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Por qué Banco Mundial debe ser cauteloso con el hidrógeno verde

Por: Alison Doug y Maia Seeger | Publicado: 07.12.2023
Por qué Banco Mundial debe ser cauteloso con el hidrógeno verde Hidrógeno verde | Agencia Uno
En lugar de promover una expansión dispendiosa del hidrógeno verde basada en la especulación del mercado, el Banco Mundial debería centrar primero su financiación pública en ayudar a los países a satisfacer sus propias necesidades energéticas, mediante transiciones energéticas renovables a nivel nacional y local.

Es hora de que el Banco Mundial y otros financiadores multilaterales avancen con mayor cautela y buena gobernanza en la financiación del hidrógeno verde, para evitar una aceleración despilfarradora basada en expectativas exageradas.

El hidrógeno verde se promociona como un combustible que tornará verde la industria, el transporte y la electricidad. Varios países latinoamericanos, africanos y asiáticos han sido identificados como potenciales productores de bajo costo de este emergente producto de exportación, y sus derivados, como el amoníaco. Este diciembre, el presidente de la COP28, Sultan Al Jaber, solicitará a los gobiernos que apoyen el objetivo de doblar la producción de hidrógeno para 2030.

El Banco Mundial es un promotor del hidrógeno verde, respondiendo a los pronósticos de enormes expansiones del mercado, y sosteniendo que el hidrógeno representará el 10% del consumo total de energía a 2050. La iniciativa Asociación del Hidrógeno para el Desarrollo (H4D) del Banco Mundial está ayudando a catalizar la financiación de inversiones en países como Chile, Sudáfrica, Namibia y la India para producir hidrógeno barato para el mercado mundial. Sin embargo, el hidrógeno verde parece ser demasiado bueno para ser verdad.

Hay cuatro razones para que el Banco Mundial y otros bancos multilaterales sean prudentes y considerados en sus estrategias de hidrógeno verde.

En primer lugar, la exportación de hidrógeno verde son un distractor para atender las transiciones energéticas nacionales y cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2030 de acceso universal a la energía. Gracias a la financiación del Banco Mundial, Chile se prepara para utilizar grandes cantidades de electricidad renovable para producir y exportar hidrógeno verde. Sin embargo, aunque el 54% de la generación eléctrica en Chile ya es renovable, el consumo energético nacional total, incluidos el transporte y la industria, sigue dependiendo en un 70% de combustibles fósiles. ¿No sería mejor invertir estos recursos en las propias ambiciones de energías renovables de Chile? Del mismo modo, la electricidad renovable de Namibia se ha destinado a la exportación de hidrógeno verde a Europa, y los bancos multilaterales buscan proveer financiación, pero en Namibia el 45% de la población no tiene acceso alguno a electricidad.

En segundo lugar, en muchos países la producción de hidrógeno verde podría dañar a las comunidades locales y el medio ambiente. Existe la premisa de que muchos países en desarrollo disponen de vastas extensiones de tierra para emplazar la enorme capacidad de generación renovable necesaria para producir hidrógeno verde.

Sin embargo, en muchos casos esto podría conducir al desplazamiento de comunidades locales cuyos territorios se están destinando a parques solares o eólicos para alimentar la producción de hidrógeno. Adicionalmente, la electrólisis consume una cantidad significativa de agua dulce para producir hidrógeno, lo que puede competir con las necesidades locales de agua. En las zonas donde escasea el agua dulce, podrían requerirse grandes plantas desalinizadoras, con un enorme impacto potencial en los ecosistemas costeros cuando las salmueras son devueltas al mar.

Para 2030, Chile planea ser el primer productor mundial de hidrógeno verde, con enormes desarrollos previstos en las regiones de Antofagasta y Magallanes, ambas con ecosistemas sensibles y presencia de pueblos tradicionales. Un estudio del Banco Mundial determinó que los proyectos de hidrógeno en Chile tienen significativos riesgos medioambientales y sociales. A pesar de estas preocupaciones, el Gobierno chileno firmó un acuerdo con el Banco Mundial para acceder a una línea de crédito de hasta 350 millones de dólares (unos 310 mil millones de pesos chilenos) para el desarrollo del hidrógeno verde.

