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Opinión

Gríngolas constituyentes

Por: Natassja de Mattos | Publicado: 21.12.2023
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La incapacidad para interpretar Chile y el acontecimiento de octubre de 2019, así como la de llegar a consenso alguno, debe ser un llamado de atención. Si bien hoy se cerró el proceso constituyente, no se puede ignorar que hay cambios urgentes para el buen vivir de Chile, que se ven obstaculizados por la ya rancia Constitución del 80. Tarde o temprano eso se dejará sentir y hay que preverlo quitándose las gríngolas. Debemos aprender a mirar más allá de sí y fraguar verdaderos procesos y acuerdos para transformaciones sustantivas y comunitarias que den cauce a las necesidades no cubiertas por este modelo.

El domingo recién pasado la mayoría pareció haber entendido que la propuesta de nueva constitución no respondía a los problemas de fondo que llevaron a Chile a una revuelta y a aprobar un proceso constitucional. También que no se trataba de cambiarla a todo costo, sino, siempre y cuando acabara con el modelo imperante y, con ello, mejorase de manera sustantiva las condiciones del vivir. Sin embargo, no se debe ignorar que el EN CONTRA también pudo ser la opción catártica de estar en contra del proceso y de toda maniobra de las y los políticos.

Además, es preciso observar que hay un 44% que pudo hacer de ese mal proyecto una nueva constitución para Chile. La no tan holgada diferencia en el resultado nos recuerda la incapacidad que hubo en estos tres años para interpretar Chile y el acontecimiento de octubre de 2019, así como la de llegar a consenso alguno.

Probablemente lo anterior se explica con que ambos sectores que hegemonizaron los procesos, el primero y el segundo, se dejaron llevar por la oportunidad inesperada que significó un proceso constituyente legitimado democráticamente, mediante plebiscitos de entrada y salida. En una democracia hermética como la nuestra, donde no hay mecanismos de democracia directa, lo que vivimos desde 2019 se sintió como una chance, de una sola vez en mil años, que no se podía desperdiciar -nada hacía presagiar que justamente por eso se desperdiciaría-. Así, en una lógica de todo o nada, de jugar las cartas hoy para no arrepentirse mañana, tuvimos una primera propuesta a la medida de las izquierdas y luego una segunda propuesta a imagen y semejanza de las derechas.

El primer proyecto respondía a la agenda progresista de avanzada de las izquierdas, no dejaba nada fuera. Reconocía la plurinacionalidad, la paridad, los cuidados, garantizaba educación para todas y todos de manera equitativa, aseguraba salud y pensiones administradas por el Estado, entre tantos otros derechos que buscaban consagrar la sostenibilidad de la vida. La cantidad de cambios que implicaba no interpretó a Chile. Después de una revuelta y una pandemia, al parecer la necesidad de tranquilidad y calma eran más fuertes de lo que supimos leer, además de que había cuestiones que parecían no tener que ver con el día a día del vivir. La lección fue frente a un andar firme con gríngolas en los ojos.

El segundo proyecto era la cristalización del modelo de las desigualdades reafirmando los sistemas privados y selectivos en salud, educación, pensiones, agua, etc. Ponía en peligro derechos básicos como los sexuales y reproductivos, así como el financiamiento de gobiernos locales y el derecho a huelga. Quizás lo más grave es que establecía un falso y accesorio Estado social de derecho, que luego se iba negando sistemáticamente a lo largo del texto. No sólo no supieron interpretar a Chile y sus demandas, sino que intentaron pasarnos gato por liebre, arguyendo que se trataba de una constitución de la seguridad y anticorrupción, con lo que ocultaban todo lo anterior. Olvidaron de dónde venía el mandato popular y la lección fue frente a un andar firme con gríngolas en los ojos.

El peor de los pecados cometidos en Chile en los últimos tres a cuatro años es que no hemos sabido ver más allá de nuestros ranchos, mirarnos, conversar y llegar a acuerdos. Sin embargo, y de manera profundamente contradictoria, hemos ensalzado y fetichizado el diálogo y los acuerdos como banderas de lucha que parecen fines en sí mismos, cuando son medios. Medios que no supimos pilotear en este proceso constituyente y nos significaron un largo periodo de solo derrotas, por donde se mire.

La incapacidad para interpretar Chile y el acontecimiento de octubre de 2019, así como la de llegar a consenso alguno, debe ser un llamado de atención. Si bien hoy se cerró el proceso constituyente, no se puede ignorar que hay cambios urgentes para el buen vivir de Chile, que se ven obstaculizados por la ya rancia Constitución del 80. Tarde o temprano eso se dejará sentir y hay que preverlo quitándose las gríngolas. Debemos aprender a mirar más allá de sí y fraguar verdaderos procesos y acuerdos para transformaciones sustantivas y comunitarias que den cauce a las necesidades no cubiertas por este modelo.

Natassja de Mattos
Cientista política feminista especializada en temas de género y activista en La Rebelión del Cuerpo.