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Opinión

Nos ha nacido un niño

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 27.12.2023
Nos ha nacido un niño Imagen referencial – Consumismo en Navidad | Agencia Uno
Sin embargo, ¿hoy dónde se escucha a Isaías o a Händel? Los saludos oficiales de Navidad aparecen protocolares, intrascendentes, desabridos. Presididos por árboles deforestados de pascua. O con viejos coloradotes de pascua de ricos. Una propaganda insana asocia la Navidad con un padre proveedor extenuado por compras, compras y compras. No es raro que hasta los manuales de historia universal hace rato se hayan privado de expresar la alegría de Belén.

“Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo. La soberanía reposará sobre sus hombros. Se llamará maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz.”

Reproduciendo este pasaje del profeta Isaías (9,6) resuena el coro del oratorio El Mesías de Händel. Al escuchar una y mil veces la alegría y el encanto de este himno quedamos conmovidos por tanta belleza, tanta esperanza. En las infinitas versiones hechas por músicos de todos los colores, en todo el mundo, comprobamos el gozo, la exaltación verdadera de la Navidad.

El nacimiento de un niño campesino del Mediterráneo en el siglo I.

Inaugura nuestra era.

Sin embargo, ¿hoy dónde se escucha a Isaías o a Händel? Los saludos oficiales de Navidad aparecen protocolares, intrascendentes, desabridos. Presididos por árboles deforestados de pascua. O con viejos coloradotes de pascua de ricos. Una propaganda insana asocia la Navidad con un padre proveedor extenuado por compras, compras y compras. No es raro que hasta los manuales de historia universal hace rato se hayan privado de expresar la alegría de Belén. “Jesús nació durante el gobierno de Augusto en el pequeño pueblo de Belén en Judea. Algunos decenios antes, Pompeyo había hecho tributaria a Judea. Luego los romanos impusieron al rey Herodes (40 a.C.-4 d.C.) etc.” (Ricardo Krebs, Breve historia universal (hasta el año 2000), Santiago: Universitaria, 2003).

“El nacimiento de Nuestro Señor ocurre en una ciudad pequeña, pero no en una casa -que todas se la negaron-, sino en establo arrabalero. Así Cristo echa el primer respiro cerca de majadas y entre los animales. […] (A las gentes de la Razón con mayúscula, el cuadro les revuelve el seso. Pero todo en el Evangelio resulta una reversión del ‘Orden’ y de la vieja Ley que va a caer a pedazos.)” (Gabriela Mistral, Recado de Navidad, México, 24 de diciembre de 1948).

La Navidad revuelve el seso de la historia establecida, o malhecha.

Es la irrupción del mundo tumultuoso de la gente morena:

“Este suceso disparatado a lo divino no lo entienden mucho las ciudades; los rurales sí, y los vagabundos, en cuanto gente habituada al milagro que brota del planeta o baja de los cielos, a lo más natural y a lo más sorprendente. […]. Todos los que están allí, vistos a la luz de las estrellas, son gente morena, como nosotros, y debió serlo hasta el recién nacido, a pesar de los cromos del cristianismo a la inglesa, y tostado sería después, de vivir al sol de los campos y caminar en pespunteo de aldea en aldea. (Un poco más allá de Palestina vive el romano blanco, y ‘sabido’, y dueño del mundo. Pero el recién llegado asomaría en la Judea colonial, y mínima, y paupérrima)” (G. Mistral, Recado de Navidad, 1948).

Dueña del mundo, la colonización romana en el Mediterráneo, impuso la voz de mando del orden y del sacrificio, para someter a la gente de la tierra, el vulgo, los ignorantes, los “am ha á rets”, como se decía en hebreo. “El buen lector de Historia -el no torcido- entiende que Esto tenía que llegar. Había habido ya reyes de más, capitanes de sobra, letrados greco-romanos y hasta hechiceros egipcios. Falta Uno que reinase sin reino, mandase sin espada y hablase recto, sin vicios ni culebreo de palabras.” (G. Mistral, Recado de Navidad, 1948).

“Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír.” (Lucas 6,21).

La Navidad anuncia el tiempo propicio para esta gente de toda la Tierra.

“A lo largo del Pacífico, del Atlántico y del Caribe, yo me he visto entredormir de ese modo al chiquito indio, al mulato, al negro y al mestizo. Y pese a la Geografía, aquellos pesebres criollos se me juntaron todos en torno de la cuna judía y de aquella Madre de los albergues negados. […]. Allegarnos al Dios-Niño sería buscar los pesebres nuestros de Cordillera y selva adentro, por los caminos rurales y las playas no sospechadas, por todas partes de donde se escape un llanto chiquito que es el mismo de aquella Medianoche y se oiga además el rezo de la María indígena, o mulata.” (G. Mistral, Recado de Navidad, 1948).

“Solo y desacompañado

aparte de la opulencia

nació la omnipotencia

en un pesebre botado.

Tal como estaba anunciado

por los profetas también

que aquel fragantoso Edén

a los rayos de la luna

tendría su primer cuna

en el portal de Belén.”

(Rosa Araneda, poeta popular de Chile, El nacimiento del niño Jesús. Micaela Navarrete, Aunque no soy literaria. Rosa Araneda en la poesía popular del siglo XIX, Santiago, 1998).

Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.