En tercer lugar, muchas de las proyecciones actuales de mercado se basan en suposiciones altamente especulativas e innovaciones tecnológicas inciertas. Se asume que las actuales inversiones reducirán el costo de producción de hidrógeno verde a niveles competitivos con el hidrógeno «gris» tradicional (producido con gas natural) durante la próxima década, y que los países en desarrollo exportarán hidrógeno y amoníaco «baratos».

Sin embargo, IRENA predice que, para 2050, tres cuartas partes del hidrógeno verde se producirán y consumirán a nivel nacional, y que sólo una cuarta parte se exportará, principalmente a través de gasoductos. La UE cuenta con una normativa cuyo objetivo es que el hidrógeno verde sustituya aproximadamente a un tercio del hidrógeno gris en la industria hasta 2030. Es muy probable que este aumento en la demanda pueda satisfacerse, en gran medida, mediante el suministro doméstico de países como Finlandia y España. En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación prevé el uso de créditos fiscales para impulsar la producción local de hidrógeno limpio.

La Agencia Internacional de Energía afirma que, en las próximas décadas, la contribución del hidrógeno al balance neto cero será significativamente inferior a la de las energías renovables, la electrificación directa y el cambio de conducta. El hidrógeno no es eficiente ni costo efectivo en muchas de las aplicaciones propuestas, como en automóviles o calefacción doméstica, mientras que otros usos -como en la aviación o la navegación- están aún en etapa piloto de investigación y desarrollo. Existen incertidumbres técnicas que limitarán el consumo de hidrógeno en esta década.

A la hora de considerar cualquier inversión en hidrógeno verde en el Sur Global, el Banco Mundial y otros bancos multilaterales deben considerar el riesgo de activos varados y la deuda pública, en caso de no tener un comprador garantizado, o si el costo de producción y el transporte del hidrógeno verde resulta no ser tan barato como lo anticipan los entusiastas del mercado.

En cuarto y último lugar, los promotores más estridentes del hidrógeno son la industria de los combustibles fósiles y los países con intereses creados en mantener activa su infraestructura de combustibles fósiles. En los últimos años, Exxonmobil, Shell y BP han gastado millones de dólares en gestionar intereses en favor de una legislación pro-hidrógeno en la UE y los Estados Unidos.

Japón es un activo promotor del uso de amoníaco derivado de hidrógeno bajo en carbono para energizar hasta un 20% de las centrales termoeléctricas a carbón. El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) está financiando la construcción de la central a gas Unique Meghnaghat en Bangladesh, sosteniendo que se alinea con el Acuerdo de París porque está «preparada para el hidrógeno», pero sin establecer con claridad cuándo, cómo o a qué costo podría producirse la transición al hidrógeno.

Sin duda alguna, el hidrógeno verde tiene un rol en la transición energética global, y surgirán mercados para algunas aplicaciones industriales y, potencialmente, el transporte pesado. Cuando exista evidencia sólida de que el hidrógeno verde hace una real diferencia éste debe ser apoyado, al tiempo que se garantiza que cumple con altos estándares medioambientales, sociales y de derechos humanos.

En lugar de promover una expansión dispendiosa del hidrógeno verde basada en la especulación del mercado, el Banco Mundial debería centrar primero su financiación pública en ayudar a los países a satisfacer sus propias necesidades energéticas, mediante transiciones energéticas renovables a nivel nacional y local.

Nota: traducción del original en inglés, publicado en Energy Monitor, el 20 de noviembre de 2023.

Alison Doug y Maia Seeger
Dra. Alison Doig es asesora principal de Recourse. Su trabajo ha incluido la defensa de la justicia climática en las negociaciones sobre el clima de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), incluida la COP21 de París. Maia Seeger es directora ejecutiva de Sustentarse. Especialista en desarrollo sostenible, prevención de conflictos socioambientales y rendición de cuentas, con más de 20 años de experiencia en distintos países de América Latina.