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Opinión

Esperanza de vivir

Por: Natassja de Mattos | Publicado: 28.12.2023
Esperanza de vivir Imagen referencial | Agencia Uno
Si en Chile se aprueba esta propuesta, en que solo el 3% -de carga al empleador- iría a dicho seguro (es poco, pero es algo) pasaríamos a una mixtura de reparto en que el aporte colectivo vendría de esta cotización para asegurar pensiones dignas. Esto, sumado a la PGU -lo que viene en reemplazo del pilar solidario-, aumentaría las pensiones, con foco en los sectores más pobres. Ese es el objetivo, ¿no? Pero el problema está en esto último, pues hay amplios sectores que parecen tener un problema con el todas/os y, por supuesto, con la comunidad. Su mezquindad se basa en la más pura necesidad de mantenerlo todo individual, todo mío, todo con mi plata no.

Los sistemas de pensiones dependen en gran medida de la esperanza de vida y, al mismo tiempo, de estos depende la esperanza de vivir. Y es que, ¿qué esperanza de vivir se puede tener si la vejez será paupérrima, si nada sostendrá la existencia después de la edad de jubilación? En Chile, por años hemos protestado en contra de pensiones de miseria, por un cambio en el sistema que lo haga más justo y garante de derechos humanos para las personas mayores, que en suma somos todas/os. Desde el -insuficiente- terreno ganado con la reforma de 2008 se han continuado levantando propuestas de cambios, sin lograr uno sustantivo que asegure la esperanza de vivir en tanto seguridad de sostenibilidad de la vida, bienestar, goce correspondido y merecida tranquilidad.

Se ha generado un nivel de abstracción del tema que intenta hacernos creer que la discusión que se sostiene hace años en el Congreso es un asunto meramente técnico, cuando se trata, en realidad, de cosmovisiones, humanidad, solidaridad y en última instancia, incluso, de ideología. Lamentablemente, este último concepto está maldito, sucio, corrupto, a pesar de que se trata de algo que compone las creencias y supuestos de todas/os sin excepción. Dime qué sistema de pensiones prefieres y te diré tu ideología. En este eje se mueve uno de los asuntos más gravitantes en el debate político nacional: más comunidad o menos comunidad, más nosotras/os o menos nosotras/os. En ello radican las discusiones sobre sistemas solidarios, de reparto, de capitalización individual, de capitalización de utilidades de empresas estatales, mixtos o cualquier otro.

Un garante de lo comunitario puede ser el Estado, sin embargo hay sectores que rechazan su participación y potestad en la ecuación, arguyendo que este administra peor de lo que lo hace una empresa privada -como una AFP-, ignorando toda lógica de responsabilidades y la necesidad de que el Estado implemente un sistema eficiente que nos coimplique y garantice pensiones dignas. Omiten, por otro lado, que la eficiencia del privado es más clientelar y depende de una cierta ganancia que produce los incentivos y beneficia a sus clientes, haciendo claras diferencias entre estos, de acuerdo con capacidad de ahorro y tamaño de la renta. Es en ese sistema que se sustenta la capitalización individual, en que se recibe pensión en correspondencia con las propias cotizaciones, es decir, con el propio pasar y trayectoria laboral, sosteniendo abismales estructuras de desigualdad socioeconómica. El que puede puede, podrían llamarse esos sistemas, si de honestidad se trata.

Algo de sensatez nos bendijo en 2008 cuando, durante el gobierno de Michelle Bachelet, se creó el pilar solidario, que es de aporte estatal mediante impuestos, que hace del sistema chileno uno con pilar de subsistencia -no universal-. Solo es algo de sensatez porque, desde la honestidad nuevamente, lo más loable, solidario y justo es que exista al menos una porción de reparto. Detrás de este, porcentajes más, porcentajes menos, hay una lógica comunitaria en que todas/os nos debemos con todas/os, generando una interdependencia solidaria, una coimplicancia, un mundo en común que escapa de la lógica privatizante individualista. Individualista como la capitalización individual.

El mundo en común implica la construcción de un nosotros, de un juntos, de un compartir y un colectivo del que hoy no sabemos porque hemos sido desmembrados por un sistema coronado con cuestiones como las AFP. Esto último es relevante, porque no hay que olvidar que han sido instituciones las que nos han instalado una forma de estar neoliberal y las que han privatizado nuestras vidas de manera agresiva y total. Esto justifica la participación y administración del Estado, más allá de sus limitaciones y subyugación al capital, a veces tanto como una empresa.

En la idea de un mundo en común se sostienen los sistemas solidarios y su elemento de reparto, en que un porcentaje de los sueldos van al fondo de seguridad social y desde este se pagan las pensiones a quienes han llegado a edad de jubilación. De eso se trata el famoso, vapuleado y hoy aún rechazado por la oposición, Seguro Social. Si en Chile se aprueba esta propuesta, en que solo el 3% -de carga al empleador- iría a dicho seguro (es poco, pero es algo) pasaríamos a una mixtura de reparto en que el aporte colectivo vendría de esta cotización para asegurar pensiones dignas. Esto, sumado a la PGU -lo que viene en reemplazo del pilar solidario-, aumentaría las pensiones, con foco en los sectores más pobres. Ese es el objetivo, ¿no? Pero el problema está en esto último, pues hay amplios sectores que parecen tener un problema con el todas/os y, por supuesto, con la comunidad. Su mezquindad se basa en la más pura necesidad de mantenerlo todo individual, todo mío, todo con mi plata no.

Seamos claras/os, quienes se oponen a subir las pensiones de los pensionados actuales y de los que se pensionaran en la próxima década, lo que hacen es negarse a poner dinero para las pensiones de todas/os, de alguien desposeído o con menos necesidades cubiertas que ellas/os. ¿No son los mismos asiduos a la caridad? Caridad sí, reparto no. De nuevo: Dime qué sistema de pensiones prefieres y te diré tu ideología.

La discusión sobre las pensiones debería tratarse más sobre la esperanza de vivir que sobre la esperanza de vida. Porque el vivir se ha visto minado por nuestra relación individualizada con la sociedad y el mundo, lo que nos impide mirar más allá, en este caso, a las personas mayores que son, somos y seremos. Se les abandona a su suerte en dependencia de una vida de trabajo que pudo ser o no ser, ser de un modo u otro, como si eso determinara lo que merecen para vivir un amplio resto de vida. No hay mundo en común ni comunidad posible cuando se marginaliza vidas, se les abandona hasta el extremo de hacerlas eliminables, de dejarlas morir en la miseria. Ese 3% y el porcentaje que sea, se trata del vivir más que de ninguna otra cosa. Pasa necesariamente por nuestra capacidad de coimplicarnos en un mundo en común que asegure la esperanza de vivir.

Natassja de Mattos
Cientista política feminista especializada en temas de género y activista en La Rebelión del Cuerpo.