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Cambiar el relato, negar la mayor

Por: René Solís de Ovando Segovia | Publicado: 10.01.2024
Cambiar el relato, negar la mayor Imagen referencial | AGENCIAUNO
Está claro que, como indican todas las investigaciones y estudios, la delincuencia ha aumentado en Chile, de la misma manera que, según los mismos estudios, en términos comparados ese aumento sitúa a Chile en tasas de criminalidad muy bajas. Y también es un hecho incontrovertible que existe un clima generalizado de alarma social por la situación de inseguridad ciudadana que se supone vive el país, lo que representa importantes riesgos de reacciones de autodefensa o de autoprotección de consecuencias imprevisibles. Esta paradoja no es casual, sino que responde al interés de debilitar a los responsables de la seguridad pública, acusándolos de incompetencia al tiempo que se revictimiza a la policía -eso siempre es bien acogido- y a la población. Y, probablemente, la única manera de resolver el problema sea cambiando radicalmente el relato.

Actualmente es fácil contemplar cómo gran parte de la sociedad asimila con normalidad -y rápidamente-, mensajes de aparente verosimilitud, pero que en muchos casos son interpretaciones malintencionadas de la realidad o, directamente, informaciones falsas. De esta manera se construye un relato engañoso que, eficazmente manejado por quienes tienen poder para hacerlo, puede deformar la realidad hasta el punto de resultar determinante, por ejemplo, en un referéndum o un plebiscito, para causar alarma social, para estigmatizar a personajes públicos, etc.

Un ejemplo claro de manipulación de la información y producción de mensajes falsos a los medios de comunicación -y por tanto a la opinión pública-, fue la campaña, protagonizada, en gran medida, por Boris Johnson, para que el Reino Unido saliera de la Unión Europea (UE), el denominado Brexit. El propio Boris Johnson ha reconocido que mintió cuando se sumaba entusiasta a un lema que más tarde se demostró absolutamente falso: “La pertenencia a la UE le cuesta al Reino Unido 350 millones de libras esterlinas (unos 435 millones de dólares) a la semana”. La gran mayoría de analistas sostienen que las fake news divulgadas por algunos conservadores, especialmente Johnson, fueron claves para que los británicos votaran mayoritariamente por el Brexit en el referéndum de 2016. De más está decir que actualmente el Reino Unido está pagando carísimas las consecuencias de estar fuera de la UE y que su actual gobierno, también conservador, no sabe cómo revertir la situación.

Otro caso de manipulación de la información consistente en ofrecer interpretaciones engañosas con la intención de confundir y favorecer juicios negativos para generar alarma social, es la producción de titulares de noticias, normalmente basadas en estudios, que muestran y enfatizan un aspecto determinado, sacándolo del contexto general e influyendo para que solo se vea una parte de la realidad, esa que está sesgada y que lleva a conclusiones equivocadas y, muchas veces, de consecuencias peligrosas. Este es el caso de las noticias sobre el supuesto grave y rápido incremento de los delitos violentos -homicidios- en Chile.

La situación de inseguridad ciudadana que según se dice en muchos medios de comunicación “la conoce todo el mundo”, porque es noticia (los delitos violentos siempre han dado titulares de prensa) y porque, de unos años a la actualidad, han surgido nuevas formas delictivas (atracos en las carreteras o encerronas, portonazos y el uso de armas de fuego en robos). Todos estos delitos, aunque sean muy pocos, son noticia que abre un telediario o es portada de periódicos.

Hace solo un par de meses, estando en Santiago en casa de unos amigos, dieron por televisión la noticia de una encerrona ocurrida en una autopista de pago; 20 segundos de imágenes espectaculares y violentas, que aparecían de fondo, mientras los presentadores explicaban lo “terrible de la situación” con frases como, “esto está ocurriendo ahora en Santiago”, “es la realidad de todos los días”, “es muy peligroso pasar por determinadas calles”, etc. Lo más notable fue que el reportaje duró algo más de 14 minutos y ¡todo el tiempo! aparecían, en bucle, las imágenes violentas de la encerrona ocurrida el día anterior.

Si acompañamos a estas notas de TV, una portada de prensa nacional publicada en la misma época, que literalmente titulaba: “Chile en el top tres de los países de América Latina y el Caribe donde más aumentó la tasa de homicidios el 2022”, la alarma está servida. Incluso junto a este titular aparecía la fuente, que no es otra que la conocida estadística Ranking InSight Crime, pero no se decía nada sobre los datos más relevantes de la estadística citada.

