamada dictadura del proletariado, cualquiera fuera la “vía” que se utilizara para ello. Para este partido, como lo precisó desde la primera hora, este era un objetivo absolutamente inaceptable ¿Qué significa entonces someter ahora el proceso, a la institucionalidad y a la ley? (…) desde la perspectiva de los democratacristianos, no podía consistir en modo alguno en hacer viable el tránsito pacífico a la dictadura del proletariado… Para los democratacristianos, el real sentido de esa negociación debía ser imponer a Allende el abandono de su objetivo de establecer la dictadura del proletariado” (Arriagada G, 1974).

Al tenor de esta reflexión, la DC quiere imponer a Allende que abandone un objetivo que Allende y sus seguidores principales no tienen, pero que este partido teme y está convencido. Y entonces plantea una solución que le asegure que no sea aceptada, porque su opción tomada, ya es otra. Así lo demuestran las declaraciones de sus dirigentes después del golpe militar. Venía un autogolpe, había un ejército paralelo, milicias extranjeras, se viene la dictadura, los militares han salvado el país. Su opción ya está tomada en julio–agosto de 1973.

Un conflicto político agudo solo puede ser resuelto en el marco democrático si actúan los moderados de uno y otro lado. Para eso se requieren dos condiciones: uno, que los moderados existan en ambos sectores, y dos, que estén en condiciones de actuar. Existen por el lado del gobierno: Allende, el Partido Comunista, el Partido Radical, el Mapu Obrero Campesino. También existen por el lado de la oposición: el Partido Demócrata Cristiano. Los moderados del gobierno están en condiciones de interactuar. Pero los moderados de la oposición no, porque han sido desplazados por el sector conservador al interior de ese partido, que no actúa como moderado. Y este sector conservador, observa que el peligro antidemocrático inmediato está en la extrema izquierda, y no en la extrema derecha. Esa es su opción política y actúa en consecuencia, elije ese camino que conduce al golpe. Los moderados de ambos lados existían, pero no pudieron interactuar. La Democracia Cristiana no fue superada por los extremos, más bien optó por uno de los extremos.

En el momento más decisivo de la historia de Chile del siglo XX, la DC se inclinó por la opción conservadora extrema, fuera de la institucionalidad, cuando existía la opción moderada, institucional y democrática. El partido fue utilizado por otro grupo político, para conseguir sus propios objetivos políticos. Parece no haber otro ejemplo similar en la historia de Chile.

Marcelo Espinoza
Magister en Ciencia Política.