Por ejemplo, que Chile es, a distancia, el país con más baja tasa de homicidios registrados en toda la región (4,6), mucho menor que la de países como Uruguay, Costa Rica, Paraguay, Ecuador, Brasil, Guatemala o Panamá y, por supuesto, a una enorme distancia de las tasas criminales de Honduras, Jamaica, Belice, Venezuela, Colombia, Trinidad & Tobago, El Salvador y República Dominicana. Es decir, hubo que hacer un esfuerzo para situar a Chile en el puesto tercero del ranking, ya que para ello hubo que considerar la evolución de las tasas comparadas ¡de solo dos años! Y así, efectivamente, Chile aparece como el tercer país en incremento de la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes. Pero, analizando el mismo estudio, se puede afirmar que Chile, en esos mismos dos años, ha pasado de tener una tasa de homicidios bajísima, a una muy baja.

Como en el caso del Brexit, en Chile se ha tergiversado la información de tal manera que el relato de la inseguridad lo ha invadido prácticamente todo. Por ejemplo, en declaraciones públicas realizadas por ministras del Gobierno (la vocera Camila Vallejo y Carolina Tohá, ministra del Interior), se admite que existe un grave problema de seguridad y que la delincuencia desborda las posibilidades de respuesta policial. Y es preciso señalar que la totalidad de estudios serios sobre esta problemática, como es el Barómetro de la Seguridad en Hogares UC, presentado por la propia ministra Tohá, no indican un aumento exagerado de los delitos violentos, sino que un porcentaje importante de la población (23,8%) “cree que sufrirá un delito en los próximos 365 días en su comuna o fuera de ella” y que el “85,2% percibe alza de delincuencia”.

Es decir, se ha creado un clima de inseguridad que va mucho más allá de la realidad, pero que ha sido -y sigue siendo- fomentado por medios de comunicación y sectores políticos interesados en cuestionar la eficacia de las instituciones públicas y, sobre todo, de sus responsables gubernamentales. Y es tal la fuerza que imprimen estos mensajes alarmistas, que el propio Gobierno ha entrado en una dinámica de reconocimiento de la grave situación de inseguridad, adoptando una posición defensiva que tendrá, con toda seguridad, efectos negativos tanto para la imagen del poder ejecutivo, como para la articulación de medidas preventivas, que son las realmente efectivas.

Está claro que, como indican todas las investigaciones y estudios, la delincuencia ha aumentado en Chile, de la misma manera que, según los mismos estudios, en términos comparados ese aumento sitúa a Chile en tasas de criminalidad muy bajas. Y también es un hecho incontrovertible que existe un clima generalizado de alarma social por la situación de inseguridad ciudadana que se supone vive el país, lo que representa importantes riesgos de reacciones de autodefensa o de autoprotección de consecuencias imprevisibles. Esta paradoja no es casual, sino que responde al interés de debilitar a los responsables de la seguridad pública, acusándolos de incompetencia al tiempo que se revictimiza a la policía -eso siempre es bien acogido- y a la población. Y, probablemente, la única manera de resolver el problema sea cambiando radicalmente el relato.

El antiguo y muy usado dicho español de negar la mayor, que señala que si en un silogismo la primera premisa (mayor) es falsa, ya no hay argumentación posible que explique nada, es particularmente adecuado en este caso. Es decir, no se trata de intentar explicar por qué hay tanta delincuencia, ni buscar las causas de la proliferación de delitos especialmente violentos y, ni mucho menos, estimada ministra Tohá, de “reconocer que la delincuencia alcanzó características que desbordaron a las instituciones.” (09/2023 Cooperativa). Se trata de negar la mayor, de cambiar el relato. Es decir, el foco hay que ponerlo en las causas de la alarma social, que no es el gran aumento de la delincuencia (como hemos visto, esto no es verdad), sino en la manera de informar, de recrearse en detalles morbosos, de generalizar, sin justificación alguna, hechos puntuales para transformar la anécdota en estadística.

Los consejos, tan insistentes como bien intencionados, que me dan últimamente mis amigos santiaguinos al llegar a la ciudad, se pueden resumir en estas tres frases: “No uses el celular en el Metro, ni mucho menos al salir o entrar en las estaciones, porque te lo quitarán de un tirón”, “cierra muy bien tu mochila y póntela por delante, de lo contrario te robarán”; “no vayas solo por las calles del centro, te asaltan altiro, porque se nota que eres turista”. Y he ido en el Metro y paseado por el centro de Santiago, he observado con interés a la gente que, como pasa en Madrid, París o Buenos Aires, van mayoritariamente con teléfonos celulares en las manos y he tenido la suerte de que no me pasara nada; la misma suerte que he tenido en muchísimas ciudades que afortunadamente he podido conocer.

Por cierto, solo una vez me robaron en el Metro. Fue en Madrid, que es la ciudad en la que vivo hace 50 años.

René Solís de Ovando Segovia
Licenciado en Psicología y máster en Gerencia de Servicios Sociales por la Univ. Complutense de Madrid. CEO del Centro Iberoamericano de Estudios Sociales - CIBES